Me confieso admirador del multifacético Steven Spielberg, productor, director, guionista y editor que dio vigencia con sus películas a la corriente del “Nuevo Hollywood” y le sirvió para cosechar múltiples premios de la Academia, elogios de la crítica y, por supuesto, embolsar una fortuna difícil de calcular. Desde la espectacular Tiburón que nos dejaba sin aliento y pegado a la butaca, pasando por la disparatada saga de Indiana Jones, la dulzura de E.T., la ingeniosa Volver al futuro, la tensionante Parque Jurásico, o la perfecta recreación del libro Herbert George Wells en La Guerra de los mundos, entre otras producciones del género, Spielberg se ha servido de imaginativos guionistas para entretenernos sin pausa. |
Pero también supo tomar historias reales y dosificarlas con algún toque personal para terminar elaborando algunos filmes que muy probablemente quedarán para la historia de quien repase el vertiginoso mundo del celuloide. Spielberg, hay que reconocerlo, no le esquivó el bulto a ningún tema que tanto sirviera para entretener o hacernos pensar el mundo que vivimos o vivió la generación que nos precedió. En suma, sabe de la mixtura entre ficción y realidad, de eso no hay dudas, lo que le ha permitido poner en pantalla historias reales sazonadas con la dosis razonable de inventiva personal para hacer de su producción fílmica el atractivo de una industria que necesita recaudar para mover la maquinaria. Esto de manera alguna es reprochable en tanto se mantengan visos de verosimilitud. Podrá argumentarse en su contra cierto “patrioterismo”, pero hay que admitir que Hollywood es una factoría de donde salen y entran dólares para costear millonarias producciones.
En este marco me detengo a repasar, someramente, algunos hitos de la filmografía en las que Spielberg tomó un hecho real, lo disfrazó y aderezó, si cabe el término, para hacerlo más atractivo y comprensible al común de los espectadores:
La Terminal: historia verídica del iraní Merhan Karimi Nasseri quien, desde 1989 estuvo retenido en el aeropuerto parisino Charles De Gaulle a donde llegó después de vagar por Bélgica y Gran Bretaña, sin pasaporte y expulsado de su país por participar de una revuelta contra el sha en la época que Irán era Persia. No es el único caso: el estonio Alexander Iurkov estuvo anclado en Lisboa desde 1994 y por varios años, sin patria y sin documentos porque cuando quiso regresar a su país se negaron a venderle el pasaje aduciendo que “Estonia no existía” desde la disgregación de la Unión Soviética. Un caso extremo de burocracia kafkiana. En La Terminal el rol principal es interpretado por Tom Hanks, actor fetiche de Spielbeg y, por supuesto, hay final feliz.
La lista de Schindler (filme que sólo se alivia al final cuando las tomas son a color) se inspira en la vida de Oskar Schindler, magnate alemán asociado a los nazis que consigue salvar del Holocausto a una centena de judíos que trabajaban en su fábrica. Hoy, en Israel, hay un árbol en honor de quien fue considerado “benefactor de la humanidad”.
Puente de espías, relata un hecho real durante la guerra fría: el intercambio de un espía ruso por un aviador norteamericano en el sector de Berlín Oriental. Tom Hanks interpreta al abogado James Britt Donovan, artífice del canje, y un genial Mark Rylance se luce en el rol del espía soviético Rudolf Abel, devuelto a los rusos a cambio del piloto Francis Gary Powers cuyo avión U2 había sido derribado detrás de los Urales.
Y me queda, por último, Salvando al soldado Ryan, filme que caló hondo en adeptos al cine bélico, temática que atrapa a Spielberg y a Tom Hanks. La historia recrea la odisea de una patrulla norteamericana que a pocas horas de su desembarco en la costa francesa durante la Segunda Guerra Mundial es comisionada para encontrar al paracaidista James Ryan (interpretado por Matt Damon), perdido detrás de las líneas alemanas y cuyos tres hermanos, soldados como él, fueron dados por muertos en diferentes escenarios bélicos. Al frente de la patrulla va el capitán John Mills (Tom Hanks), un personaje ficticio al que Spielberg eleva a la categoría de héroe y quien, a costa de su vida, rescata a Ryan y lo devuelve a su hogar. El filme es una obra maestra en la recreación de escenarios bélicos, especialmente en su comienzo cuando muestra con toda crudeza la masacre que fue el desembarco aliado en la playa Omaha en la madrugada del 6 de Junio de 1944.
La tragedia narrada por Spielberg reproduce la historia real del matrimonio Niland y sus cuatro hijos varones nacidos y criados en Tonawanda, estado de Nueva York: Edward, Preston, Robert y Frederick, todos enrolados en diferentes cuerpos militares y asignados a distintos destinos durante la guerra. A Edward se lo dio por muerto en Birmania; Robert y Preston fallecieron en Normandía; y Frederick, paracaidista, fue a parar a las Ardenas, lejos del punto de aterrizaje. Los padres de los cuatro jóvenes fueron recibiendo, dea uno, los telegramas anunciando el trágico destino delos tres muertos. Quedaba la duda sobre Frederick (elficticio soldado Ryan), quien después de una semanase reencontró con sus compañeros y fue destinado a resguardar el pueblo de Sainte-Mere-Eglise donde se relacionó con el capellán militar Francis Sampson, quien, conocedor de la desaparición de los tres hermanos de Frederick, intercedió ante el mando aliado para que fuera enviado a Inglaterra y luego a Estados Unidos. A fines de Junio de 1944 Frederick se reunió con sus padres y sus dos hermanas en Tonawanda. En el hogar, como es de suponer, imperaba el dolor y el luto, que de alguna manera se atemperó cuando se produjo el regreso de Edward quien, contrariamente a lo que había informado el alto mando aliado, fue herido en Birmania y mantenido como rehén de los japoneses hasta Mayo de 1945 cuando se concretó un intercambio de prisioneros.
Frederick Niland, cuya historia inspiró el filme de Spielberg, se casó en 1950, tuvo un hijo, y dedicó su vida al ejercicio de la odontología.
Publicado en la revista nº 14 – Editorial Brujas. Córdoba. Argentina.