CORRECCION Y BUEN USO DEL IDIOMA

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Es inminente el inicio de las múltiples actividades del octavo congreso de la Lengua. Uno de los objetivos propios de estos eventos es el propósito de impulsar el compromiso con la promoción y unidad del idioma común y en consecuencia la reflexión sobre el estado, la diversa problemática y desafíos que plantea el español a sus hablantes. De allí que en ellos se pretenda vigorizar la idea  de la corresponsabilidad en el afianzamiento de esa promoción y unidad, lo que implica la preocupación por alcanzar el mejor uso y la mayor corrección en el empleo oral y escrito de la lengua.

Estos eventos están destinados fundamentalmente a académicos, lingüistas, escritores, periodistas, editores, profesores, estudiantes. Con ser ya bien amplia esta gama de destinatarios, no agota las posibilidades de que en las conferencias, mesas redondas, debates, etc., surjan una cantidad de asuntos que se abordarán sin duda aunque la agenda del Congreso no los haya previsto específicamente. Entre ellos, varias de las personalidades que estuvieron en Córdoba, en los actos de presentación el año pasado, señalaron por ejemplo la polémica cuestión del lenguaje inclusivo al que nos referiremos más adelante.

Pero hay un asunto del que no hemos advertido se haya hecho mención, y que sin embargo entendemos sería importante mereciera alguna atención por parte de quienes participarán con iniciativas o ponencias en los debates. Se trata de que el Congreso produjera un despacho o algún otro tipo de documento señalando ciertos errores que son muy frecuentes en el decir cotidiano, oral y escrito, en la comunidad hablante argentina por lo menos, aunque seguramente se da en otras. A manera de resumido ejemplo sobre el decir de los argentinos, y sin pensar que lo que vamos a indicar sea de lo más importante en esta materia, digamos que nos agradaría comprobar que el Congreso advierte a varios prestigiosos relatores deportivos de las más encumbradas emisoras de radio y TV, que es un error decir “ese área” (se debe decir esa área) como también que cometió el mismo error el periodista del Noticiario de TN que habló de “ese arma”. También sería interesante que los funcionarios de varios ministerios de educación (Nacional y provinciales), no pocos legisladores, autoridades de importantes instituciones educativas, sepan de una vez por todas que el femenino singular “la currícula” no existe. El latín currículum (plan de estudios) se ha castellanizado como currículo. Currícula es el plural latino de currículum. Antes de la castellanización de currículum, si acaso debíamos usar el plural debíamos decir los currícula. Hoy no tiene sentido, decimos los currículos. Como femenino no existe.

Para quienes lo requieran va la explicación sobre esa área, esa arma. Área y arma son nombres femeninos. Si decimos el área, el arma (usando el artículo el y no la) es para evitar la cacofonía que se produce por el choque de la a tónica del artículo y la a, también tónica, inicial del nombre. Pero el uso del artículo “el” no cambia el género de los sustantivos: área, arma, (casi da vergüenza decirlo) por supuesto siguen siendo femeninos; y el adjetivo debe concordar en género y número con el nombre; además, en los casos de nuestro ejemplo, no se produce cacofonía puesto que la a de “esa” es átona.

Entendemos que sin llegar a constituir un asunto de primordial importancia, nuestra modesta inquietud podría inducir al congreso a generar un aporte simple pero de evidente utilidad práctica, tendiente a mejorar el uso del maravilloso idioma cuya riqueza lamentablemente desperdiciamos.

Acaso a causa de un indiscreto rapto de sinceridad, nos permitimos afirmar, -aun reconociendo nuestra escasa competencia en la materia- que nos resulta extraño, incomprensible, que aún se insista con aires de seriedad científica, en el llamado, casi diría mal llamado, “lenguaje inclusivo”. Aventuramos lo de mal llamado afirmándonos en el hecho de que la lengua, el lenguaje, responde a un consenso tácito entre los hablantes para poder entenderse. De ese consenso natural del hablante surgen los cambios, la evolución de la lengua, no de los inventos que se les ocurren a un individuo o a un grupo y que nadie más utiliza. Entonces ese lenguaje, inventado, no nacido como debe nacer naturalmente en el seno de la comunidad hablante, es en realidad exclusivo de quien lo inventó que es el único que lo utiliza.

Pero dejemos esta pequeña digresión y vayamos a lo que realmente va a suceder sin lugar a dudas: la cuestión del lenguaje inclusivo estará presente en la discusiones y es necesario que el congreso no la soslaye a fin de poner las cosas en su lugar. Hay soluciones aceptables en el afán de eliminar posibles discriminaciones, no solo las de género, que puede presentar el idioma recibido de nuestros mayores, y no tenemos por qué ignorarlas; otras que no tienen sentido deben rechazarse lisa y llanamente y otras sobre las que se debe tener sumo cuidado, como advirtieron, en sendas entrevistas periodísticas, el Director del Instituto Cervantes, Luis García Montero, y especialmente el Director de la RAE y Presidente de la Asociación de Academias de la Lengua Española, Darío Villanueva Prieto.

El año pasado la Real Academia Española presentó el libro de estilo de la lengua española con la intención de mejorar la forma en la que se habla y se escribe. En la presentación del texto se señala: Este libro lo que pretende es ocuparse de las dudas que surgen diariamente más que ofrecer tratados completos. Y en esa oportunidad la RAE ratificó su rechazo con respecto al lenguaje inclusivo, por considerarlas innecesarias, de las formas “todos y todas”, “todes”, “tod@s” o “todxs”. Dice que “en español el género masculino, por ser el género no marcado, puede abarcar el femenino en ciertos contextos” y añade: “No hay razón para pensar que este género gramatical excluye a las mujeres en tales situaciones”.

En un párrafo anterior trajimos a colación la actitud de precaución que sustentan tanto García Montero como Villanueva Prieto con respecto a ciertas modificaciones que se proponen y que pueden tener consecuencias no previstas ni deseadas. Ambos estuvieron en Córdoba el 22 de octubre de 2018, en los actos de presentación del Congreso que está a punto de comenzar, y en declaraciones a la prensa opinaron sobre aspectos centrales del evento. “La lengua responde a la sociedad en la que vive, al momento histórico de los hablantes –dijo García Montero-. Y sin duda la transformación de las costumbres influirá en la lengua. Pero hay que hacerlo de manera que se pueda conservar el sentido común de los hablantes y la naturalidad de las lenguas maternas”. (El subrayado es nuestro). En otro momento de su exposición, el Director del Instituto Cervantes afirma: “Quienes nos sentimos sensibles a los posibles pesos machistas del idioma que hemos heredado, podemos encontrar fórmulas más sensatas para cambiarlo. Yo hace tiempo que en vez de hablar de derecho del hombre hablo de derechos del ser humano. Eso me parece inclusivo. En vez de hablar de derechos del ciudadano, hablo de derechos de la ciudadanía. A mí ese tipo de soluciones me parecen de mucho más sentido común que inventar cosas raras”. (La Voz, 23/10/2018).

Por su parte, Villanueva Prieto hace notar que “todo avance tecnológico es muy bueno, pero también puede tener efectos colaterales negativos”. También señala: “Nuestro congreso no es solo un congreso de satisfacción, de reafirmación, de empoderamiento de lo que somos, cosa que está muy bien, sino que también es un encuentro para abordar asuntos problemáticos (…). Es consciente de que la cuestión del lenguaje inclusivo es uno de los fenómenos apremiantes que la RAE debe afrontar y entonces afirma: “Nosotros tomamos como una obligación atender a este asunto. La lengua está evolucionando continuamente, pero tenemos que advertir de algunos riesgos y algunos problemas”. Y agrega: “Hay soluciones que nosotros consideramos que no son ajustadas al tema de la inclusión. Por ejemplo, en el plano ortográfico, se está utilizando la @. ¿Cómo la pronunciamos? Lo que escribimos tiene que tener un correlato con lo que decimos. Por lo tanto eso no es una solución. Tampoco usar la letra x en lugar de la letra a y de la letra o. ¿Cómo se pronuncia esa x?” Opina que “las soluciones para ir corrigiendo los dejes discriminatorios o machistas que la lengua tiene pueden venir de muchos lados”. Pero enseguida repara: “Otra cosa es entrar en el cogollo de la estructura del idioma. Eso podría ser muy malo. La lengua es un ecosistema, una suma de elementos que están todos relacionados entre sí. Si alteramos uno de ellos, las consecuencias de este tipo de alteración son en cierto modo imprevisibles. Por ejemplo decir “miembro” y miembra”. Si decimos eso, y a partir de ese momento queremos ser coherentes, el brazo es un miembro pero la pierna es una miembra. Y así sucesivamente. (La Voz, 23/10/2018).

Sería interminable y además redundante transcribir la cantidad de explicaciones, análisis, ejemplos que se han difundido por infinidad de medios sobre desaciertos en construcciones correspondientes a un pretendido lenguaje inclusivo. Sería, además, inútil puesto que están al alcance de cualquiera.

Entendemos que como muestra de las dificultades que acarrea este fenómeno del lenguaje inclusivo, es absolutamente suficiente lo manifestado por las prestigiosas personalidades citadas y lo resuelto por la Real Academia Española. Se hace sin embargo indispensable aclarar, en cuanto a la resolución académica, que entendemos que lo afirmado en ella es así, no porque lo haya resuelto la RAE, sino porque se sustenta en la razón.

Y ya para poder punto final a estos renglones desparejos que pretenden ser un sencillo aporte, muy modesto por cierto, al extraordinario acontecimiento que se apresta a vivir nuestra ciudad, no podemos dejar de expresar nuestra opinión sobre un hecho vinculado con la problemática del lenguaje inclusivo. Recuerdo perfectamente haber leído, por aquellos días de las presentaciones del octavo congreso, que un profesor universitario daba sus clases usando ese lenguaje. No sabemos de quién se trata ni nos interesa averiguarlo; no es una cuestión personal. Pero en aquel momento pensamos y sentimos la necesidad de reiterarlo ahora públicamente, si no sería pertinente que las autoridades de la Universidad le llamaran la atención recordándole que en la Universidad Nacional de Córdoba las clases deben dictarse en castellano.

Mario Argüello

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Mario ARGÜELLO, nació en Córdoba, el 14 de abril de 1931. Cursó estudios secundarios en el Colegio Nacional de Monserrat, del que egresó como Bachiller Humanista y obtuvo el título de Profesor de Castellano, Literatura y Latín para la Enseñanza Superior, en la Escuela Superior de Lenguas (hoy Facultad de Lenguas) de la Universidad Nacional e Córdoba. Se ha desempeñado como profesor de Literatura Preceptiva y de Literatura Española en el Colegio Monserrat.
Ejerció el periodismo como redactor-lector del Servicio Informativo de LV3, Radio Córdoba, y se han publicado colaboraciones suyas en diarios y revistas del país como La Prensa, La Voz del Interior, La Gaceta de Tucumán, Tiempo de Córdoba, La Vanguardia, Bohemia y Figura, Laurel, Asueto, entre otras.
Ha publicado los libros de poemas: Aire amanecido (1961), El viento en las uvas (1981), Desde el otoño (2006), y De ayer y de hoy (2017) y la plaqueta “Al borde del ocaso” (2011). Poemas de silencio, de 1973, y Entre el vivir y el soñar, que obtuvo el segundo Premio Municipal de Poesía “Luis de Tejeda” en 1980, quedaron inéditos, aunque sus poemas integraron libros posteriores. Otras publicaciones: La poesía, lugar de reunión en Alejandro Nicotra (1981), Del Monserrat a Montserrat (1993), Detrás de la palabra (2000). El hombre y su dignidad (folleto – 1976). Narrativa: Cuentos leves y extraordinarios ( dos ediciones – 1997 y 2008); El envés de las sombras (novela - 2013).
Ha dictado cursillos y conferencias, y participado en lecturas de poemas en numerosas instituciones culturales del país y del extranjero.