Preocupa, sin lugar a dudas, que los esfuerzos por afianzar los valores de la democracia y fortalecer las instituciones republicanas en nuestro país, tan deteriorados luego de largas décadas de nefastos ensayos de autoritarismo, de verticalismo, de politiquería “clientelista”, de corrupción, se vean todavía entorpecidos por conductas y actitudes abiertamente contrarias a las más caras aspiraciones y las más nobles esperanzas de la mayoría de la sociedad argentina. Numerosas circunstancias interfieren hoy el normal desenvolvimiento de los institutos constitucionales que hacen a los principios fundamentales de la República.
Uno de los más graves trastornos que se advierte en la actualidad en el funcionamiento de los organismos estatales, es precisamente el mal desempeño de aquel Poder que debería distinguirse por cumplir su cometido con la mayor pulcritud y perfección: la Justicia.
Una encuesta recientemente realizada por la Universidad Católica Argentina, institución que goza de merecida credibilidad en este tipo de investigaciones, evidencia una caída estrepitosa de la confianza que los argentinos tienen en la Justicia. Solo el 11,7% tiene fe en el accionar del Poder Judicial. Y si tenemos en cuenta que estos números provienen de datos anteriores al vergonzante fallo de la Cámara que liberó a Cristóbal López y cambió la carátula de la causa que lo incrimina, se puede tener la certeza de que cuando semejantes actos sean tenidos en cuenta por los encuestados el porcentaje de los descreídos ascenderá sustancialmente.
Con una Justicia desquiciada se hace difícil construir una verdadera República. Casi es imposible encontrar momentos de nuestra historia en los que se hayan acumulado tantas evidencias, tantas pruebas, tantos testimonios de actos delictivos, de asociaciones ilícitas perfectamente organizadas para el saqueo de la cosa pública, pero también resulta poco común la presencia múltiple de la complicidad descarada, la prevaricación, la negligencia, y hasta la coima en un amplio número de miembros del Poder Judicial. La evidencia de esta realidad produce enorme desánimo en la sociedad e induce a un importante porcentaje de ella al descreimiento total; a la creencia de que nada se puede hacer y que estamos destinados a no poder esperar un cambio positivo.
Y es entonces cuanto conviene señalar la contracara de tal situación. En estos días, principios de abril, cuando la Justicia afronta una profunda crisis con enfrentamientos dentro de ella misma, conflictos con los otros poderes del Estado, tanto desde el oficialismo como desde la oposición, acerbas críticas de la opinión pública, el escritor Santiago Kovadloff ha opinado con la claridad y precisión que lo caracteriza, sobre esta cuestión. Y señaló que lo que se advierte en este momento en la Argentina es que si hay todavía impunidad para el delito en el orden de la Justicia, no la hay en otros escenarios de la vida social; no la hay en cuanto a la percepción de la sociedad. Esto toma una significación especial cuando la sociedad, que no sintiéndose satisfecha con los procedimientos de la Justicia en general, le advierte al mismo tiempo cuál es la deuda que la Justicia tiene con ella. Remarca el escritor la necesidad de convencer a la Justicia de esa deuda, hacerle ver la evidencia de que está debiendo la condena a los delincuentes; persuadirla de que no puede seguir perdonando y defendiendo a ladrones y corruptos.
Por otra parte, Kovadloff también ha llamado la atención sobre otro aspecto que consideramos de vital importancia en esta lucha por el afianzamiento de la República. Se trata de la presencia de un importante grupo de jueces y fiscales que revelan un carácter, una templanza, una valentía para enfrentar a la complicidad con la impunidad, oponerse a la anuencia con el delito y jugarse por la dignidad, que merecen el reconocimiento y el apoyo más firme de la ciudadanía.
Es importante tomar conciencia de que no toda la Justicia es censurable. “Hay un núcleo que merece ser. Hay que reivindicarlo”, dijo Kovadloff. “Son aquellos jueces y fiscales que creen que estar de parte de la ley, es someter el poder a la ley”. “Aquellos que no miden la rentabilidad de la reivindicación de la dignidad, sino que están dispuestos a jugarse por ella”.
Decíamos que es importante tomar conciencia de esa realidad y reivindicarla y apoyarla con decisión, porque ella constituye una luz de esperanza. Si bien no es posible esperar que todo cambie súbitamente de manera total, tengamos la certeza de que aquella demanda de la sociedad para que la Justicia reconozca la magnitud de su deuda, y esta actitud del relevante núcleo de jueces y fiscales que “merece ser”, constituyen pasos firmes y serios que implican avances leves pero ciertos hacia el fortalecimiento de las instituciones democráticas.
Abril de 2018.
Publicado en Hojas de Cultura. 2020. Compilación de una Experiencia. Capítulo I. Reflexión Política. Editorial Brujas. Córdoba. Argentina.