No es necesario agudizar ningún análisis para advertir de inmediato que el inesperado resultado de las elecciones primarias (las PASO) produjo un profundo debacle en la situación económica fundamentalmente, aunque también en otros ámbitos de la vida social. La conmoción fue inmediata y no hay dudas de que la causa fue el temor y la desconfianza que generó la probabilidad bastante cierta de un gobierno de la formula Fernández – Fernández, es decir, de Cristina. Apenas conocido el resultado, se recordó lo declarado por Alberto Fernández sobre la cotización del dólar asegurando que su precio debía rondar los $60, pese a que la mayoría de los economistas consideraba razonable el valor de $45 a que se cotizaba el viernes anterior a las PASO. El temor impulsó la carrera hacia la compra de dólares, lo que produjo la brusca devaluación de nuestra moneda, la caída de las acciones argentinas en la bolsa, la suba del riesgo país y todo lo que sabemos que pasó. Luego vino lo de la marcha del 24 de agosto, convocada en primera instancia por Luis Brandoni, desde España, “para mostrar que somos muchos los que queremos un país republicano, democrático y decente”. La respuesta pública fue imponente y esto inquietó al kirchnerismo. Y a las declaraciones moderadas de Alberto que habían tranquilizado algo la situación, siguieron expresiones explosivas del candidato más votado, calificando la situación de vacío de poder, manifestando que el FMI había sugerido adelantar las elecciones (cosa que el Fondo se vio obligado a desmentir) y declarando a la prensa neoyorquina que no estaba dispuesto a pagar la deuda contraída con el FMI. A esto se sumaron expresiones y opiniones más incendiarias aun de varios representantes del Frente de Todos que hicieron entrar en pánico al mercado. El gobierno adoptó medidas de protección de la economía para lograr la calma, que fueron dando sus resultados parciales y precarios en cuanto a estabilizar el dólar, hasta que se llegó a una resolución incómoda para Macri, pero absolutamente necesaria en la emergencia: un acotado control de cambio. En general esta medida fue aceptada por la oposición, pero no faltan declaraciones y amenazas de algunos sectores del kirchnerismo que conmueven la situación de por si inestable. La propia Cristina, en una presentación de su libro, declaró, el 8 de septiembre, que se debe “ver y rever la deuda con el FMI”. Como las circunstancias son muy volátiles y cambian o pueden cambiar permanentemente, es necesario informar que formulamos estas reflexiones a mediados de septiembre, es decir con demasiada anterioridad a la edición de este número.
Lo que ahora surge más evidente es la falta de sentido de la realización de las PASO, por lo menos en lo que hace a las candidaturas a cargos ejecutivos como las presidenciales o de gobernador donde las hubo. No había ninguna disputa interna. No había ningún inconveniente legal para un acuerdo político que dispusiera prescindir de esas primarias. Ahora, el resultado de esas elecciones que eligieron candidatos que ya estaban designados y a los que nadie disputaba esas candidaturas, plantea la situación de un Presidente en ejercicio cuyo mandato expira el 10 de diciembre, y que a su vez es candidato a la reelección, y un candidato que fue el más votado para esa candidatura pero no es presidente electo (situación que sería muy distinta) por lo que no tiene personería para ser considerado como tal, aunque de hecho se estima que tiene las mayores probabilidades de ser elegido. Se trata de una situación insólita, de la que derivan consecuencias ajenas a la normalidad de un periodo de transición porque en rigor de verdad no se trata de una transición. Alberto Fernández adopta actitudes y formula declaraciones orientadas a colaborar con la tranquilidad que es necesario mantener. Dejamos de lado las acciones indirectas, como los golpes de efecto para estar permanentemente como noticia en la prensa o para contribuir a la debilidad del gobierno, porque se trata de operaciones de campaña electoral. Lo que preocupa es que esa actitud tranquilizadora del candidato se ve diariamente interceptada por acciones como las realizadas por acólitos de Grabois en varios shoppings el 10 de septiembre, o las movilizaciones de protestas, o las que solicitan la declaración de una emergencia alimentaria a pesar de que ya están rigiendo medidas en ese sentido, o declaraciones de miembros de la propia coalición electoral con marcado sabor provocativo. Y lo peor es que ni Alberto ni Cristina dicen nada para desautorizar tales actitudes.
Esta situación que hemos calificado como insólita, de marcada inestabilidad, por demás inquietante, nos induce a reflexionar sobre otro aspecto con referencia al voto de la ciudadanía. No queremos formular un juicio de valor sobre la decisión del electorado. Ni creemos que “el pueblo nunca se equivoca” (la historia muestra ejemplos de trágicos errores de pueblos civilizados que eligieron por amplísimas mayorías a tiranos y genocidas que resultaron lacras de la humanidad), ni pensamos en la falta de razonamiento o la ignorancia del electorado. En estos días hubo numerosas interpretaciones sobre la actitud mayoritaria de los votantes en las PASO. Una de ellas que consignamos simplemente como ejemplo-es la siguiente: a la gente no le gustó que se le planteara como dilema “o nosotros o el infierno”: “los K son el cuco? Bueno, te castigamos con el cuco’. Entendemos que la opinión tiene bastante lógica. Puede que haya sido así. Y si fue así, faltó otra reflexión. Se logró castigar al gobierno (no discutimos si con razón o sin ella), pero se dejó de lado considerar otras consecuencias que ahora aparecen en la superficie y que han sido puestas de manifiesto por algunos pensadores y sobre las cuales trataremos de reflexionar.
La socióloga y escritora Leila Vecslir sostuvo recientemente que “las PASO mostraron que el voto castigo por la economía se antepuso al voto moral”. Y subrayó: “Es grave que el voto mayoritario soslayara la corrupción. En otro país-agregó esos niveles de corrupción no hubieran pasado desapercibidos” (sic). El concepto de voto moral nos trajo de inmediato a la memoria un pensamiento de George Orwell, el famoso autor de Rebelión en la granja y de 1984. Dijo: “Un pueblo que elige corruptos, impostores, ladrones y traidores, no es víctima, es cómplice”. Aun cuando estimamos que estas duras palabras no son aplicables, en el caso de las elecciones que nos ocupan, a todos los que sufragaron como lo hizo la mayoría, pues hay quienes votaron con el corazón, si entendemos que el concepto les cabe a muchos De todos modos, lo que queda flotando en la conciencia es la idea del voto moral
Y con el resplandor de esa idea en nuestra conciencia, permítasenos discurrir sobre la magnitud que a nuestro entender debe alcanzar la valoración del concepto, en el supremo momento de ejercer el acto libre y voluntario de emitir el sufragio Vamos a recurrir en apoyo de nuestras reflexiones, precisamente al destacado investigador del tema de la memoria, Héctor Schmucler, de quien publicamos una semblanza en este número de Hojas de Cultura. Dice el pensador citado: “Si nos colocamos en el espacio de lo que llamamos ‘memoria colectiva’, la memoria es un hecho moral. Por un lado, nos instala en la irresuelta tensión entre verdad y política por otro, la memoria nos interpela uno a uno, y nos exige responder por nuestros actos”. Vale decir, aplicando este concepto al tema que nos ocupa, en el acto del sufragio estamos moralmente obligados a recordar lo acontecido, olvidarlo implica una irresponsabilidad, y no tenerlo en cuenta al decidir la elección es un olvido, o sea un acto de irresponsabilidad.
“Las preguntas entre las que se mueve la memoria-dice también Schmucler no la empujan a responder qué pasó o cómo pasó, aunque presupongan este entendimiento. El interrogante sustancial de la memoria es de distinta envergadura ¿Cómo fue posible?” Esta es la razón por la que no nos conformamos con las interpretaciones a que nos hemos referido anteriormente, de las que dimos un ejemplo, que nos explican qué pasó, cómo pasó, por qué pasó, e intentamos, aunque más no sea vislumbrar una respuesta oteando en la bruma de lo posible.
Queremos señalar, finalmente, que el anhelo de indagar el oculto dibujo de un acontecer que ha llevado a gran parte de la sociedad argentina a una situación de incertidumbre, de precariedad, de pesimismo, no responde a un capricho lúdico ni oculta intensiones aviesas; se afirma en la convicción de la importancia que asumen la memoria y el olvido en el quehacer colectivo de la sociedad. Esto decía Schmucler al respecto: “La memoria y el olvido actúan solidariamente. El olvido es siempre ausencia de memoria en el presente” () “Despojados de su memoria los pueblos se opacan, mueren. Y suelen morir en medio de la algarabía de imaginar que el pasado no interesa, aturdidos por voces que los llaman a no recordar, apalabrados por ilusionistas que susurran que hoy, en cada hoy, todo empieza de nuevo. Las raíces pueden secarse si una voluntad de memoria no se opone a la voluntad de olvido”.
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