Con hondo dolor, singular admiración y respeto, damos cuenta en las páginas de la versión digital de “Hojas de Cultura”, de la muerte (que pasó casi inadvertida) de la Dra. Lila Perrén de Velasco, docente de nivel secundario y superior, acaecida el domingo 5 de junio último.
Había nacido el 25 de noviembre de 1928 en San Cristóbal, Provincia de Santa Fe. San Cristóbal era un pueblo, como había varios, “crecido a lo largo de los rieles del ferrocarril que le marcaba los tiempos” –como dice Graciela Ferrero- quien agrega:”…el tren que permitía los largos viajes a la capital, los encuentros y los reencuentros, el tren pontifical de aquellos años”.
En su pueblo natal cursó la escuela primaria, y vino a Córdoba en 1946, después de haber cursado el magisterio en la ciudad de Santa Fe “por primera vez lejos de la familia (…) y con el incondicional apoyo de sus padres”, según advierte también Graciela Ferrero, porque ellos supieron “desde el principio que se trataba de una decisión de aquellas que parten en dos la vida y no sólo la geografía”.
Quien esto escribe, fue su alumno en la Escuela Superior de Lenguas (hoy Facultad de Lenguas) en 1979 y recuerda sus clases con admiración. Permítaseme hablar en primera persona. Había comenzado mis estudios siendo ya una persona mayor. Apenas dos años y algunos meses menor que ella.
En un curso compuesto mayoritariamente por mujeres jóvenes, yo era el único varón y como ya dije persona mayor.
Pese a nuestras diferencias ideológicas y a militancias enfrentadas, tuve el honor de que ella me considerara su amigo y eso aún me honra. Por ejemplo: cuando se planteó la polémica entre la libre y la laica, ella y Jorge Velasco, que luego sería su esposo, habían bregado por la libre, en tanto yo había luchado por la laica. Así y todo, al dedicarme un ejemplar del libro Imagen de dos huellas, escribió de su puño y letra: “Para Mario, desde el Cid hasta hoy, pasando por San Juan de la Cruz. Con mi amistad. En la dedicatoria de otro libro, que no tengo a mano, me decía, con cierta deferente sorna, aludiendo a mi supuesto ateísmo, que no es tal, sino la postura de un deísta no practicante de ritos religiosos, que nos encontraríamos frente al Padre, junto a San Juan de la Cruz y Fray Luis de León; también me trata como amigo.
Lila, que en su momento escribió un trabajo titulado “Un pudo ser que fue” referido al Mundial de Fútbol de 1978, cuando fuimos campeones por primera vez, elogió la humorada que yo había escrito relatando la final con Holanda a la manera de los juglares del S. XII. Señala Lila que se trata de un “discurso paródico, una de las formas de la escritura como reminiscencia en la que un texto dialoga con otro anterior, y, en este caso, comienza exactamente como el Cantar II (De las Bodas) ‘Aquís compieça la gesta de la final con Holland’ (…) agrega Lila que el modelo sería la tirada 37 que corresponde a la batalla de Alcocer.
Al iniciar su comentario preliminar, Lila había hecho referencia a la posible plurisignificación del título (De ayer y de hoy): dos tiempos en cuanto al momento de la creación, pero también puede significar que lo de ayer sigue siendo de hoy, vale para hoy “en cuanto la poesía es quehacer temporal que aspira a productos intemporales como expresó Machado”. “Inmersa en el tiempo pero para trascenderlo, para que lo de ayer siga siendo de hoy y del futuro, según afirma nuestro poeta para el quijotismo que debe inundar el mundo para salvarlo. (…) siempre se canta para luego.”
Egregia Lila, siempre recordada:
He leído tus textos luminosos.
Degusté tus clases;
quise adentrarme en tus pasiones santas.
Vislumbré en tus palabras generosas
el valle del encuentro
y el amplio amanecer
de la esperanza.