LA MUERTE DE COLITO

L

(n. 14/07/1987; f. 6/11/2020)

El vino puede sacar cosas

que el hombre calla.

Cosas que queman por dentro

cosas que pudren el alma.

(Alberto Cortez)

 

Tengo sed. Me llamo Juan Carlos Sosa, pero me dicen Colito como para distinguirme de mi padre al que le decían Colo; nací a los siete meses en el viejo hospital. Hace calor esta noche como siempre, pero la ruta 81 está con poco tránsito y no pasa ningún camión paraguayo. Vengo al pueblo desde el horno carbonero que está cerca nomás camino a Fraga. Conozco pozo por pozo esta ruta y a los árboles centenarios desde siempre. Hay un extraño silencio cuando escucho nítido el “Silbido de la Muerte”; tan fuerte que los perros del santiagueño Farías comenzaron a ladrar algunos y otros a lloriquear; sólo falta que vengan el Fumador del Cargadero, los Duendes de los Tanques Petroleros y el Changuito que Llora. Voy caminando con la bicicleta al lado y me pregunto:

“- ¿Qué condena humana me hará confesar mi vida esta noche?-”

Tengo sed. Imagino a mi madre sufriendo no sé qué mal. ¿Por qué nadie le preguntó sus dolores y sus penas? ¿Por qué entregó su vida tan joven? Mi padre siempre en el monte haciendo postes. Mis recuerdos comienzan como niño feliz con mis tíos Elodia y Lalo que me cuidaron desde chico y los regalos de mi madrina Celestina; Fani y Alfredo también fueron buenos conmigo. Pero había algo en mis venas que no me dejaba vivir tranquilo; necesitaba andar, caminar las calles desde los diez años; esa fuerza que no sé cómo llegaba a mi cabeza para escapar de las casas en las que viví. Tal vez desde el cordón umbilical. Conozco todos los soles y todas las lunas juareñas; cualquier cuneta fue mi cama y cualquier ladrillo mi almohada. También conozco otras vidas como cuando me atropelló un vehículo y me quebró una pierna; desde arriba vi un largo camino blanco con gente también vestida toda de blanco; le conté a mi hermana Alicia (la amarilla) y me dijo:

“ – Capaz que estuviste muerto y no te diste cuenta –”

Tengo sed. Me gusta la música como esa que tocan los changos con bombo y violín en la procesión de la Virgen de la Merced que escucho desde un banco de la estación. El Sucho José no falta nunca, es amigo de los curitas y de doña Amanda; tiene más fe que yo y ojalá salve su mente, su cuerpo y su alma. Sé que tengo treinta y tres años como aquel que todavía sigue siendo salvador y ejemplo de los que tienen fe; yo no puedo ser ejemplo para nadie, pero creo en la Virgen. Don Dani y doña Emi tratan de salvarme; me retan, pero me dan para comprar algo de comer y para un acuyico; festejaron mi último cumpleaños, me saludaron, me regalaron una remera de River y una porción de torta. ¿Serán así los buenos padres? Me dicen:

“ – ¡Juancito dejá de tomar, nosotros te vamos a mandar al colegio! ¡Sos un chico inteligente y de buena memoria, puedes estudiar cualquier cosa! –”

Tengo sed. En el silencio de la noche y de mis pensamientos escucho un ruido infernal que no escuché nunca; tal vez sea la muerte que me pisa los talones; creo que ha pasado la curva de Zamora bramando en dos ruedas. En sus lúgubres manos puede ser que traiga un cuchillo invisible afilado en un palo cualquiera; tal vez viste un largo vestido negro con flecos que arrastra en el asfalto como garras silenciosas. Tal vez muera como siempre he pensado: en la banquina de la ruta. Nada llevaré, nada dejaré, porque nada tengo; sólo la seguridad que el alcohol, el cigarrillo y los trapos absorbidos no son buena compañía.

Tengo sed, pero no de agua. No puedo sacar ese deseo que me invade caliente y en torbellino como el viento norte de agosto. Nunca me alumbraron las luces claras y buenas de la vida; casi siempre la inconsciencia que da el alcohol. Mi piel ya no tendrá el perfume de las uvas criadas en las bodegas. Un suave y negro terciopelo cobijará para siempre mis huesos y mi pelo.

Recogieron sus sarmientos

muy cerca de los corrales.

Con colores de corales

nadie leyó sus pensamientos.

Texto: José Luis Maldonado

Digitalización y diseño: Melina Maldonado

José Luis Maldonado

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José Luis Maldonado, nació en Ingeniero Juárez provincia de Formosa pueblo fundado en la línea férrea entre Formosa y embarcación (Salta). Escuela primaria en su pequeño natal y secundario en el Instituto Privado Pio XII Córdoba. Actualmente vive en Ingeniero Juárez.
Nació 24/11/54 vivió en el Córdoba desde 1968/1989.
Durante un período siguió la carrera de Ciencias Económicas en la Universidad Nacional de Córdoba, pero sin concluirlos debido asu obligaciones laborales.
Militante desde su juventud en el Partido Socialista y activo participante en organizaciones de promoción social y cultural.