Brevísimo análisis literario e histórico de la poesía gauchesca, biográfico de los autores principales y de las dos obras emblemáticas en su contexto histórico.
El presente trabajo pretende ser una introducción de otro que analice las razones ideológicas y políticas que dieron surgimiento al criollismo y al nacionalismo argentino y su proyección y consecuencias históricas, que no realizo aquí por cuestiones de tiempo y espacio, ya que excede en mucho las posibilidades de un trabajo para una revista como “Hojas de Cultura”. Será una tarea para el futuro, si es que el tiempo y la voluntad me lo permiten.
La poesía gauchesca
La obra de Hernández es la última expresión de la denominada poesía gauchesca que se iniciara a principios del siglo XIX con Bartolomé Hidalgo ( 1788-1822), uruguayo de nacimiento, radicado luego de la revolución de 1810 en Buenos Aires. Hidalgo era un modesto trabajador pero tenía talento para la poesía. Martiniano Leguizamón lo llamó “El primer poeta criollo del Rio de la Plata”. Sus obras consistían en “cielitos”, en los que utilizaba el habla del gaucho, y solía cantar con su guitarra; se trasmitieron oralmente en fogones y vivacs. Su obra escrita más importante fue Diálogos patrióticos, referidos a los acontecimientos y festividades patrias. Veamos un fragmento del hermoso cielito que canta a la declaración de la independencia:
Cielito de la Independencia
Si de todo lo criado
es el cielo lo mejor,
el cielo ha de ser el baile
de los Pueblos de la Unión.
Cielo, cielito y más cielo,
cielito siempre cantad
que la alegría es del cielo,
del cielo es la libertad.
Seguramente Hidalgo inspiró a Hilario Ascasubi ( 1807-1875), cordobés, unitario, quien fue autor de las obras Paulino Lucero, Aniceto el Gallo, y Santos Vega o los mellizos de la flor. Autor de bailecitos y de improvisaciones de guitarreadas en los fogones de las tropas de los ejércitos. Transcribo una décima de su obra más conocida:
Paulino Lucero
Sacó luego a su aparcera
La Juana Rosa a bailar
Y entraron a menudiar
Media caña y caña entera.
¡Ah, china! Si la cadera
Del cuerpo se le cortaba,
Pues tanto la mezquinaba
En cada dengue que hacía,
Que medio se le perdía
Cuando Lucero le entraba.
Otro de los precursores fue Estanislao del Campo, (1834 – 1880), cuya obra más importante y conocida es “El Fausto”, un poema pleno de humor, donde cuenta la historia de un gaucho llamado Anastasio que va a la ciudad y presenció la obra de teatro de Goethe, que lleva el mismo nombre. Veamos algunos fragmentos:
Fausto
En un overo rosao,
flete nuevo y parejito,
caía al bajo al trotecito
y lindamente sentao
un paisano del Bragao
de apelativo Laguna,
mozo jinetazo, ¡ahijuna!,
como creo que no hay otro,
capaz de llevar un potro
a sofrenarlo en la luna.”
No menos bellos y graciosos son los versos donde describe la personificación del diablo realizada en el escenario:
¡Viera al diablo! Uñas de gato,
Flacón, un sable largote,
Gorro con pluma, capote,
Y una barba de chivato.
Todos estos poetas escribieron utilizando el habla del gaucho lo que la diferencia de otra poesía gauchesca, que se refiere a la pampa, a los indios y al gaucho, pero escrita en lengua culta, que se inicia con Esteban Echeverría en La Cautiva, Bartolomé Mitre, Luis Domínguez, Juan María Gutiérrez y Rafael Obligado con su Santos Vega. Personalmente es la que más me gusta de la poesía gauchesca culta. He aquí un fragmento:
Santos Vega
Cuando la tarde se inclina
sollozando al occidente,
corre una sombra doliente
sobre la pampa argentina.
Y cuando el sol ilumina
con luz brillante y serena
del ancho campo la escena,
la melancólica sombra
huye besando su alfombra
con el afán de la pena.
Cuentan los criollos del suelo
que, en tibia noche de luna,
en solitaria laguna
para la sombra su vuelo;
que allí se ensancha, y un velo
va sobre el agua formando,
mientras se goza escuchando
por singular beneficio,
el incesante bullicio
que hacen las olas rodando.
Dicen que, en noche nublada,
si su guitarra algún mozo
en el crucero del pozo
deja de intento colgada,
llega la sombra callada
y, al envolverla en su manto,
suena el preludio de un canto
entre las cuerdas dormidas,
cuerdas que vibran heridas
como por gotas de llanto.
Cabe aclarar al respecto, que Hilario Ascasubi, Estanislao del Campo y el propio José Hernández fueron también escritores cultos. La diferencia radica en que unos escribieron sobre temas gauchescos en lenguaje culto, mientras que los otros, siendo también hombres de ciudad e intelectualmente formados, escribieron en un lenguaje deliberadamente gauchesco. Borges, a quien sigo en muchos aspectos en este breve análisis, expresa que importa decir que la poesía guachesca no tiene origen en los payadores populares, como lo afirma Ricardo Rojas y con él muchos nacionalistas, sino en escritores de la ciudad que conocieron el lenguaje gauchesco, con221 vivieron con el gauchaje y lo llevaron a la poesía utilizando formas y métricas más elaboradas, tales como los decasílabos y endecasílabos que fueron desconocidos por los payadores que solo utilizaban los octosílabos. Además la elaboración de los poemas muestra una técnica y un conocimiento idiomático profundo, lo que no sucedía con los payadores, reducidos por lo general a temáticas referidas a anécdotas hechas leyendas y con utilización de un lenguaje muy estrecho y carente de elaboración técnica. Este decir de Borges es cierto, pero no menos lo es que El Martín Fierro sería incompleto en cuanto a reflejo de una realidad, sin la existencia de la payada.
Martín Fierro y La vuelta de Martín Fierro
Biografía de José Hernández
José Hernández nació el 10 de noviembre de 1834 ( de ahí que ese día fue instituido como día de la tradición), en la chacra de los Pueyrredón, actual partido de San Martín, Provincia de Buenos Aires. Su familia paterna era federal, mientras que la materna, descendiente de Martín de Pueyrredón, era unitaria. Según Borges, “sangre española, irlandesa y francesa corría por sus venas.” En esa Estancia vivió hasta los seis años; después, y hasta los nueve, en una quinta de Barracas. Tenía dieciocho cuando su padre, que era mayordomo de estancias de Rosas, lo llevó al sur de la Provincia de Buenos Aires. Ahí, según la biografía de su hermano Rafael “se hizo gaucho, aprendió a jinetear, tomó parte de varios entreveros rechazando malones de los indios pampas, asistió a las volteadas y presenció aquellos grandes trabajos que su padre ejecutaba”. Al respecto recuerda el propio José Hernández en Instrucciones del estanciero, que había en “los campos del Sud, inmensas yeguadas alzadas en las que no había una sola manada entablada, que hace pocos años han desaparecido completamente. Durante la época de Rosas había en algunos campos tantas yeguadas ariscas, que para cruzar por ellas con tropilla era necesario llevar un hombre por delante, para impedir que se la arrebataran las tropas de yeguas que cruzaban disparando al sentir gente. Eran animales enteramente salvajes, de seis, ocho, diez años o más, que no habían sentido nunca el dominio del hombre. Ahí se hacían los domadores jinetes, los fuertes boleadores, los pialadores famosos, y los hábiles corredores en el campo”. Estos antecedentes de su niñez y su adolescencia, le dieron el conocimiento y experiencia de la vida del gaucho y llenaron su espíritu de nostalgia cuando el desarrollo institucional, político y económico que comenzó a producirse durante la organización nacional, fue cambiando la fisonomía de las pampas argentinas y el gaucho se fue desarraigando hasta terminar desapareciendo de la escena nacional. Su hábitat ya no existía y no encajaba su forma de vida en la nueva sociedad que se iba organizando. Cuando lo rural le empezó a ser ajeno, el gaucho emigró a las ciudades donde llevó su orgullo, su individualidad y su desapego por las instituciones, y se transformó en el compadre, en el malevo, que vivía en los barrios de las orillas de Buenos Aires protagonizando escenas de entreveros y cuchillos “lo veo entero y cabal,/ con el alma comedida/ capaz de no alzar la voz/ y de jugarse la vida” como dice la milonga Jacinto Chiclana, letra de Borges y música de Piazzola. Hernández muy probablemente sintió también él la nostalgia de un tiempo que no volvería, y siendo adversario de Mitre y de Sarmiento, utilizó la injusta realidad del gaucho, que no era nueva ni mucho menos, para atacar los gobiernos constitucionales de aquellos. No obstante ello, ya en La vuelta de Martín Fierro, el protagonista aparece más dispuesto a la convivencia social, hecho que no es ajeno ─a mi juicio─, al cambio que protagonizó Hernández en su visión política, quien ante el evidente impulso progresista que iba adquiriendo el país, aceptó las reglas de un federalismo institucionalizado y la defensa del municipalismo, sin perjuicio de la nostalgia de la economía pastoril que caducaba, pero que él continuaría proponiendo en su libro Instrucciones del estanciero para la Provincia de Buenos Aires, la que podría convivir, según su opinión, con los nuevos tiempos, manteniendo su economía rural tradicional. Hernández murió en 1886.
Análisis de la obra
El Gaucho Martín Fierro (con ese título aparece su primera edición en 1872; en las siguientes ediciones aparece como El Martín Fierro) y La Vuelta de Martín Fierro (1879), son dos obras que se complementan. La segunda es continuación de la primera cuyo éxito fue tan rotundo (se hicieron varias ediciones con aproximadamente unos 80.000 ejemplares, una enormidad para la época) que el público pedía la segunda parte. Su trama es muy sencilla y muy conocida por los argentinos. Cuenta la historia de un gaucho de nuestras pampas, en una época que el autor no precisa pero es de suponer posterior a 1850, que teniendo una vida tranquila es llevado por la leva a los fortines y cuando regresa ha perdido el hogar y su familia. Se hace entonces gaucho matrero, que, habiendo matado a un moreno, entre otras muertes, es perseguido por la policía y en un entrevero con la partida se hace amigo de Cruz, que era el sargento de dicha partida, quien al verlo luchar tan valientemente se pone de su lado y como consecuencia de ello ambos se refugian en las tolderías de los indios pampas buscando libertad y tranquilidad. Denuncia la situación de injusticia social del gaucho, ya próximo a su desaparición. Por su parte La Vuelta de Martin Fierro, muestra un hombre ya más sociabilizado que huye de las tolderías después que su compañero Cruz muere y de haber salvado a una cautiva y matado al indio que la maltrataba, hijo de un cacique. Narra las características y costumbres de la vida de los indios pampas, y a su regreso encuentra a sus hijos y al hijo de Cruz, quienes también narran sus desventuras y a quienes termina dándole consejos después de payar con un hermano del moreno que había matado sin razón alguna, en una pulpería, episodio este que -como se dijo- corresponde a El gaucho Martín Fierro. En esa payada el moreno se declara vencido, pero en realidad ninguno de los dos lo es, tan sólo el moreno quiere dar por terminada la payada para entrar en pelea con el objeto de vengar a su hermano mayor, pero los amigos de Fierro intervienen y lo apartan para evitarla.
La obra está escrita, en su mayor parte, en forma de sextinas octosilábicas, donde riman el segundo con el tercero y sexto versos; el cuarto rima con el quinto y el primero queda suelto. La conocida y bella estrofa inicial así lo muestra claramente:
Aquí me pongo a cantar
al compás de la vigüela,
que el hombre que lo desvela
una pena extraordinaria,
como la ave solitaria
con el cantar se consuela.
Siguiendo siempre los estudios que hiciera Jorge Luis Borges, el precursor más directo de la obra fue el uruguayo Antonio Lusich con su obra Los tres gauchos orientales, aparecido en 1872, meses antes de la primera edición del Martín Fierro, especialmente en lo que se refiere al estilo que “abunda en confidencias autobiográficas y quejas patéticas o indignadas que anticipan, casi verbalmente, el Martín Fierro (Borges, Ob. Completas en colaboración) Así dice Hernández:
Yo llevé un moro de número
¡Sobresaliente el matucho!
Con él gané en Ayacucho
Más plata que agua bendita.
Siempre el gaucho necesita
Un pingo pa fiarle un pucho.
Y cargué sin dar más güeltas
Con las prendas que tenía;
Jergas, poncho, cuanto había
En casa, tuito lo alcé:
A mi china la dejé
Medio desnuda ese día.
No me faltaba una guasca
─Esa ocasión eché el resto─
Bozal, maniador, cabresto,
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Lazo, bolas y manea…
¡El que hoy tan pobre me vea
Tal vez no crerá todo esto!
Lusich, con anterioridad había dicho:
Me alcé con tuito el apero,
Freno rico y de coscoja,
Riendas nuevitas en hoja
Y trensadas con esmero;
Una corona de cuero
De vaca, muy bien curtida;
Hasta una manta fornida
Me truje de entre las carchas,
Y aunque el chapiao no es pa marchas
Lo chanté al pingo en seguida.
…………
Mis espuelas macumbé,
Mi rebenque con virolas,
Rico facón, güenas bolas,
Manea y bosal saqué.
Dentro el tirador dejé
Diez pesos en plata blanca
Pa allegarme a cualquier banca
Pues al naipe tengo apego,
Y a más presumo en el juego
No tener la mano manca.
Obsérvese que la temática es similar y autobiográfica. Lusih escribe sus versos en décimas y Hernández lo hace en sextinas. Dice Borges que allí está prefigurado Hernández, en la temática y en la forma literaria, pero Lusich no logra la belleza métrica y estilística de Hernández.
Borges dice también que la obra tiene las características autobiográficas de una novela escrita en versos. Sin lugar a dudas es la obra cumbre de la poesía gauchesca, la que prácticamente desaparece después de esta. Tiene una belleza literaria extraordinaria que la hace imperecedera. En momentos tiene un tono lírico bellísimo:
Mi gloria es vivir tan libre Como el pájaro del cielo; No hago nido en este suelo Ande hay tanto que sufrir; Y naides me ha de seguir Cuando yo remuento vuelo.
Yo no tengo en el amor
Quien me venga con querellas;
Como esas aves tan bellas
Que saltan de rama en rama,
Yo hago en el trébol mi cama
Y me cubren las estrellas.
Es sorprendente cómo Hernández, adversario acérrimo de Sarmiento, coincide con él cuando describe las características del gaucho:
Dice Hernández:
Y sepan cuantos escuchan
De mis penas el relato
Que nunca peleo ni mato
Sino por necesidad,
Y que a tanta alversidá
Sólo me arrojó el maltrato.
Sarmiento, en su Facundo dice: “El gaucho estima, sobre todas las cosas, las fuerzas físicas, la destreza en el manejo del caballo, y, además, el valor () El gaucho anda armado con cuchillo, que lo ha heredado de los españoles () el cuchillo, a más de un arma, es un instrumento que le sirve para todas sus ocupaciones (…) El hombre de la plebe de los demás países toma el cuchillo para matar, y mata; el gaucho argentino lo desenvaina para pelear, y hiere solamente. Es preciso que esté muy borracho, es preciso que tenga instintos verdaderamente malos, o rencores muy profundos, para que atente contra la vida de su adversario. Su objeto es sólo ‘marcarlo’, darle una tajada en la cara, dejarle una señal indeleble”.
Al gaucho Martín Fierro se lo ha exaltado como arquetipo de la argentinidad, lo que a mi juicio es una exageración, porque si bien representa un personaje típico de nuestras pampas, no resulta sostenible tomarlo como modelo de comportamiento social ni creo que esa haya sido la intención de Hernández, porque una cosa es la belleza y originalidad literaria y la denuncia del injusto y arbitrario trato que recibía por parte de las autoridades, y otra cosa es la ética del personaje, propia sin duda del medio donde se desenvuelve, pero para nada válida para una sociedad más desarrollada. Así por ejemplo, la pelea que tiene con el Moreno, donde Fierro injuria a la mujer de este, ( Va… ca…yendo gente al baile…) hasta forzarlo a pelear: ( A los blancos hizo Dios/ A los mulatos San Pedro/ A los negros hizo el diablo/ Para tizón del infierno) (Po …r….rudo que un hombre sea/….) y los versos de cuando le da muerte, no resultan ejemplo aconsejable: (Por fin en una topada/ en el cuchillo lo alcé,/ y como un saco de güesos/ contra un cerco lo largué. Tiró una cuantas patadas/ y ya cantó pal carnero) o los siguientes cuando la Negra lo increpa por su actitud: ( Yo quise darle una soba/ a ver si la hacía callar./ Mas, pude reflesionar/ que era malo en aquel punto,/y por respeto al dijunto/ no la quise castigar.) O la frialdad, insensibilidad o crueldad de la estrofa siguiente ( Limpié el facón en los pastos,/ desaté mi redomón,/ monté despacio, y salí/al tranco pa el cañadón).
También su expresión despectiva hacia el extranjero:
Yo no sé por qué el Gobierno
Nos manda aquí a la frontera
Gringada que ni siquiera
Se sabe atracar a un pingo
¡Si crerá al mandar un gringo
Que nos manda alguna fiera!
No hacen más que dar trabajo.
Pues no saben ni ensillar,
No sirven ni pa carniar,
Y yo he visto muchas veces,
Que ni volteadas las reses
Se les querían arrimar.
O despreciativo y superior al indio, como lo muestra el pasaje donde narra cuando mata al hijo de un cacique:
Ay no más me tiré al suelo
Y lo pisé en las paletas─
Empezó a hacer morisquetas
Y a mezquinar la garganta─
Pero yo hice la obra santa
De hacerlo estirar la geta.
Es que Hernández no pretende que Martín Fierro sea un héroe o un arquetipo nacional, eso surge después con el nacionalismo, simplemente busca reflejar un personaje real en un momento histórico cuando su desaparición de la escena nacional era una realidad, y lo logra en grado sumo, lo que quedó demostrado con la gran demanda de los lectores de su época, que veían reflejada en el poema una realidad que abarcaba a muchos. Hernández se diferencia ─como luego veremos─, de Güiraldes que crea a “Don Segundo Sombra” como un personaje mítico.
Don Segundo Sombra de Ricardo Güiraldes
Síntesis biográfica del autor
Don Segundo Sombra, es editado en 1926. Su autor, Ricardo Güiraldes, nace en Buenos Aires en 1886, pero al año su familia se instala en Saint Cloud ( Francia) donde aprende francés, alemán y recién después el castellano. En 1890 regresa la familia a Buenos Aires y alterna su vida en esta ciudad y en San Antonio de Areco, en la estancia “La Porteña”, nombre puesto en recordación de la primera locomotora que transita las vías férreas argentinas. Güiraldes se recibe de bachiller, comienza estudios de arquitectura, que luego abandona. Su vida transcurre entre Buenos Aires y Francia y recorre muchos países europeos. Viaja por India, China, Japón y otros países orientales donde es influido por el pensamiento oriental. Sus lecturas son siempre en francés, y en sus viajes conoce a destacadas figuras de la literatura y el arte de Europa, entablando amistad con alguno de ellos. Leyó a los más importantes pensadores y literatos franceses de la época. Tiene pues, una vasta cultura. Es un típico representante de la oligarquía ganadera argentina de principios del siglo XX.
Síntesis argumental de la obra
Fabio Cáceres es el protagonista y relator que cuenta la historia de su vida, desde que es llevado en su infancia a San Antonio de Areco y dejado al cuidado de sus tías, las que le dan un trato desconsiderado. Desconoce quiénes son sus padres, por eso se considera “guacho”, pero recibe la protección de un estanciero llamado también Fabio Cáceres. En su deambular por el pueblo se hace un chiquilín “vivaracho” y “dicharachero”, pero al entrar en la adolescencia a sus 14 años, comienza a surgir en él la idea de irse del pueblo y alejarse del trato tiránico de sus tías. Conoce circunstancialmente a don Segundo Sombra y el impacto emocional, anímico y espiritual que este gaucho despierta en él, le hace tomar la decisión de fugarse y buscar una nueva vida en el campo, haciendo de “aprendiz de gaucho”, bajo el padrinazgo de Don Segundo Sombra, quien le enseña todo de la actividad de resero a la vez que le transmite todos los conocimientos y conducta que un gaucho debe tener. Don Segundo Sombra es un símbolo representativo del gaucho de nuestras pampas y es el personaje central de la novela. Cinco años dura ese aprendizaje con don Segundo Sombra, donde Fabio se hace resero, aprende a domar, conoce de la vida dura que significa esa actividad y recorre la pampa de Buenos Aires. Le atrae la naturaleza y en especial las características de la pampa y la vida del gaucho y la libertad con que se desenvuelve, sin más ataduras que las impuestas por la naturaleza. Cuando ya es un gaucho formado, recibe la noticia que su padre, que resultó ser Fabio Cáceres, había muerto y le dejaba de herencia la estancia, bajo la protección de Galván, estanciero y amigo de su padre, por lo que se transformó de gaucho resero en estanciero. Duda de dejar la vida de resero, pero se decide a recibir la herencia y lleva a su estancia a Don Segundo Sombra, quien lo acompaña durante tres años más en su nueva situación. Se hace amigo del hijo de Galván, de nombre “Raucho”, joven culto y “agauchado”, quien le hace conocer la vida de ciudad y le ayuda a cultivarse, por lo que en su madurez se transforma en un gaucho culto.
Análisis de la obra
Dice Alicia María Zorrilla: “Entre 1917 y 1927, se destacan algunos de los más famosos novelistas de Hispanoamérica: Ricardo Güiraldes (1886-1927), Rómulo Gallegos (1884-1969) y José Eustasio Rivera ( 1888-1928). Logran con sus obras lo que Rodó llama “hallazgo de la propia esencia”, pues sus argumentos giran en torno al destino del hombre americano ante la naturaleza. Esa se funde con sus sentimientos, pero no a la manera romántica en que el personaje proyecta en su entorno su sentir, para que ese espacio sea espejo de su alma. Ahora la naturaleza lo asalta, le transmite su poder y hasta influye en su conducta. De ahí que llanuras, selvas y grandes ríos adquieran un carácter mítico, y que los héroes actúen como verdaderos símbolos morales…” Fabio Cáceres narra, desde un tiempo que desconocemos, la realidad que le traen los recuerdos, es decir, una realidad evocada, idealizada “No encontramos en su realización la influencia de un movimiento literario, sino la de una síntesis de movimientos literarios”(…) “La aparición de Don Segundo Sombra implica un acabado resurgimiento del tema gauchesco ─coherencia de medio, personajes, lengua y estilo─”, a decir de Teresita Frugoni, “ya agotado en la poesía y en el teatro. Pero ese resurgimiento no es gratuito; se funda, sin duda, en una convicción: Güiraldes sostiene que el gaucho es un ser con su personalidad definida, un argentino cabal, que debe ser imitado. Su postura es, pues, totalmente opuesta a la de Sarmiento, para quien el habitante de nuestra pampa es la barbarie personificada” “Con Don Segundo Sombra, novela de la tierra, el autor aspira a una regeneración nacional mediante la pervivencia de las virtudes gauchescas”.
Güiraldes buscó en la vida de campo, las historias, las costumbres, y las características del gaucho y estilos de vida. Se hizo amigo de reseros, paisanos y trabajadores rurales de San Antonio de Areco, el pueblo donde sus padres tenían la Estancia “La Porteña”, pero lo hizo en las primeras décadas del siglo XX, por lo que el gaucho verdadero ya había prácticamente desaparecido de la escena rural argentina desde hacía varias décadas. Lo que aparecía como gaucho ya era el trabajador rural más sociabilizado, por lo que su Don Segundo Sombra es un gaucho idealizado de Güiraldes, una búsqueda imaginaria e ideologizada de una tradición nacional que lo identificara con su tierra natal desde su posición de hijo de terrateniente acaudalado, que pasó gran parte de su vida en Francia y viajando por todo el mundo y cuando estuvo en el país, alternaba su estada en Buenos Aires con San Antonio de Areco.
Güiraldes fue un autor que primero conoció, habló y escribió el francés y después el castellano, ya que sus primeros años de vida transcurrieron en Francia. Es más, comenzó a escribir en 1920 Don Segundo Sombra en París. Por otra parte gustaba de relacionarse con escritores franceses contemporáneos, y conocía las diversas corrientes literarias de su época (romanticismo, modernismo, ultraísmo), aunque no se apegó a ninguna de ellas en su obra, como él mismo lo expresa.
El libro es una novela, pero bien podría ser una narración autobiográfica o un poema, porque tiene todas las características de una prosa poética, incluso hay partes de la narrativa, especialmente cuando describe la naturaleza, que bien podrían escribirse en verso.
Los recursos estilísticos utilizados en el lenguaje, más allá de lo regional gauchesco, muestra una formación intelectual y literaria bien cultivada del narrador, con un hablar rico, idiomática y gramaticalmente, y con variedad de recursos de estilo literario. Este aspecto enriquece literariamente la obra, pero al mismo tiempo la aleja de la realidad del gaucho de la pampa, ya que el lenguaje verdadero de este, y en especial la sintaxis y estrechez de su vocabulario circunscripto casi exclusivamente a lo impuesto por la naturaleza, no se caracterizó por su riqueza, estructura y amplitud, ni por su pureza. Es de suponer que para superar esa contradicción el autor hace que el narrador, Fabio Cáceres, se transforme de resero en gaucho culto.
La obra, al decir de varios autores, en especial Borges, sigue las características y estructuras del Kim de Kipling, escrito bajo la influencia de Twain, y se desarrolla en la India. Lo paradójico resulta que a pesar de estos antecedentes, la obra pretende ser la expresión nacional de un pasado que no volverá y que el escritor quiere idealizar a través de un personaje interesante pero sin duda irreal, más bien mítico.
Es de suponer que a pesar del el cosmopolitismo manifestado por Güiraldes en su vida privada, siente la influencia de la oligarquía de fines del Siglo XIX y principios del Siglo XX de la que formaba parte y a su vez influye en ella. Era una élite tradicional que había disfrutado de la holgura económica proveniente de ser terrateniente y exclusivamente ganadera y sentía una marcada nostalgia hacia el pasado. Precisamente, el criollismo fue reivindicado por las clases oligárquicas de esa época, en busca de una identidad que no tenían y que creyeron les era útil para enfrentar la diversidad cultural cada vez más potente proveniente de la inmigración. Surge así la búsqueda del “ser argentino”, y es encontrado en “el gaucho”, del cual se habían servido como mano de obra barata y como medio de dominio y poder.
Análisis de la época entre una y otra expresión literaria
El Martín Fierro sale a luz en 1872, durante la Presidencia de Sarmiento. Hernández era un acérrimo opositor de Mitre y de Sarmiento. Recordemos que su padre estaba económicamente muy ligado a Rosas y que él nació cuando este comenzó su hegemonía política. Fue federalista aunque no rosista según sus propias expresiones. De Rosas criticó su forma de gobernar sanguinaria y autoritaria y su oposición a la organización institucional. Luchó junto a Urquiza y participó en la batalla de Cepeda y Pavón contra Buenos Aires, su tierra natal. En el momento de aparición de la obra, ya el país comenzaba a concretar las primeras políticas de progreso delineadas por la generación del 37: inmigración, caminos, ferrocarriles, telégrafo, escuelas, etc., y aunque su organización institucional aún era precaria y su administración deficiente (recordemos que la organización comenzó en 1860, después de la reforma constitucional que incorporara a Buenos Aires), la transformación del país se hacía evidente. La burguesía liberal, cuyo ideólogo -en la expresión más democrática- fue Sarmiento, hubo de perder vigencia como consecuencia de la hegemonía de una oligarquía terrateniente, conservadora, consolidada después de la campaña del desierto, que fue creando una sociedad oligárquica, cerrada, y profundamente desigual.
A fines del siglo XIX comenzó a perfilarse en la oligarquía patricia tradicional un nacionalismo liberal primero, pero que pronto se transformó en antiliberal, clerical y autoritario, como consecuencia de las ideas nacionalistas nacidas en Europa que fueron introducidas por intelectuales y escritores argentinos de la época y con una marcada tendencia xenófoba y antisemita como reacción a la mayor gravitación que tuvo la inmigración con su diversidad cultural.
Cuando comienza a surgir el nacionalismo argentino, El Martín Fierro, ya casi olvidado a principios del siglo XX, es canonizado como arquetipo de la nacionalidad y la obra de Güiraldes “Don Segundo Sombra”, aparecida en la tercera década del siglo XX, es su consecuencia como una exaltación mítica del gaucho. Quiero decir que el nacimiento del criollismo y de lo tradicional, prolongado luego en el nacionalismo, no es consecuencia de una acción popular o surgida del sentimiento popular, sino que hay buscarlos en las élites oligárquicas argentinas de fines del siglo XIX y principios del Siglo XX.
En mi opinión, El Martín Fierro es auténtica expresión de una época, con una enorme carga de originalidad, valor literario, histórico y social, pero es bastardeado por las élites oligárquicas utilizándolo para fortalecer una identidad de clase dominante amenazada por la diversidad cultural de la inmigración y las manifestaciones del progreso económico y diversidad social del país. En cambio Don Segundo Sombra es una expresión nostálgica de la búsqueda de identidad de esa clase oligárquica. No obstante, esta realidad histórica no desmerece la calidad literaria de la obra de Güiraldes.
Más allá de lo literario, la historia ha dado su veredicto sobre ambas obras, y es, precisamente, El Martín Fierro, el más recordado y valorado y sin duda, se ha hecho justicia.
Noviembre de 2016.
Publicado en Hojas de Cultura. 2020. Compilación de una Experiencia. Capítulo VII. Hojas de Historia. Editorial Brujas. Córdoba. Argentina.