Monaldo era un erudito, aunque de ideas reaccionarias; poseía una biblioteca de veinte mil volúmenes. La madre, católica ferviente hasta el fanatismo. Giacomo fue el mayor de diez hijos, de los cuales solo cinco llegaron a ser adultos. Compartió los juegos infantiles siempre con sus hermanos.
Desde los seis a los once años, estudió las primeras letras con sacerdotes jesuitas. Luego su educación prosiguió a cargo de preceptores. Aprende latín, griego y hebreo. También incursiona en las lenguas modernas como el francés, el español y el alemán; asimismo se interesó por el sánscrito. Todo un políglota. Durante su adolescencia dedica el día y parte de la noche al estudio: se cultiva en astronomía, filosofía y físico-matemática, y nace su talento de escritor con influencia clásica. A los catorce años escribe Pompeyo en Egipto y compone poesías que denominará “pueriles”. Traduce del latín La Eneida de Virgilio, y del griego obras de Homero. Lee a los enciclopedistas franceses y pierde su fe religiosa.
En esa frenética actividad adolescente, enferma de tuberculosis y padece el mal de Pott (tbc ósea), lo que le produce una acentuada joroba. Esta, más su relativa baja estatura determinan que no alcanzara el metro cincuenta centímetros de altura, lo que le da un aspecto físico desagradable.
Recanati era su cárcel física y el nido de sus sueños. Deseaba intensamente huir de su pueblo y de su familia. A los veintidós años, el padre lo autoriza para viajar a Roma y recibe una gran desilusión. Ya no es la capital del Imperio y la define como la cloaca de la literatura y de las costumbres. Lo aterran la Curia y la prostitución. Su formidable inteligencia lo va llevando a lo que posteriormente sus críticos denominarán “pesimismo cósmico”, el cual se funda en el desamparo del ser humano por la crueldad de la naturaleza, ya que esta es independiente de la suerte del hombre. Estudia y analiza la condición humana, sus pasiones, sus vicios y miserias, siempre desde el punto de vista materialista y basado en la razón.
Pero tiene tres consuelos: a) el culto a los héroes; b) el recuerdo del juvenil engaño, antes de enfrentarse con la realidad y la verdad; y c) la estructura y la belleza de la naturaleza que nos rodea.
Se suma a su pesimismo la desgracia y miseria de su Italia natal, dividida y parcialmente ocupada por naciones extranjeras, con una población casi totalmente analfabeta, salvo la elite de la burguesía con estructura feudal, y el fundamentalismo opresor de la Iglesia.
Agréguense sus primeras relaciones amorosas, siempre frustradas por su aspecto físico, lo que se prolongará durante toda su vida. Las mujeres que amó eran casi siempre damas de la nobleza, quienes se aproximaban a él sólo por su erudición y vuelo poético.
Luego de la poco feliz estancia en Roma, viaja a Milán, donde se relaciona con Fortunato Stella, quien será el editor de sus obras. Visitará luego Bologna y Florencia, donde encuentra mejor nivel intelectual y literario. Allí conoce a Alessandro Manzoni y a Nicolo Tommaseo. Lee a Lord Byron y a Chateaubriand, y pasa lentamente del clasicismo al romanticismo. Es un claro precursor del existencialismo. Desde 1817 hasta 1832 escribe El Zibaldone, su pensamiento, obra de 7 tomos y 4500 páginas, donde vuelca sus ideas filosófico-morales.
En 1833 conoce en Florencia a Antonio Ranieri, político napolitano, con quien viaja a Nápoles. En esa época Nápoles era una de las más grandes capitales europeas. Allí el clima mejora su salud. Pero en 1837 empeora y muere. Su amigo Ranieri se hace cargo del sepelio.
Giacomo Leopardi, más que un desesperanzado es un desesperado humanista que asigna a la escritura objetivos concretos de educación moral y cívica; confía en la razón y el arte como actividades de natural función social. Muchos autores aprendieron posteriormente a no disfrazar la realidad ni endulzarla según afirma María Badin1.
Dice en Zibaldone… : “Una chispa, una gota de esperanza no abandona jamás al hombre, ni siquiera tras haber padecido lo más contrario a ella, porque es la revancha de la naturaleza ( ..) Y más, la poesía busca por su naturaleza lo bello, y la filosofía, la verdad, es decir, lo contrario a lo bello; pero ambas son semejantes porque son el sumum del espíritu humano”.
Escribe el crítico literario De Santis: “Leopardi no cree en el progreso, pero te lo hace desear; no cree en la libertad, pero te la hace amar. Llama ilusiones al amor, la gloria y la virtud, pero enciende en el pecho un gran deseo”.
Indudablemente, es indispensable ubicarse en la época y en las condiciones que le tocó vivir al insigne poeta para comprender estos juicios.
Pueden señalarse algunas contradicciones en la vida, actitudes y pensamientos de Giacomo Leopardi, lo que no desmerece, sin embargo, el juicio sobre su personalidad y la calidad de su creación literaria. Por ejemplo, a pesar de que siempre se consideró oprimido en su Recanati natal, al que consideró su cárcel, en sus cantos lo describe con lujo de detalles y un brillante lirismo.
Su producción, vasta y profunda, se integra con traducciones y obras originales de diversos géneros: Las pueriles, El espectador italiano y extranjero, Zibaldone, su pensamiento, Al l’Italia, Amore e Morte y otros cantos, elegías, epistolarios, obras morales y un número importante de traducciones.
A modo de muestra de su quehacer poético, se transcriben breves pasajes de dos de sus cantos:
De All’Italia: (es un canto de 140 versos, compuesto en 1818)
A che pugna in quei campi
l’itala gioventude? O numi, o numi;
pugnan per altra terra l’itali acciari.
O misero colui che in guerra è spento,
non per li patrii lidi e per la pia
consorte e i figli cari,
ma da nemici altrui
per altra gente, e non può dir morendo,
Alma terra natia,
la vita che mi diste ecco ti rendo
(¿Por qué lucha en aquellos campos
la itálica juventud? Oh hados, oh hados:
luchan por otra tierra las itálicas espadas.
Oh desdichado aquel que en guerra muere,
no por las lides de su patria o por su esposa
y por sus hijos queridos,
sino por enemigos de otros,
para otra gente, y no puede decir al morir
tierra de mi nacimiento
la vida que me diste, aquí te devuelvo.)
Los versos que anteceden se refieren a los 12.000 soldados italianos (piemonteses), que Napoleón incluyó en la Grande Armée, que invadió a Rusia en 1812. Son versos de inflamado patriotismo, desesperados, pero brillantes.
Se fosser gli occhi tuoi due fonti vive,
mai non potrebbe il planto
adeguarsi al tuo danno ed allo scorno,
che fosti donna, or sei povera ancella.
(Si fueran tus ojos dos fuentes vivas,
nunca podría el llanto
adecuarse a tu ruina y escarnio,
porque fuiste dama y ahora pobre sierva.)
Es oportuno apreciar con exactitud el significado de la inspirada metáfora que implica esta estrofa. Con ella el poeta nos dice que aun cuando los ojos fueran fuentes, el llanto no se compadecería con la ruina de la patria, que ha sido “Dama”, “Señora”, o sea un imperio, y ahora es solo sirviente.
De Amore e Morte: (Canto escrito en 1832, de 120 versos melancólicos donde expresa que una de las cosas más bellas de la naturaleza, el amor, termina inexorablemente con la muerte.)
Fratelli, a un tempo stesso, Amore e Morte
ingenerò la sorte.
Cose quaggiù si belle
altre al mundo non ha, no han le stelle.
Nasce dall’ uno il bene,
nasce il piacer maggiore
che per lo mar dell’ essere si trova:
l’ altra ogni gran dolore,
ogni gran male annulla.
(Hermanos, al mismo tiempo, Amor y Muerte
engendró la suerte.
Cosas aquí tan bellas
en el mundo no existen, ni en las estrellas.
Nace del primero el bien,
nace el mayor placer
que por el mar de la vida se encuentra:
la otra, gran dolor
que todos los males anula.)
Permítasenos cerrar esta semblanza sobre el ilustre poeta italiano, con el relato de un hecho ocurrido en Córdoba en 1998, en ocasión de cumplirse el segundo centenario del nacimiento del poeta. En tal circunstancia, el Cónsul de Italia en Córdoba Dr. Pedrazzoli y el Prof. Bertolucci del Instituto Italiano de Cultura de esta ciudad, más la Sociedad Marchigiana Nacional, erigieron un busto de Leopardi en el Parque Sarmiento. Se invitó para la bendición del busto a un sacerdote scalabriniano, orden que protege a los inmigrantes. El cura se negó a asistir aduciendo que Leopardi era ateo. La referencia de esta anécdota que hasta podría considerarse trivial, tiene el simple propósito de poner a consideración del lector hasta dónde puede llegar la intolerancia y el fundamentalismo.
1 Revista de italianística de la Facultad de Lenguas – UNC
Bibliografía
1. Attilio Momigliano, Storia e antología della Litteratura Italiana (Vol. I y IV), Milan, Ed. Principato, 1954
2. Facultad de Lenguas, Studi italiani (Vol. I) Universidad Nacional de Córdoba, 1954
3. Traccani, Enciclopedia Italiana
Noviembre de 2016.
Publicado en Hojas de Cultura. 2020. Compilación de una Experiencia. Capítulo VII. Hojas de Historia. Editorial Brujas. Córdoba. Argentina.