TEORÍA Y PRÁCTICA DE LAS CRISIS ECONÓMICAS – El triunfo de Keynes

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A modo de introducción, cabe hacer un poco de historia de las teorías económicas en muy breve síntesis.

A fines del s XIX y principios del XX, cuando los datos sobre PIB no existían, escuelas económicas como la austriaca, proclamaban que la escasez no existía, que los mercados se autorregulan, que no hay desempleo involuntario y a mayor producción mayor consumo (Ley de Say), además de que las depresiones no son posibles y había que liberar al mundo de miserias innecesarias.

Se pensaba que la escasez de recursos generaba miseria y desigualdad, había que crear más bienes y el sistema se auto corregía.

El trabajo era un insumo más y si aumentaba su costo se produciría menos y habría miseria. [1]

Pero llegó 1929 y todas esas teorías del “laisses-faire, laissez passer” se vinieron abajo como castillo de naipes.

Por entonces, ya era conocido un personaje, discípulo de Alfred Marshal, que más de una década antes, con motivo de los problemas que tuvo el Reino Unido en agosto de 1914, entró en escena, siendo todavía un desconocido docente del King’s College de Cambridge, pero muy admirado por Bertrand Russell.

Se llamaba John Maynard Keynes y fue quien intervino en agosto de 1914 para salvar a Inglaterra de una cesación de pagos por no poder cumplir con el patrón oro.

La solución propuesta, aceptada y exitosa, fue que se utilizara el oro sólo para cumplir con las obligaciones con otros países, mientras que a la ciudadanía local no se le convirtiera el dinero en oro.[1]

Esto fue una clara demostración de que el mercado no todo lo podía, que las cosas no se arreglaban solas, algo que se volvió a confirmar después de la primera guerra mundial y la ruina económica de Alemania como consecuencia del tratado de Versalles, mezcla de venganza y codicia, que arrastró a Francia y Reino Unido a la catástrofe económica.

No obstante, los mercados continuaron siendo una timba financiera en la que sus actores pensaban o más podría decirse que no querían pensar en nada y que toda esa locura de “multiplicación de los panes y los peces” que ofrecía el mundo financiero y la bolsa no se acabaría nunca.

Pero todo lo extrañamente bueno se termina.

Fue el presidente de EEUU Franklin Delano Roosevelt, al asumir en 1933, a quien le tocó enfrentar la situación de debacle en que se encontraba el país con un sistema financiero que amenazaba en derrumbarse como piezas de dominó.

Llamaron a Keynes y se pudieron poner en práctica sus medidas correctoras para un mercado en ruinas, algo que chocaba de frente con las ideas liberales, de los que Keynes llamaba “economistas clásicos”.

El Estado debía invertir en obras, obras públicas con potencial reproductivo o en la creación de fábricas generadoras de fuentes de trabajo y dinero en los bolsillos de los trabajadores, que a su vez se lo gastarán y así se generaría un efecto multiplicador en la economía.

Keynes llegó a plantear la teoría de que, en situaciones extremas, si el Estado llegaba a gastar en actividades improductivas, esto era mejor que no hacer nada. Algo muy difícil de digerir por esos “economistas clásicos”.

Tampoco se olvidaba de la necesidad de esparcimiento de los trabajadores, que tuvieran buenas retribuciones para gastar y menos horas de trabajo, ya que no sólo mejoraba la calidad de vida, sino que, a su vez generaba empleos al crear nuevas actividades económicas. Más adelante se volverá a tocar el tema salarial.

Entrando ya en un repaso de las teorías económicas fundamentales, fue la Sra. Robinson quien describió muy bien las visiones de los teóricos que marcaron huella:

  • Karl Marx
  • Alfred Marshal
  • John Maynard Keynes

Al respecto decía:

“Estos tres nombres están asociados con tres actitudes hacia el sistema capitalista. Marx representa el socialismo revolucionario; Marshall, la defensa condescendiente del capitalismo y Keynes, la defensa desencantada del capitalismo. Marx trata de entender el sistema con objeto de precipitar su caída. Marshall trata de hacerlo aceptable mostrándolo bajo una luz agradable. Keynes trata de encontrar en qué aspectos ha estado equivocado, con objeto de aconsejar los medios que lo salven de destruirse a sí mismo”. [2]

En la práctica actual, es en EEUU donde se encuentran las dos principales escuelas de opinión (7 de cada 10 premios Nobel de economía son de EEUU), una de ellas, conocida como los economistas de agua dulce por encontrarse en universidades a orillas de los Grande Lagos (Chicago y Minnesota fundamentalmente) que siguen las teorías iniciadas por Marshal en Cambridge y continuada por Friedman en Chicago. La otra, los economistas de agua salada (California, Harvard, MIT, Princeton y Stanford), que siguen los principios keynesianos y sus principales representantes actuales son los premios nobel Krugman y Stiglitz. [3]

Llegando al aquí y ahora, en los últimos 15 años, el mundo vivió dos crisis económicas y como consecuencia de las cuales, vale la pena reflexionar acerca de las teorías económicas aplicadas en cada caso.

En la crisis del año 2008, bajo el gobierno de Obama se aplicaron los principios keynesianos, mientras que en la UE y con gran influencia de Angela Merkel se recurrió a los principios del liberalismo, de los “economistas clásicos”, con algunas inexactitudes o falacias tales como que, la economía de un país es como la de los hogares, que no se puede gastar más de lo que se gana. Dejando de lado la obviedad de que el Estado puede actuar sobre la masa monetaria, pero para ellos es como que Keynes no existió o se les olvidó.

Quizás lo más cierto sea que se resisten a Keynes por ignorancia, pensando que era un hombre de izquierdas y nada más lejos de ello, ya que perteneció al partido Liberal del Reino Unido, pero por muy liberal que fuera, no dejaba de ver los defectos y debilidades del capitalismo, como bien señalaba la Sra. Robinson.

Al respecto, el premio Nobel Paul Krugman [3] desbarató esa teoría en un libro llamado Acabad ya con esta Crisis y mencionado en la bibliografía de este artículo, siendo de lectura recomendada.

Así fue que, con su “receta”, EEUU salió antes de la crisis y Europa se quedó atrás.

Aquella experiencia europea de austeridad, hoy se conoce como el “austericidio”. Los pobres pagaron los errores y también falta de honestidad cometidos por los dirigentes políticos.

Así, al llegar 2020 y la crisis del COVID, fueron fundamentalmente políticos socialdemócratas como los presidentes español y portugués los que impulsaron los principios keynesianos para afrontar la crisis.

La propuesta socialdemócrata, soportó importantes resistencias por parte de los políticos de derecha de países centroeuropeos, anclados aun a los “economistas clásicos”, que por sus reticencias al gasto pasaron a llamarse coloquialmente como “frugales”, pero la crisis de 2008 y sus secuelas estaban muy frescas en las memorias y no hacer nada se los iba a llevar por delante.

Gracias a esa cercanía en el tiempo, no les quedó otra alternativa que dar el brazo a torcer, ya que sus propios electores les iban a pasar factura. Así se impulsó un gran plan de expansión monetaria, cuyos resultados ya están a la vista por la rápida recuperación del PBI previo a la crisis en la mayoría de los países de la UE.

En ese sentido, se siguió la “receta” reiteradamente proclamada por Krugman que, si no hay inflación, se puede aumentar la masa monetaria para impulsar la economía.

Cabe mencionar un pensamiento de la Sra. Robinson que, en consonancia con Keynes considera que el Estado puede gastar para proteger el nivel de empleo, como medio de mantener en marcha la economía. [4]

Pero cuando todo iba saliendo exactamente dentro de esa teoría, surge la guerra de Ucrania, aumento del precio de los hidrocarburos y consecuentemente la inflación superando el 10 %, afectando tremendamente a la canasta familiar.

Es así como uno de los países más afectados es Alemania, que se encuentra en recesión técnica, pero con buenos índices de ocupación. La razón de esto hay que buscarla en la ingenuidad política de Angela Merkel que confió en Rusia como principal abastecedor de gas, cercano y barato, pero no todo resultó ser ventajoso y no había planes de contingencia.

En el caso particular de España, aunque la inflación, también llegó a superar el 10 % interanual, todo un récord insostenible en el tiempo, no hubo problemas de abastecimiento ya que el país tenía desde hace décadas una política de abastecimiento, sobre todo de gas, diversificada, proveniente de distintos países y además una importante red de puertos de regasificación del gas licuado que llega en barcos.

Por el contrario, Alemania, a la fuerte dependencia del gas ruso, hubo que agregar el hecho de contar con muy pocos puertos de regasificación.

Además, la falta de sentido de cooperación de Francia, dificultó sistemáticamente la interconexión de gasoductos entre la península Ibérica y el resto de Europa, con la mezquindad de pensar en favorecer la venta de su energía nuclear.

Cabe agregar que, en ese sentido, Francia tampoco es un proveedor fiable de energía eléctrica, porque habitualmente el 50 % de las plantas nucleares están fuera servicio por problemas técnicos.

Basta mencionar un artículo de es.euronews.com  del 04-set-2022, en cuyo encabezamiento se puede leer:

“Crisis del coloso nuclear francés, 32 de los 56 reactores con los que cuenta Francia están parados por problemas de corrosión y mantenimiento. El Gobierno asegura que no habrá apagones, mientras la electricidad se dispara y el país importa energía”.

Auténticamente el perro del hortelano.

Así fue como España y Portugal, plantearon lo que dio en llamarse la “excepción ibérica”, para regular de manera excepcional los precios del gas destinado a producir electricidad en la península, con fuertes subvenciones del estado (unos 3 mil millones de €), lo cual no evitó, pero minoró los aumentos descontrolados de la energía eléctrica.

Por otra parte, se creó un nuevo impuesto temporal, a los ingresos extraordinarios de las eléctricas (6 mil millones de € en 2021) y la banca, que pretende recaudar unos 4 mil millones en dos años.

Esta solución, también tuvo seria oposición de los “frugales” que no tuvieron más alternativa que ceder e incluso, luego y contra toda teoría, adoptarla para sí a fin de regular el mercado.

Ninguna solución es perfecta, pero lo que sí está claro es que en esta crisis se trató de aminorar las consecuencias para los estratos socioeconómicos más bajos, en lugar de dedicarse a salvar la banca como ocurrió en la anterior crisis económica de 2008.

Además, se puso más dinero en el bolsillo de las personas con menos recursos, aumentando el salario mínimo en casi un 46 % en los últimos 6 años, favoreciendo el consumo, aunque también es cierto que parte de estos aumentos se los llevó la inesperada inflación provocada por la guerra. No obstante la diferencia en una proyección de 6 años es ampliamente ventajosa para los sectores de menores ingresos, como se podrá ver en una tabla comparativa más abajo.

Hay que destacar que, en este caso, el aumento del salario mínimo no fue generador de inflación por sí mismo, ya que hay una abundante oferta de bienes y desde las esferas gubernamentales se controla el funcionamiento del mercado para tratar de evitar los habituales acuerdos de precios a los que recurrentemente acuden las grandes multinacionales para incrementar sus beneficios. Pero como se dijo anteriormente, la guerra trastocó parte de los planes. A ello hay que agregar los efectos de una persistente sequía que ha llevado a reducir las reservas de agua al 20 %, pérdidas de cosechas y aumento de precios de la canasta familiar. Las lluvias otoñales van encaminando una recuperación que llevará aun varios meses o años.

Además, se cumplió con el objetivo de situar el salario mínimo interprofesional (SMI) en el 60% del salario medio en 2023, atendiendo a lo dispuesto por el Comité Europeo de Derechos Sociales y el compromiso del programa de gobierno.

Hay que destacar que hubo muchas voces contrarias al aumento del salario mínimo, pronosticando un futuro funesto de paralización de la economía, pero nada de eso ocurrió, la economía española siguió su senda de crecimiento, la demanda de ingenieros está disparada, superando a la oferta, señal de que la industria, pilar básico de la economía, trabaja a pleno.

Cabe destacar que no todos los países de la UE tienen salario mínimo, España es uno de ellos que por Real Decreto establece: “El Gobierno fijará anualmente, previa consulta con las organizaciones sindicales y asociaciones empresariales más representativas, el «Salario Mínimo Interprofesional» (smi), tanto para los trabajadores fijos como para los eventuales o temporeros, así como para los empleados de hogar, teniendo en cuenta el Índice de Precios de Consumo (IPC), la productividad media nacional alcanzada, el incremento de la participación del trabajo en la renta nacional y la coyuntura económica general”.´

Fue la llegada del gobierno socialista en el año 2018, la que marcó un antes y un después en cuanto a ajuste del smi, que venía rezagado y se puede apreciar en la siguiente tabla:

AÑO IMPORTE MENSUAL en 14 pagas % de AUMENTO % de INFLACIÓN ESPAÑA (1) % de INFLACIÓN ZONA €
2017 735,90 € 4,0 % 1.1 % 1,3 %
2018 900,00 € 22,3% 1,2 % 1,5 %
2019 950,00 € 5,6 % 0,8 % 1,3 %
2020 950,00 € 0,0 % -0,5 % – 0,3 %
2021 965,00 € 1,6 % 6,5 % 5,0 %
2022 1.000,00 € 3,6% 5,7 % 9,2 %
2023 1.080,00 € 8,0 % 3,2 % (2)
Índice acumulado 2017 – 2022 45,76 % 19,7 %

Como se puede apreciar, el proceso se interrumpe con el COVID y se retoma seguidamente

(1) Índice de precios al consumo, información del Instituto Nacional de Estadística

(2) Base mes de noviembre – Índice que se tendrá en cuenta para el aumento del smi

Así, han pasado ya más de 100 años desde que Keynes empezó a esbozar sus teorías y bien dice Zachary Carter [1] que, el libro de la Teoría general del empleo, el interés y el dinero, escrito por Keynes en 1936, es un libro de difícil interpretación que llevó a obtener el premio Nobel a economistas que lo interpretaron, pero esa suerte no le tocó al propio Keynes, quizás por su relativamente temprana muerte a los 62 años.

Hubo muchos premios Novel más desde que Keynes enunció sus teorías, pero no existen medidas alternativas a las keynesianas para solventar las crisis cíclicas del sistema, sólo la inacción para que todo se arregle solo se presenta como hipótesis opuesta, con el agravante de que, en este último caso, la experiencia nos dice que los pobres terminan siendo más pobres y los ricos más ricos.

También hay que destacar que no existen las soluciones absolutas, que una teoría general siempre se debe aplicar en tiempo y lugar y que los principios keynesianos no han sido la panacea absoluta, por ejemplo, EEUU terminó de salir de su crisis de los años treinta al poner en marcha su maquinaria bélica durante la segunda guerra mundial, pero la intervención previa en el mercado bancario evitó la caída en cascada del sistema.

En este punto, hay que recordar que la socialdemocracia reconoce la necesidad de los mercados, pero no su descontrol, sino que hay que monitorizar y llegar a intervenir para evitar desviaciones y garantizar el buen funcionamiento de la oferta y la demanda, evitando lo que la Sra. Robinson bien llamaba la “economía de la competencia imperfecta”, título de uno de sus libros del año 1933. Su preocupación siempre se centró en dar soluciones a los problemas de la economía desde una perspectiva científica, partiendo de Marshal, influenciada por Sraffa, respetada colaboradora de Keynes, generó una evolución de las teorías económicas del momento, apreciando los fallos de las mismas. [5]

Así y a modo de conclusión, se puede ver que, desde caminos opuestos, hay un punto de encuentro entre la izquierda democrática y la derecha liberal, ya que la primera, reconoce la existencia del mercado como mal menor a falta de otra alternativa mejor, pero que requiere un control por parte del Estado y la derecha liberal keynesiana, defiende el mercado, pero hay que mejorarlo para evitar las deformaciones del mismo.

Esto es lo que hace posible los gobiernos de coalición entre ambas corrientes políticas e imposibilitan acuerdos con el liberalismo absoluto de los economistas de “agua dulce”, que en esta última crisis tuvieron que “tragarse” sus principios e impulsar una importantísima expansión monetaria para evitar la catástrofe económica, ya que los mercados per se no podían dar soluciones a la sociedad en conjunto frente a la grave crisis del COVID.

 

BIBLIOGRAFÍA

[1] CARTER, Zachary D. El Precio de la Paz.  Editorial Paidós. Barcelona. 2021.

[2] ROBINSON, Joan. Marx, Marshall y Keynes: tres criterios sobre el capitalismo. El Trimestre Económico, 89 (356), 1175–1195. https://doi.org/10.20430/ete.v89i356.1663 México. 2022.

[3] KRUGMAN, Paul. Acabad ya con esta Crisis. Crítica S.L. Barcelona. 2012.

[4] ROBINSON, Joan. Relevancia de la teoría económica. Ediciones Martínez Roca S.A. Barcelona. 1975.

[5] MAESTRO ESCUDERO, Álvaro. Joan Robinson y la competencia imperfecta. TFG. Universidad de Valladolid. España. 2017.

 

SEVILLA, diciembre de 2023.

Acerca del autor

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Eduardo Yaglian Steiner

Ingeniero Agrónomo por la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina) -
Vicepresidende de la Fundacion ProDTI -
Ex Profesor del Departamento de Tecnología Electrónica de la Universidad de Sevilla -
Grupo de Investigación: Instrumentación Electrónica y Aplicaciones
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Situación profesional: Asistente Honorario del Departamento de Tecnología Electrónica -

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