NO LUGARES

N

Con mis más de 70 años a cuestas y achaques de diverso calibre, inicié el mes con el tour acostumbrado: obra social-médico-obra social-farmacia, para nutrirme de la batería de alegres pastillas de diversos colores que impiden −los colores, obviamente− que confunda los días y horas de cada ingesta. Pero ese día de la consulta con el galeno que pacientemente escuchaba mi mañoso relato, me di con la novedad de que necesitaba un análisis de rutina, algo nada complicado afortunadamente. En el laboratorio me atendieron de maravillas; recibieron el frasquito de rigor, un pinchacito en la vena y listo. Al salir, saboreando anticipadamente el copioso y merecido desayuno después de 12 horas de ayuno riguroso, pregunté a la secretaria cuándo podía pasar a buscar los resultados. Y, ¡oh sorpresa!, me informó que me serían enviados a mi correo electrónico y que, para visualizarlos, debía bajar la APP del hospital y que no hacía falta imprimirlos (salvo que yo quisiera tener en mis manos el preciado documento en chasqueante papel) pues paralelamente los recibiría mi médico. La sorpresa se trocó entonces en admiración: todo digitalizado, todo informatizado, todo guardado en un minúsculo aparato que cargo en mi bolsillo por ser regalo de mi esposa, pero del que aprovecho apenas el cinco por ciento (¡y eso…!) de las prestaciones que ofrece.

Me faltaba conocer eso de “bajar la APP” que me sonaba como arameo básico, intríngulis que descifré después de preguntar aquí y allá. Pero “descifrar” no significa “ejecutar”, y ese segundo paso ya fue una muralla infranqueable para mis escasos conocimientos en informática; fue como chocar contra una pared a 90 kilómetros por hora. Por fortuna, para estos casos siempre hay un nieto a mano presto a salvar el inconveniente y cancheramente solucionar el problema. El encuentro se concretó en el lugar elegido por el adolescente: el patio de comidas de un shopping, sitio al que no suelo concurrir por considerarlo carente de la calidez de mis lugares preferidos; un café, por ejemplo, silencioso y con amplios ventanales por donde pueda ver la gente pasar, leer el diario en formato papel o dejarme llevar por la ensoñación de un buen libro. Ahora, en cambio, estaba en un lugar que no había elegido y llevado allí por las circunstancias; un lugar donde atronaba la música y el bullicio, la luz encandilaba y el constante movimiento de la gente aturdía.

Recordé entonces  lo escrito por Marc Augé sobre “Los no lugares”, un tratado antropológico de incomparable valor que describe, minuciosamente, aquello que el ser humano ha perdido, “la prioridad del tiempo sobre el espacio” como producto “de la inmediatez y de lo instantáneo”, resultado de lo que Augé define como la “sobremodernidad”. Pensé entonces que esta conducta, imposible de detener, es la que nos va privando de nuestros preciados lugares para colocarnos, irremediablemente, en los “no lugares”, crecientes e invasivos, que, para Augé, son, entre otros, los hipermercados, las estaciones de servicios, los aeropuertos o los vestíbulos de los grandes hoteles, “donde los individuos se mueven sin relacionar nada, pero obedecen a un cierto número de pautas y de códigos que les permiten guiarse, cada uno por su lado”. ¡Cuánta verdad en tan simple frase…! ¡Qué profundidad de pensamiento…!

Sumido en estas divagaciones tomé la determinación drástica y consciente de que debía recuperar mi espacio-tiempo: abandoné aquel bullicioso e impersonal patio de comidas, crucé la calle e ingresé en mi café predilecto; pequeño, sencillo y cálido, donde ubiqué una mesa y me sumergí en el sublime placer de la lectura, no sin antes agradecer al bueno de Marc haberme ayudado a recuperar mis sencillos hábitos.

Emiliano Nicola

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Emiliano Luis NICOLA. Nacido el 10 de abril de 1937. Ejerció como periodista deportivo en los diarios Córdoba y Los Principios, en las radios LV2 y LV3 y en Canal 12 donde también fue co-conductor del programa Teledinamica. A partir de 1978 se incorporó a la Redacción de La Voz del Interior desempeñándose como Redactor, luego Prosecretario, Secretario de Redacción y Prosecretario General de la Redacción hasta su jubilación en 2002.
En 2003 funda y dirige la revista mensual Nosotros de la que se retira en 2012.