Me escucho de manera constante decir: ”Es el sistema, estúpido…”, tratando de justificar con esa frase todas las calamidades sociales en las que nos encontramos sumergidos. Y en verdad, y sin dudarlo, creo en lo que digo, estoy convencida de manera definitiva de que esta estructura económica perversa, sin límites en sus ambiciones ni parámetros finitos en sus objetivos, nos ha conducido al lugar en que estamos y a la situación en que nos encontramos.
No puedo dejar de irme lejos y recordar a Colón, sus carabelas, la cruz y la espada, la Reina y sus joyas y esbozar una sonrisa triste al advertir cuánto nos han dejado de contar cuando obviaron decir que en aquellas aventuras marítimas de europeos del Viejo Mundo hacia territorios desconocidos, se guardaba la génesis del capitalismo. El capitalismo es un modelo de acumulación y Europa se estaba agotando. De ahí los primeros pasos del saqueo.
Vale lo anterior como pequeño preámbulo, no pretende esta nota ser un repaso histórico ni descriptivo de más y menos, de pormayores ni pormenores.
Sí pretendo referenciar a un tipo de economía que estaría a medio camino entre el sector privado y el sector público. Conocido también como tercer sector que incluye a cooperativas, empresas de trabajo asociado, sociedades laborales, organizaciones no lucrativas, asociaciones caritativas, mutuas o mutualidad y micro emprendimientos asociativos, la Economía Social y Solidaria. Y si bien es cierto no resulta sencillo enunciar una definición de este concepto, cuando se lo referencia, se encuentra una economía basada en valores de igualdad, cooperación, compromiso con el territorio y solidaridad, que hacen aparecer alternativas económicas, sociales y culturales a partir de iniciativas de comercio justo, finanzas éticas y sustentabilidad ecológica, entre otras. Generalmente es un concepto que se hace más visible, en cuanto a nuestro país se trata, en respuesta a la crisis. No olvidemos los clubes de trueque, organizaciones de desocupados, empresas recuperadas, cooperativas de trabajo y producción que, cuando las vacas enflaquecen, aportan buenamente a la encrucijada que se plantea para los sectores sociales más vulnerables. Inclusive, la figura de empresa recuperada ha sido enmarcada legalmente desde la modificación de la Ley de Quiebras y prevé la posibilidad de que los trabajadores conserven su fuente de trabajo ante la caída de la empresa.
Ahora bien, ¿por qué no adoptar esta “otra economía” como una alternativa de organización y trabajo, que se pare frente al capitalismo dominante, lo interpele y ofrezca otro modo de realización humana? No es mi pregunta una utopía. Puede ser una realidad. Por cierto, no caeré en la estupidez de agitar la bandera de “fin del capitalismo”, esa no es posibilidad que pueda ser validada en el circuito del sentido común. Pero sí apuesto a otro sistema, en paralelo, crecimiento y franco desarrollo, que haga más vivible la vida en todas sus categorías. Parémonos en la realidad, miremos para los costados (todos nuestros costados). Una realidad que nos devuelve tanto excluido, tanto pobre, tanta violencia, tanta corrupción, tanto delito, tanta degradación del medio ambiente, tanta justicia sin justicia, es una realidad que se transita bajo disposiciones de un sistema que, prima facie, ha fracasado como rector del desarrollo humano. Amigo lector, le propongo este ejercicio de reflexión.
No hay que poner en marcha costosos mecanismos ni tan siquiera hacer inversiones millonarias en dólares para lograr una aproximación a esta economía. En absoluto. Sí hay que llevar adelante una recuperación constante de valores tales como la ética, la solidaridad, la justicia y el bien común. Y sí, debo “retractarme”, puede ser altamente oneroso, básicamente cuando dichos valores ya han dejado de ser prioritarios y de ejercicio diario, en todo ámbito y situación.
Octubre 2017.
Publicado en Hojas de Cultura. 2020. Compilación de una Experiencia. Capítulo V. Hojas de Historia. Editorial Brujas. Córdoba. Argentina.