LIBERTO Y SUS HERMANAS

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A las remotas pampas del sur americano arribó cierto día un inmigrante imbuido de sólido ideario republicano, democrático, formado en el concepto de la indisolubilidad de la tríada libertad, igualdad y fraternidad, proclamado por los revolucionarios franceses que dieron luz al mundo occidental moderno, en pos del progreso y convivencia pacífica de los pueblos.
El recién llegado, cuando conoció la historia, costumbres, virtudes y vicios de esta sociedad, para él nueva, repetía con frecuencia el latiguillo “pobre patria ésta”, “pobre patria”, y -una vez arraigado- “pobre patria mía”. Esto le valió el mote de “Don Popa”.
Supo que en estos lares también se declaman aquellos principios esenciales de la civilización, pero que no están incorporados al alma ciudadana, no se sienten ni orientan el comportamiento de la gente, menos aún en su dirigencia o liderazgo. Ello así pese a que el Himno Nacional Argentino canta loas a la libertad junto con la “noble igualdad”, y nos juramenta a morir con gloria en su defensa, si fuere menester, en unidad espiritual donde está implícita la solidaridad.
Tozudo Don Popa con su dolor y nobles convicciones, se prometió que sus hijos portarían nombres que sonaran en alusión a los tres vocablos sagrados. Así fue que el primero se llamó Liberto, después vinieron Gualda y Fraterna. Les enseñó que anduvieran juntos por la vida, porque la libertad sola puede derivar en libertinaje y hasta en explotación humana, que la igualdad separada del conjunto puede degenerar en mediocridad o esclavitud, y que la solidaridad no existe sino en una sociedad feliz que se asiente en el respeto y amor al prójimo, a partir de la libertad en orden y la igualdad de oportunidades y ante la ley. Liberto creció en su condición de primogénito y por bastante tiempo hijo único, ególatra y nada modesto, se creyó todopoderoso, en su niñez se soñó emperador, y en la madurez se esforzó para serlo. Soberbio, agresivo y de lenguaje soez, grosero, ordinario. Se autoproclamó sabio, cuando en realidad su formación cultural fue precaria, limitada a una sola raza del conocimiento, ignorante en ciencias sociales primordiales como la historia, la ciencia política, las leyes, la sociología. No formó familia por miserable, creerse único y superior, congeniar con animales que le obedecieran, antes que amar a la mujer y los niños. En su soledad y neurosis, llegó a tener frecuentes brotes sicóticos. Se volvió violento, contradictorio y falaz. En el mundo, se lo conoció como “Liberto, el malhablado”. Su personalidad y desprolija figura, hicieron que consiguiera enorme adhesión de masas incultas y desinformadas, pero también de otras que sin serlo vieron en él un instrumento útil para su voracidad de negocios y riquezas, montada en el egoísmo propio y desinterés por los pesares ajenos.
Sarcástico con las mujeres, misógino en cuanto una fémina no sirviera a sus propios objetivos, ignoró y repudió a sus hermanas, que murieron de tristeza. Abandonó a su padre Don Popa, se alejó de sus consejos e ideales. El anciano dejó este mundo repitiendo “pobre patria ésta”, “no asimilaron que los hermanos por naturaleza deben ser unidos, que sin el conjunto libertad-igualdad y fraternidad no se arriba a ningún final feliz”.

Acerca del autor

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Víctor Miguel Cemborain

Abogado y Escribano por la Universidad Nacional de Córdoba - Larga y eficaz fue su labor profesional, ya que ejerció la abogacía en forma particular, fue Letrado de la Empresa Nacional de Correos y Telégrafos y finalmente llegó a ejercer la Magistratura por concurso, siendo el primero en orden de mérito, ejerciendo como Juez Civil y Comercial en la ciudad de Bell Ville durante 14 años.

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Víctor Miguel Cemborain

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