Conocido con esa identidad en el círculo íntimo de sus afectos y en la historia del pensamiento argentino, a la cual ingresó erigiéndose en una de sus principales personalidades, nació en Buenos Aires el 2 de septiembre de 1805, siendo bautizado como Juan Esteban Antonio Echeverría, en el seno de una familia de productores rurales. Agotó su proficua vitalidad en Montevideo el 19 de enero de 1851, período clave para la institucionalidad de nuestro país, ya que el primero de mayo de ese año Urquiza se pronunció contra el régimen de Rosas, en Arroyo de la China, hoy Concepción del Uruguay, Provincia de Entre Ríos. El tres de febrero de 1852 se convalida esa posición, con el triunfo de las tropas federales al mando del entrerriano, en la batalla de Caseros. Solamente un año después se sanciona la primera Constitución Nacional perdurable, tras más de cuatro décadas de vanos intentos y profundas disidencias entre facciones.
En Echeverría y demás integrantes de la llamada “Generación de 1837” se encuentra el germen intelectual de la Carta Magna que, con sus reformas, nos rige. La rapidez de su sabia elaboración se debió, en gran medida, a los estudios y prédica de aquellas mentes brillantes y a su talla moral. He allí la importancia de conocer sus vidas, obras y lecciones. Entre otros no menos ilustrados, visionarios y generosos, cabe citar a Juan María Gutierrez (1809/1878), Juan Bautista Alberdi (1810/1884), Vicente Fidel López (1815/1903), Marcos Sastre (1808/1887), Félix Frías (1816/1881), Domingo Faustino Sarmiento (1811/1888), Bartolomé Mitre (1821/1906). La simiente fue puesta en los surcos culturales de Buenos Aires, pero la época mazorquera no era propicia para el desarrollo del ideario de libertad y progreso acorde con la evolución del mundo occidental civilizado, por lo cual la continuidad del accionar de la inteligencia creadora debió darse en el destierro, voluntario por prevención o forzado por imposición desde Montevideo, Chile y Europa (1).
El grito de libertad respecto al yugo español fue dado con la Revolución de Mayo, la independencia de todo poder extranjero con las proclamas de Artigas en 1815 y del Congreso de Tucumán en 1816, las bases para constituir el país con los jóvenes que el tiempo identificó como “Generación del ‘37”, y la organización definitiva de la República Argentina con la Constitución de 1853/1860.
En 1830 Echeverría regresa de Europa, con valiosa carga de libros de actualidad y de ideas novedosas, que comparte con Juan María Gutierrez en prolongados paseos y conversaciones predominantemente literarias. En 1835 forman grupo con Juan Bautista Alberdi, quien los imbuye de pensamientos filosóficos y políticos, donde se destaca que la humanidad progresa conforme a una ley general que le es propia, que responde a su propio impulso, y que dentro de ella cada pueblo lo hace según ley particular específica; el desarrollo no es obra del azar, por tanto es menester adentrarse en el conocimiento de tales leyes, para la evolución de las distintas realidades sociales.
En 1832, el uruguayo Marcos Sastre inaugura en Buenos Aires la Librería Argentina, difundiendo y comentando las últimas novedades en publicaciones de la cultura universal, habituándose prontamente los jóvenes porteños a concurrir a ese lugar. En 1837 la trastienda se convierte en Salón Literario, sede de conversaciones, debates, disertaciones y lectura, donde cada uno de los asistentes es alumno y maestro a la vez, sin una rectoría pero bajo el claro liderazgo de Echeverría, quien a la sazón ya había publicado “Consuelos”, introduciendo el romanticismo en las letras de estas tierras (2). La concurrencia ilustrada a ese preciso lugar es lo que la historia llamó “Generación del ‘37”, atendiendo al año de fundación del salón anexo al local de despacho de libros. Tan calificados asistentes, por su cohesión y profundidad en las exposiciones, constituyeron una verdadera escuela de pensamiento, que Juan María Gutierrez calificara como “una especie de institución o academia libre”. Aspiraban a la organización del país, a su evolución social en el concierto de las naciones, al diálogo respetuoso como superador de fustas, sables y pistoletazos.
El rosismo llevó al cierre del Salón Literario, los pensadores que allí se convocaban optaron por publicar el periódico “La Moda”, y en la clandestinidad nocturna proseguir su magisterio y cultivo intelectual en lo que se llamó “Asociación de la Joven Generación Argentina”, o simplemente “La Joven Argentina”. Todo efímero y arrastrado por la barbarie en el nefasto año 1838, que provocó la emigración al otro lado del Plata en un principio, luego a Chile y Europa, separadamente. Desde la Banda Oriental actuaron con el nombre de “Asociación de Mayo”, lanzando allí otro periódico, llamado “El iniciador”.
Desde aquel entonces y hasta la batalla de Caseros (3/2/1852), los asociados estuvieron estructurados y juramentados ordenadamente, siguiendo el credo, principios, objetivos, método o dogma emanado de Echeverría, fructificando en la pluma y genio de Alberdi en sus “Bases y punto de partida para la organización constitucional de la República Argentina”, piedra fundamental de nuestra Ley Suprema.
Filosóficamente, Echeverría sostuvo que no habrían de perderse en abstracciones, porque las doctrinas sociales se orientan en función de su aplicación práctica, usar el método de las naciones cultas pero “clavar el ojo de la inteligencia en las entrañas mismas de nuestra sociedad”, estudiar la realidad nacional, nuestras costumbres, tradiciones y estado social, saber lo que somos y lo que queremos ser. ¿Para qué?: para que la evolución del país se produzca según su ley de desarrollo particular, así como la humanidad sigue su ley de progreso general con impulso propio.
Políticamente, tuvo la pretensión de un nuevo partido, necesariamente generado por los jóvenes, que superara los embates de la violencia y la discordia entre las facciones federal y unitaria, amalgamando sus respectivas virtudes y desechando sus vicios, novedosa posición que afirmaría en sustento republicano y democrático, conforme al dogma de Mayo que estableció como marca indeleble que la soberanía radica en el pueblo, y con su ejercicio basado en los ideales de libertad, igualdad y fraternidad, proclamados por los revolucionarios de 1789 en Francia.
NOTAS:
- El profesor Olsen Antonio Ghirardi advierte que estos intelectuales en cierto sentido estaban más avanzados que los propios europeos modernos. Sintetizando la posición del pensamiento de esta ilustrada generación argentina dijo que para ellos la Constitución significaba lograr el orden necesario para el progreso del pueblo, que había que conocer a hombres y mujeres como entes sociales, que para superar el marasmo de la época la población debía instruirse y participar en la vida institucional, que era menester recuperar el diálogo entre las facciones políticas renunciando cada una a parte de sus pretensiones en pos de la pacificación. Concluye el ilustre catedrático cordobés manifestando su convencimiento de que en conjunto estos pensadores constituyeron un modelo para imitar en el siglo que vivimos (Prólogo a la segunda edición de su obra citada en “Bibliografía”).
- Luego vendrán “La cautiva”, “El matadero” y el “Dogma Socialista”.
BIBLIOGRAFIA
BOGLIOLO ROMULO. Las ideas democráticas y socialistas de Esteban Echeverría. Ed. La Vanguardia, Buenos Aires, 1937.
GHIRARDI OLSEN ANTONIO. La generación del ’37 en el Río de la Plata. Segunda Edición, por la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba, 2005.
GONZÁLEZ JUAN EVARISTO. La democracia como forma de gobierno de los países occidentales. Ed. Alta Córdoba Impresos, 2018.
ORGAZ RAÚL ANDRÉS. Obra completas. Sociología Argentina. Ed. Assandri, 1950.
Las ideas sociales argentinas y otros ensayos. Ed. Universidad Nacional de Córdoba, 2013.
PALACIOS ALFREDO LORENZO. Estevan (sic) Echeverría. Albacea del pensamiento de Mayo. Ed. Claridad, Buenos Aires, 1951.