Descendió del avión y se apresuró a tomar un taxi que lo llevara a la estación de ómnibus. Estaba tenso, tal vez anheloso por reencontrarse con sus padres después de treinta años de ausencia y silencio. Se acomodó en la butaca del ómnibus y sacó de su maletín la última carta recibida que releyó por enésima vez: Querido y entrañable hijo: Hace ya veinte años de tu partida. Sabemos que en aquel entonces no te supimos comprender y hasta hubo egoísmo de nuestra parte. Te pedimos perdón. El tiempo lleva la vida. También trae el olvido y borra el encono, por eso vivimos con la esperanza de tu pronto regreso. Desde aquel entonces económicamente nos ha ido muy bien. Al pueblo vino un Monseñor de apellido Santo con quien todos los habitantes hicimos un pacto. Diariamente bendice nuestros campos y nosotros debemos compartir con él las ganancias. Gracias a la lluvia de bendiciones los campos producen cada día más y todos en el pueblo somos muy ricos. También el Monseñor, lo que nos parece justo. Pero la población está envejeciendo demasiado rápido. Ya no quedan niños. Como supondrás, cuando abunda el dinero hay vilezas. La envidia y la ostentación se enseñorean. Huáncar es un paraíso que envenena. Pero a nadie le importa, porque el lujo y la avaricia hacen ignorar estos hechos. Esperamos una respuesta que anuncie tu regreso. Te queremos mucho. Tus padres.
El ómnibus se detuvo. Descendió frente al cartel cuyas letras borrosas indicaban el destino : LOCALIDAD DE HUÁNCAR. Era media noche. Una luz fosforescente iluminaba el pequeño poblado enclavado en una pradera infinita. Música alegre, voces y risas se oían cada vez con mayor intensidad a medida que se acercaba. Todo Huáncar estaba de fiesta. Un letrero con luces intermitentes y brillantes le daba nombre a un salón enorme: “LA SALAMANCA”. En su entorno había estacionado una gran cantidad de automóviles y pick ups. Todos lujosos y último modelo. Decidió entrar. En el interior la gente estaba desnuda. Bailaban, cantaban, reían y bebían. También divisó a sus padres entre la multitud. Todos parecían felices. La riqueza era ostentosa y se mostraba hasta en los más mínimos detalles. Para ingresar él también debió desnudarse. Hombres y mujeres lo rodearon, le impedían el paso y lo empujaban hacia recipientes que contenían un líquido apestoso. Tuvo que hacer mucho esfuerzo para no caer en ellos y desembarazarse de los obstáculos que se le interponían hasta llegar al centro del salón. Después le enseñaron a bailar y le dieron de beber. Bailó y bebió toda la noche contagiado por la algarabía, hasta que cansado del viaje y la diversión se recostó en un sillón y se quedó dormido. Cuando despertó estaba acostado en el suelo. Miró a su alrededor y un escalofrío le corrió por todo el cuerpo: El lugar era un inmenso desierto de arena y el viento rastrero sonaba trayendo lejanos lamentos.
HUÁNCAR: Voz quechua que significa “atambor”: trompeta de guerra hecha con un trozo de caña. Leyenda popular argentina existente en la región del Cerro Huáncar en Abra Pampa, Jujuy, donde existe un fenómeno sonoro que produce el viento al remover la arena. Dice la leyenda que en el cerro vive el diablo y van las brujas. El diablo hace un pacto con las personas mediante el cual él les da dinero abundante para una vida lujosa pero a cambio deben llevarle todo lo que el diablo les pida.
SALAMANCA: Leyenda popular de diversas regiones de Argentina y consiste en una fiesta organizada por el diablo en las noches y desaparece en el día. En el lugar el que va debe entrar desnudo y enfrentarse a toda clase de bichos y alimañas. Allí aprende un oficio y hay un trato con el malo.
Abril de 2018.
Publicado en Hojas de Cultura. 2020. Compilación de una Experiencia. Capítulo VI. Hojas de Historia. Editorial Brujas. Córdoba. Argentina.