Conocí a Daniel Salzano, de cuya muerte se cumplen cuatro años, en circunstancias poco comunes: fue a mi llegada al madrileño aeropuerto de Barajas, en un ya lejano 1981, cuando “la tablita” de Martínez de Hoz era una tentación irresistible para cualquier argentino a lanzarse a descubrir Europa. Daniel me esperaba con el clásico cartel en el que había escrito mi apodo, con prolija letra, como...