A CIEN AÑOS DE LA REFORMA UNIVERSITARIA

A

A mediados de junio de este año, se cumplió el primer centenario de ese trascendente movimiento intelectual, cultural, político y social que se  gestó en Córdoba en 1918 y pronto se difundió por el país y América latina, conocido como Reforma Universitaria, aunque su dimensión  excedió los límites de las Altas Casas de Estudio e influyó también en otros ámbitos de la vida social y política de los pueblos donde  penetraron sus ideales y sus principios. Fundamentalmente los relacionados con la democracia y la libertad. En ese sentido, esto es, en  cuanto el movimiento reformista se ocupó también de la acción cívica, más allá de la universidad y sus funciones específicas de docencia e  investigación, quizá el ejemplo histórico más evidente fue la creación del A.P.R.A. en Perú, fundado por Víctor Raúl Haya de la Torre, partido  político de reconocida influencia no solo en su país de origen en el que llegó a gobernar, sino también en países vecinos.

Teniendo en cuenta la honda significación que este acontecimiento histórico tuvo y tiene en Argentina y en Latinoamérica por su carácter  esencialmente democrático, por la importante participación de ilustres ciudadanos en la gestación y difusión de su ideario, por la línea  doctrinaria continuadora de la mejor tradición del pensamiento argentino; teniendo en cuenta ─decíamos─ tan honda significación, no  podemos dejar de señalar nuestra sincera decepción por la exigua recordación que la ciudad cuna de un movimiento de tan vasta repercusión  universal, ha dedicado a la celebración de su centenario. No es que hayan faltado actos recordatorios. Hubo clases alusivas, conferencias,  programas periodísticos, algunos homenajes, de calidad acorde con la jerarquía del asunto, aunque por lo general desarrollados dentro de los  límites universitarios, pero estimamos que faltó al menos un acto de repercusión popular que movilizara a la vasta estirpe de auténticos  reformistas que, quizá en forma demasiado silenciosa, continúan alentando los ideales de la Reforma. Faltó ese acto que hiciera vibrar el  alma de la ciudad, como vibró en numerosas ocasiones, con estremecimiento auténticamente popular, en los años germinales del  movimiento.

No podemos olvidar que desde años antes del estallido de 1918, la ciudad, sumándose a los universitarios, se movilizó en acciones y actitudes  que alcanzaron dimensión popular y se constituyeron en valiosos antecedentes de la revolución reformista, como sucedió con “Córdoba  Libre”, institución que presidió uno de los más destacados Maestros de la juventud de ese tiempo. El Dr. Arturo Orgaz. Organizada por  importantes figuras del pensamiento y la cultura, había comenzado a desarrollarse en la Biblioteca Córdoba una serie de conferencias cuyo  primer disertante, el poeta Arturo Capdevila, se refirió al derecho hindú. Algunos de los principios jurídicos desarrollados por Capdevila  provocó la reacción de sectores clericales de la Universidad y de la sociedad, y como respuesta a ella surgió “Córdoba Libre”, organización de  fecunda actividad y amplios efectos populares. La repercusión pública que tuvo el acto de “Córdoba Libre” en el Teatro Rivera Indarte, en el  que habló Alfredo Palacios, tuvo dimensiones inusitadas; la gente desbordó la sala y ocupó toda la cuadra de la Avenida Vélez Sarsfield. Por  entonces (1917) se funda la Universidad Popular, con el noble propósito de acercar la cultura al pueblo trabajador. También tuvo breve pero importante gestión en las horas culminantes, el Comité de Profesionales Pro Reforma Universitaria que también presidió Arturo Orgaz, quien recibió la adhesión unánime de los estudiantes en un comunicado firmado por Enrique Barros y Gumersindo Sayago. A través de esas y otras  organizaciones, eminentes integrantes de esa generación, como los ya nombrados o Deodoro Roca, Raúl Orgaz, Agüero Vera, Octavio Pinto,  entre otros, protagonizaron numerosos actos, conferencias, manifestaciones callejeras, que dieron a las históricas jornadas el calor popular ya  recordado con motivo de esta reflexión.

Y no es que consideremos que con las recordaciones de los hechos trascendentes debemos provocar festejos bullangueros sin contenido, que  simplemente llamen la atención. Por el contrario, pensamos que ellos deben estar sustentados por la reflexión y el análisis del acontecimiento  recordado, por la gratitud hacia quienes lo llevaron adelante, por su condición de paradigma, ya que tales recordaciones no  son un hecho baladí, sino que deben constituir un permanente ejercicio de memoria colectiva, puesto que implican no solo un gesto de  merecido homenaje, sino una lección de auténtica ejemplaridad. Los pueblos que olvidan a sus próceres, ─ dijimos alguna vez─ que no  reviven los sucesos primordiales de su historia, que no meditan con frecuencia sobre la conducta y el pensamiento de sus hombres cimeros,  corren el riesgo de perder su destino. Y si es posible lograr que esos actos convoquen muchedumbres, mayor será el efecto que alcancen.

Lo que acabamos de señalar, tiene que ver, también, con la necesidad de mantener siempre vivo el espíritu de la Reforma, sus principios  fundamentales, los contenidos que conservan vigencia de sus cambios concretos, el rumbo propio que le imprimieron quienes dieron el paso  inicial. Y esto es así sobre todo teniendo en cuenta que a lo largo de estos cien primeros años de vida del movimiento reformista, en diversas  oportunidades de nuestra historia se ha tenido que volver a luchar contra la antidemocracia, contra los embates a la autonomía de las  universidades, contra el avasallamiento de gobiernos autoritarios o directamente totalitarios, y que aún no estamos exentos de esos riesgos.  En estos cien años, muchas veces se ha desvirtuado, ya sea por razones externas al movimiento o por contradicciones internas de sectores y  núcleos reformistas, la orientación y las conquistas que estimábamos definitivas. En su libro Reforma universitaria y rebelión estudiantil,  (Ed. Líbera. Bs. Aires, 1970) el Dr. Jorge Orgaz, ex Rector de la UNC, refiere y analiza con minuciosidad esos momentos históricos en los que  el reformismo debió retomar la lucha por las razones que hemos indicado. Especialmente se ocupa de las reacciones contrarreformistas que  la Reforma debió enfrentar en 1943, luego del golpe militar, y en 1945/46 ante el gobierno totalitario de Perón, como más adelante en  tiempos de la llamada “Revolución Argentina” además de alguna otra circunstancia; en ellas, el principal derecho conculcado fue el de la  autonomía de las universidades y su gobierno propio. El exhaustivo y clarificador análisis de Jorge Orgaz sobre el tema, hace innecesaria su  reiteración en esta nota, aunque no exime de reiterar las palabras con que el eximio reformista concluye el capítulo “A cuarenta años de  distancia”. Dice Jorge Orgaz: “La Reforma no podrá eludir definirse. Nació para la liberación del hombre y de los pueblos, para su mejor  capacitación técnica y para su progreso moral. Toda coerción es antirreformista y la de la inteligencia más que ninguna. Todavía la libertad y  la democracia deben ser nuestras banderas”.

Todavía la libertad y la democracia deben ser nuestras banderas. Sí. Y la autonomía y el gobierno propio con participación de estudiantes y  egresados, y sin injerencias del Estado ni componendas con funcionarios inescrupulosos; y la periodicidad de las cátedras y la docencia libre y  la provisión de cargos por concurso entre otras tantas.

Con posterioridad a los conflictos señalados por el exrector, acaecieron otros hechos de la misma naturaleza de los cuales simplemente mencionaremos someramente algunos para no prolongar esta nota más allá de lo conveniente. Hace unos años, tras un rectorado por lo  menos nominalmente reformista, a raíz de haberse utilizado los Servicios de Radio y Televisión de la Universidad Nacional de Córdoba como  botín electoral designando personal en cantidad muy superior a las necesidades de la empresa, se produjo con el tiempo y luego del paso de  otros rectores que no cambiaron esa actitud, un déficit que la Universidad no podía solventar. Bastó que la Presidente de la Nación en  entrevista con la Rectora del momento, otorgara un subsidio para levantar el déficit y convenciera a la Rectora que ella debía ser la candidata  a Gobernadora por el partido oficialista en las próximas elecciones, para que la radio y la T.V. de la Universidad, se convirtieran en  integrantes de la red de medios periodísticos entregados al proselitismo político oficial, e importantes organismos e institutos docentes  quedaran en manos de sus militantes. No podemos dejar de traer a colación también, algo de mayor inmoralidad que si bien no es nuevo,  aparece con mayor nitidez en estos días de agosto con motivo del vergonzoso destape producido por la Justicia en varias causas relacionadas  con las multimillonarias coimas de la obra pública, mediante las cuales se han enriquecido los más altos funcionarios del gobierno anterior en complicidad con poderosos empresarios, testaferros, allegados y familiares de la más amplia gama de corruptos. Allí ha quedado demostrada  la participación de algunas Universidades Nacionales, como partes de maniobras turbias, para poder contratar servicios en forma directa y  hacer pagos sin cumplir con los requisitos que exigen las normas de los organismos ministeriales, a través de las Casas de Estudio. Y hay  bastante más.

La Reforma no puede arriar sus banderas. Necesita permanecer alerta porque a cada paso reaparecen los enemigos que la obligan a  reemprender la lucha. La palabra de los encumbrados oradores en aquellas inolvidables jornadas del 18, vibró encendida y pujante para todos los tiempos y no puede silenciarse en estos. Entre esos oradores, cabe destacar con especial énfasis al ya mencionado Arturo Orgaz. Un  puñado de sus discursos de entonces integran su libro En guerra con los ídolos. En su primera página dice Orgaz que Voltaire solía  inquietarlo con la cifra exacta de los ídolos que condenó a la hoguera de su irreverencia. Y comenta: “Voltaire ignoraba que, al morir, los  ídolos habían ya parido”.

Importante advertencia. Porque aquellos ídolos que el Maestro combatió y derribó, vuelven a aparecer de vez en vez, agobiando con el peso  de su miseria y su ignorancia, el vuelo limpio de los hombres libres.

Noviembre de 2018.

Publicado en Hojas de Cultura. 2020. Compilación de una Experiencia. Capítulo II. Hojas de Historia. Editorial Brujas. Córdoba. Argentina.

Mario Argüello

Foto del avatar

Mario ARGÜELLO, nació en Córdoba, el 14 de abril de 1931. Cursó estudios secundarios en el Colegio Nacional de Monserrat, del que egresó como Bachiller Humanista y obtuvo el título de Profesor de Castellano, Literatura y Latín para la Enseñanza Superior, en la Escuela Superior de Lenguas (hoy Facultad de Lenguas) de la Universidad Nacional e Córdoba. Se ha desempeñado como profesor de Literatura Preceptiva y de Literatura Española en el Colegio Monserrat.
Ejerció el periodismo como redactor-lector del Servicio Informativo de LV3, Radio Córdoba, y se han publicado colaboraciones suyas en diarios y revistas del país como La Prensa, La Voz del Interior, La Gaceta de Tucumán, Tiempo de Córdoba, La Vanguardia, Bohemia y Figura, Laurel, Asueto, entre otras.
Ha publicado los libros de poemas: Aire amanecido (1961), El viento en las uvas (1981), Desde el otoño (2006), y De ayer y de hoy (2017) y la plaqueta “Al borde del ocaso” (2011). Poemas de silencio, de 1973, y Entre el vivir y el soñar, que obtuvo el segundo Premio Municipal de Poesía “Luis de Tejeda” en 1980, quedaron inéditos, aunque sus poemas integraron libros posteriores. Otras publicaciones: La poesía, lugar de reunión en Alejandro Nicotra (1981), Del Monserrat a Montserrat (1993), Detrás de la palabra (2000). El hombre y su dignidad (folleto – 1976). Narrativa: Cuentos leves y extraordinarios ( dos ediciones – 1997 y 2008); El envés de las sombras (novela - 2013).
Ha dictado cursillos y conferencias, y participado en lecturas de poemas en numerosas instituciones culturales del país y del extranjero.