Comenzaremos nuestro trabajo presentando el tema dominante de la actualidad, aun cuando advertimos que los hechos que rodean la cuestión se suceden vertiginosamente. Naturalmente, ocupa en forma prioritaria nuestra atención, la cruel invasión rusa sobre la República de Ucrania. Los fundamentos que esgrime el dictador Putín son de una doble naturaleza. Señala por un lado que existen dos regiones en Ucrania, donde la mayoría de la población es de origen ruso y además habla ese idioma por lo que en consecuencia tales territorios deben pertenecer a este último país. El segundo argumento es que Ucrania quiere incorporarse a la OTAN con lo cual, Rusia tendría de ser así, la mayor fuerza militar de occidente en sus narices.
Por donde se lo mire, Rusia elige deliberadamente el camino equivocado: el reclamo territorial debió ser canalizado en todo caso, ante las Naciones Unidas, con lo que eso conlleva, tal como lo hace España con Gibraltar, Argentina con las Islas Malvinas y como lo hizo Italia para asegurar la integridad del Friuli, después de la segunda guerra mundial.
Con respecto al segundo punto, Rusia no puede restringir a Ucrania, la libre determinación de sus tratados internacionales, diplomáticos, comerciales, jurídicos o militares. Menos todavía con el precedente del manotazo ruso sobre Crimea concretado en el año 2014.
La verdad es que como ha señalado Claudio Fantini “no hubo una invasión escalonada, sino un ataque masivo y simultáneo, en todos los rincones del país invadido”. Destaca Fantini que de prosperar esta ocupación de Ucrania, en la manera ambicionada, se abren para Rusia tres alternativas: anexar la totalidad de Ucrania, reconstruir el Imperio Ruso anterior a la primera guerra mundial, admitir una Ucrania amputada con un gobierno títere (1). Sea como fuere la acción de Putín y sus ejércitos, no solamente es ilegal, sino que constituye una cadena de crímenes de guerra por el ataque a poblaciones y objetivos civiles, sanitarios y religiosos.
En todo ese contexto, la actuación del gobierno argentino ha sido sencillamente lamentable. A menos de treinta días del ataque a Ucrania, cuando tal posibilidad ya era “vox populi”, el presidente Alberto Fernández visitó a Putín con una insólita afirmación: “Argentina tiene que ser la puerta de entrada para que Rusia ingrese en América Latina”. La invitación revela además una supina ignorancia. Rusia a través de la Unión Soviética de entonces, ya había entrado a nuestro continente en los años 60 para sostener la dictadura cubana de los hermanos Castro. Ahora como Federación Rusa apuntala la Venezuela sojuzgada por Maduro. Por otra parte, Rusia tiene con Brasil, un fluido, amplio e importante intercambio comercial, que desde ese punto de vista, implica un vínculo mercantil inalcanzable por Argentina.
La incursión de Fernández fue tan desafortunada que motivó reacciones diplomáticas inmediatas en nuestro país. Por una parte, el flamante embajador de los Estados Unidos, Marc Stanley, visitó la Asociación de Cultura Prosvita donde manifestó: “Acompañamos a la comunidad ucraniana en Argentina en este momento de fuerte preocupación frente a las amenazas a la independencia de Ucrania. El apoyo de Estados Unidos a la soberanía de Ucrania es inquebrantable”.
A su vez Sergiy Nebrat, encargado de negocios de la embajada de Ucrania expresó, en un conjuro de esperanza e ironía, “que Fernández aproveche su buena relación con Rusia para frenar una invasión”.
A partir de allí, nuestro gobierno anduvo a los remezones, con grandes dificultades para condenar la invasión a Ucrania. La cancillería expresó simplemente su “preocupación” y pidió “una solución pacífica del conflicto” como si no advirtiera la obviedad de la existencia de un agresor y un agredido. A la par, hubo un silencio abrumador de distintos organismos de derechos humanos cooptados por el kirchnerismo frente a un gobierno ruso “híbrido” con lo peor del zarismo y lo peor del comunismo, pero en cualquier caso totalitario. Con amigos millonarios, verdaderos oligarcas como tenían los zares y con la crueldad de Stalin, como en el comunismo de antaño.
Después de un par de lamentables abstenciones en foros internacionales, el canciller Cafiero llegó a la ONU a “condenar” la invasión con el entusiasmo de un estudiante secundario, que a medias ha aprendido la lección. Mientras tanto, la vicepresidente de la República, sin condenar la invasión actual, se remitió al año 2014, cuando Argentina votó a favor de una resolución de Naciones Unidas que defendía la “soberanía, la independencia, la unidad y la integridad de Ucrania”.
Esta es la reticencia del gobierno y parte de la intelectualidad argentina, en el país que contiene a una de las colectividades ucranianas más importantes del mundo.
Hay que vencer a Putín, maniatando el gas y el petróleo de Rusia, es decir sus grandes “commodities”, más allá de los bloqueos financieros a la oligarquía moscovita.
Se ha dicho con razón que “hoy Estados Unidos es el mayor productor de petróleo y gas del mundo. Eso le permite aumentar su producción y sus exportaciones a voluntad y ayudar a otros países a abrir también el suministro”.
“Biden debería anunciar que va a responder a este enorme desafío al orden internacional acelerando al máximo posible la producción y exportación de petróleo estadounidense para reemplazar la energía rusa”.
Por último, Japón y Corea del Sur “que tienen fuentes de energía alternativa debieran derivar “una mayor parte de su gas licuado hacia Europa”. Estas y otras medidas complementarias en torno al gas y el petróleo, son las que Fareed Zakaría del Washington Post considera idóneas para “herir de muerte a Putín en su verdadero talón de Aquiles” (2).
No sabemos por nuestra parte, si estas medidas serán realmente efectivas, pero no cabe dudas que Occidente tiene el doble desafío de no dejar escalar esta guerra brutal e injusta y al mismo tiempo deberá agotar todos los medios de acorralamiento económico, legal y moral a una Rusia belicista que ha puesto en peligro la paz del mundo una vez más.
FUENTES DE CONSULTA
- Fantini, Claudio. “Guerra lanzada por el ultranacionalismo ruso”. La Voz del Interior, 25 de febrero 2022, pág. 16.
- Zakaría, Fareed. “Cómo vencer a Vladimir Putín, de verdad”. La Nación, Bs. As., 5 de marzo de 2022, pág 13. Fuente original: The Washington Post, traducción de Jaime Arrambide.
Ilustración de Pilar Orgaz