Existe un modo común en las derechas totalitarias del mundo que consiste en mezclar casos y cosas cuando de hablar de la izquierda se trata, algo que se está dando con especial virulencia en España, a partir del mismo momento en que la izquierda asumió el poder en 2019, con una derecha exacerbada por su habitual condición de malos perdedores y auto considerados como el único poder legítimo.
Un concepto que bien definía Santiago Carrillo, ya que la derecha folclórica clerical considera que todo poder proviene de Dios y ellos son sus representantes.
La cuestión viene de lejos (siglos), siempre tratando de mantener los privilegios de una clase minoritaria poseedora de capital y poderes fácticos frente a una mayoría de pobres muy pobres. Un modelo vigente por entonces en toda Europa, pero que en España duró 40 años más que en los países centroeuropeos.
Actualmente, aunque ya fuera de época, siguen manipulando a la opinión pública con el mismo pretexto utilizado cuando surgen en el panorama político (fines del siglo XIX, principios del XX), los anarquistas violentos y luego el comunismo totalitario, ambos crueles y brutales.
Pero paralelamente, existía una izquierda democrática que trabajó por conseguir mejoras en la calidad de vida de los más débiles, por la vía pacífica. Recurrió a la negociación, a manifestaciones pacíficas que la represión convertía en violentas, y en caso extremo a la huelga como una vía para reclamar por sus derechos, algo que contradecía la prédica de la iglesia católica de ese entonces, que era la resignación; ellos proclamaban sus legítimas reivindicaciones por condiciones de vida más dignas. De modo que se enfrentaban resignación vs. reivindicación.
Así, las clases dominantes, tuvieron que ir cediendo a nuevos derechos, tales como jornada laboral de 8 horas, vacaciones pagas, indemnización por despido, humanización de las condiciones de trabajo, salud universal, educación pública; fue este último uno de los mayores esfuerzos y seña de identidad cuando en España se instala la Segunda República: combatir el analfabetismo con sus Misiones Pedagógicas.
Pero las atrocidades de los violentos fueron sistemáticamente utilizadas por los intereses mezquinos e inconfesables de las clases privilegiadas, vinculadas a las derechas sin escrúpulos, que habitualmente han contado con la complicidad de la iglesia, para generar la confusión de meter en un mismo saco a todo pensamiento de izquierda como “rojos”, “comunistas”, un “peligro para la propiedad privada” y todo tipo de difamaciones. Como bien dice el refrán: “difama que algo queda”.
A principios del siglo XX, con un pueblo que vivía en estado misérrimo desde muchos siglos, sumido en el analfabetismo, el servilismo y el hambre, mucha hambre, estaban dadas las condiciones para que fácilmente pudiera convertirse en una turba violenta, lo que sirvió para generar los argumentos golpistas, a fin de restaurar y mantener la vida privilegiada en una sociedad con justicia diferenciada para ricos y pobres.
Robar en el ejercicio del poder no tenía juicio ni castigo, pero quienes robaban para comer tenían que asumir duras condenas.
Y qué decir de la “justicia militar”, durante la dictadura franquista.
Una vez pasada la guerra, se desarrolló un régimen de terrorismo de Estado, en el que los acusados llegaban con la condena previa y no se permitía excederse al defensor militar que no era abogado y debía obediencia a sus superiores. En cada pueblo era el cura párroco el principal “consultor” sobre el “buen” o “mal” comportamiento cristiano de sus habitantes.
Todos esos procesos están aún pendientes de anulación, en todos los casos post mortem, ya sea por fusilamiento, garrote vil, enfermedades en cárceles inmundas, trabajo esclavo contraviniendo todas las leyes internacionales al respecto (cínicamente le llamaban “redención de penas”) y en el mejor de los casos por avanzada edad entre rejas.
En definitiva, una parte importante de las fuerzas armadas de entonces, auxiliadas por Hitler y Mussolini, con el beneplácito de la iglesia, se levantó contra el gobierno democráticamente elegido, con el pretexto de que se estaba viviendo una anarquía en la que se incendiaban iglesias, se mataban curas, se violaban monjas y se saqueaban los grandes latifundios del sur para poder comer.
Pero no se toma en consideración, cuál hubiera sido el resultado de los hechos, si las fuerzas armadas, como les correspondía, se hubiesen mantenido leales a sus mandos naturales, para mantener el orden legal, como lo hizo una buena parte de ellas, que luego, vaya paradoja, pagaron duro castigo supuestamente por haberse sublevado.
El mundo al revés, los sublevados eran los salvadores de España y el cristianismo, mientras que los leales al gobierno democrático pasaron a ser los sublevados. Todo ello en un régimen de terrorismo de Estado, que perduró durante muchos años después de haberse proclamado vencedores. Único caso en la historia en que un ejército vencedor siguió matando aun cuando la guerra estaba sofocada y todo ello con un caudillo bajo palio.
Así, la sublevación militar, llevó a un impase de 40 años, en el que España estuvo separada de los países de la Europa civilizada, hasta la muerte del dictador en 1975, cuando comienza una transición a las libertades y la democracia, algo que ya necesitaban las clases dominantes para poder entrar en el mercado europeo y para que España fuese tomada en consideración, más allá de un lodazal de barbarie.
Pero el proceso de reivindicación, por los derechos humanos pisoteados por la dictadura franquista, demoró bastante tiempo, ya que comenzó con la Ley de Memoria Histórica durante el gobierno de Rodríguez Zapatero en el año 2007 y fue detenido abruptamente por un Rajoy que presumía de no haber destinado ningún presupuesto para ello. ¿Pretexto? Mirar al futuro.
Según ellos, no conviene estudiar la historia porque significa abrir heridas. Pero, por otra parte, ahora que el País Vasco está pacificado, sí cabe recordar permanentemente la barbarie del otro extremo que fue ETA; eso sí vale la pena, aunque hayan sido derrotados, y sus secuaces hayan cumplido o estén cumpliendo condenas sin paliativos. No hubo perdón para quienes tenían las manos manchadas de sangre. Algunos arrepentidos, previo renegar de la violencia, se han incorporado a la vida democrática; o sea, con dos condiciones previas fundamentales: haber cumplido el castigo, pagando su deuda con la sociedad, y renegar de la violencia, Así, el País Vasco se ha ido encaminando a la normalidad democrática; ya no hay terror.
Pero en la derecha folclórica, los partícipes del terrorismo de estado murieron sin haber mostrado arrepentimiento (muy cristianos eso sí) y a sus descendientes les cuesta muchísimo renegar de la dictadura, como si nada hubiera pasado.
¿Es que el perdón solo les cabe a ellos? ¿Elegidos de Dios? Se equivocan, esa denominación ya tiene “marca registrada” en otro pueblo que España expulsó hace V siglos. Pero eso es otra historia.
La situación da una nueva vuelta de tuerca con la moción de censura a Rajoy en 2018, acorralado por la corrupción y la consecuente entrada de la coalición de izquierdas (2019), lo que lleva a que salten todas las alarmas de la derecha cavernícola, porque ellos, que se autodenominan “españoles de bien”, temen la revelación de las atrocidades cometidas por sus antepasados cuyos apellidos, fundamentalmente compuestos, llevan con pedante orgullo.
Se ampliará de manera importante con la nueva Ley de Memoria Democrática y entre otras cosas, vaya barbaridad, van a perder los títulos de nobleza que Franco emitió a diestra y siniestra, lo que seguramente terminará en los tribunales por aquello del “derecho adquirido”; y como esta gentuza vive de la frivolidad, seguramente pleitearán.
Así es que ahora vuelven a utilizar los mismos argumentos en contra de la izquierda, esa izquierda violenta y totalitaria de la que ya nada queda en el ámbito europeo, y predicen grandes calamidades por lo que definen, “insultantemente”, a su manera, como gobierno “social-comunista”, pues olvidan o más probablemente ignoran, que hace 40 años Mitterrand, quien asumió en 1981 la presidencia de Francia, pacto mediante con el partido comunista (PC), llevó adelante un gobierno de progreso, sin ninguna de las calamidades proclamadas por la ultra derecha y se erigió en uno de los grandes hacedores e integradores de la Unión Europea o Comunidad Económica Europea (CEE) como se denominaba entonces y así fue hasta el año 2009.
Varios años antes de que España entrara en el mundo civilizado de la democracia, puede que tampoco lo sepan, muchos municipios italianos, también eran gobernados por el PC, que se incorporó a las normas democráticas como euro comunismo y no pasó nada. Es verdad que todavía siguen llevando la pesada carga de no condenar la dictadura de Cuba, pero allá ellos. Está claro que no pretenden eso para Europa y hoy rescatan la figura de Antonio Gramsci, un comunista humanista al que, en su momento, plena época de Stalin, dejaron morir en las mazmorras de Mussolini.
En la España de la transición hay que reconocer muchos cambios de posturas que ayudaron a la conciliación por parte del PC y otras agrupaciones anarcosindicalistas como la CNT, que tuvieron gran beligerancia durante la guerra civil y cuando llegó el momento en que se necesitaba salir adelante, adhirieron a los pactos de la Moncloa. Pero ese paso de página en tiempo y lugar no significa que, con respecto a las atrocidades de la dictadura, “eso no se toca y se olvida”, como pretenden los totalitarios de derecha.
Corresponde a un país civilizado reivindicar la humillación, tortura y martirio que el fascismo infringió a sus ciudadanos, algo que ya hace muchos años hicieron Alemania e Italia. España está muy rezagada todavía en lo que a diferenciar la civilización y la barbarie de su historia se refiera.
Las nuevas generaciones tienen que saber acerca de los sufrimientos padecidos por sus antepasados. Los pueblos deben conocer su historia y en España, los golpistas ganaron una batalla que consideraron definitiva en 1939, pero en 1977 se ganó definitivamente la guerra con las primeras elecciones democráticas desde las últimas celebradas por la Segunda República en el año 1936. La guerra la ganó la democracia, aunque la lucha durara 40 años. Algo de lo cual la derecha actual no quiere enterarse, porque reniega de la democracia, con un discurso muy retorcido.
Cabe lo de “derecha actual”, porque España tuvo importantes personalidades republicanas liberales, imposible de incluir en la izquierda totalitaria, pero tampoco en el fascismo. Eran auténticos liberales que terminaron en el exilio frente al fascismo que todo se lo llevaba por delante. Basta recordar nombres como Manuel Azaña, Miguel Maura, Niceto Alcalá Zamora, Diego Martínez Barrios, etc.
Es muy posible que ignoren estas cuestiones y se nieguen rotundamente a que sus hijos aprendan la historia crítica de aquellos acontecimientos en las escuelas, siguiendo la línea civilizada que una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial (1945), iniciaron Alemania e Italia.
Cabe a esta altura hacer alguna referencia acerca de la actualidad cercana. Pedro Sánchez fue secretario general del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) entre 2014 y 2016; se vio obligado a renunciar frente a una dirigencia que después de dos elecciones sin ganadores, en las que los partidos se repartieron minorías, con muchas dificultades para formar gobierno y no aceptando la abstención de su partido para facilitar el gobierno de Rajoy, se encontró sin apoyo y renunció a su cargo y a la banca de diputado (esto último lo hizo por dignidad). El partido pasa a ser manejado por una gestora hasta nuevas elecciones internas.
Inicia entonces una tarea casi en solitario y con el apoyo de unos pocos dirigentes que compartían su posición; recorre el país y apela a las bases del partido que no estaban de acuerdo con los designios de la dirigencia que facilitó el gobierno de Rajoy, ya muy tocado por la corrupción. Recibe incluso el apoyo económico de los militantes, mediante el denominado sistema de “crowdfunding”
De esta manera, el año 2017 y previas elecciones internas, retoma la Secretaría General, en un proceso que puede calificarse de muy meritorio, ya que el “caballo del comisario” era otra candidata, de dudosas cualidades para el cargo, pero se puede decir que fue el triunfo de la militancia frente al aparato del partido.
Llega el año 2018 y el Partido Popular (PP) sumergido en el lodazal de la corrupción que lo ahogaba. Fue cuando el PSOE presentó una moción de censura que contó con apoyo mayoritario de partidos de distinta extracción, salvo lógicamente el PP, VOX y Ciudadanos que empezaba su andadura a la derecha.
Los problemas comenzaron cuando hubo que tratar los presupuestos del año 2019, que tuvieron que prorrogarse ante la imposibilidad de lograr los apoyos necesarios, con lo que se convocan nuevas elecciones. La gran responsabilidad la tuvieron en ello los partidos separatistas catalanes que en su momento apoyaron la moción de censura.
El PSOE obtiene nuevamente la primera minoría, mientras que los tres partidos de derecha no sumaban la mayoría necesaria para formar gobierno y mantenían su hostilidad, impidiendo así la formación de gobierno, lo que dejó en muy mal lugar a Sánchez, que durante la campaña electoral descartó todo tipo de acuerdo con el líder del partido Unidos Podemos (UP), Pablo Iglesias, pero ante el resultado de las elecciones, dejó de lado su promesa inicial y formó gobierno de coalición con UP. Ese era en definitiva el mandato popular, resultado de las elecciones, pero había hablado de más y dejó un flanco vulnerable para los ataques de la derecha por su promesa incumplida, lo que inmediatamente calificaron de traición.
La derecha hizo su trabajo: intransigentes (por “patriotismo”) para una abstención que hubiese evitado ese pacto con la otra izquierda, que los “horrorizaba”, pero sabedores de que introducían a la política española en un callejón de una sola salida, que era pactar con UP. No tenía sentido volver a llamar a elecciones, había que atender a los resultados, el bipartidismo estaba y seguramente seguirá estando acabado.
Pero la simple suma del PSOE y UP no alcanzaba, además había que sumar los votos (sin coalición), con partidos nacionalista-independentistas, de izquierda y derecha (vascos y catalanes de izquierda), más algunos partidos regionalistas.
Eso les dio y sigue dando pretextos de estar “horrorizados” con lo que llaman gobierno “Frankenstein” y tratan de confundir apoyo con coalición.
Mucha oposición a todo, siempre en nombre de España, pero programa alternativo de gobierno, ninguno. Eso sí, muy “patriotas” por su intransigencia. La política está aún lejos de ser un arte para ellos; solo saben expresarse a mamporros e insultos. (El viejo dilema de civilización o barbarie).
Poco se puede esperar de los políticos que hacen de la intransigencia su modus vivendi. No son aptos para la democracia.
El principal atributo curricular del actual secretario general del PP, es el de campeón mundial de lanzamiento de carozo de aceituna. Todo un mérito de fuerza de escupitajo.
La realidad es que, como ya se dijo, con el bipartidismo acabado y la suma de las izquierdas en mayoría, no cabía desatender ese llamado de la soberanía popular. Las izquierdas se tenían que poner de acuerdo y rebajar sus diferencias, que eran muy importantes y se mantienen, pero hay que gobernar el país y Sánchez tragarse su exceso de verborragia.
Así, las intenciones iniciales de Pedro Sánchez naufragaron; la derecha no dudó en calificar esto como gobierno ilegitimo y formular toda clase de improperios. Como ese había sido, en definitiva su plan inconfesable, se disputaron a ver cuál de los tres era más de extrema derecha.
En esta “carrera” de las derechas, el papel más lamentable fue el del partido Ciudadanos −a los otros ya se les conocía− que surgió como el partido de derecha liberal que tanto necesitaba España; torció su rumbo a la derecha extrema, lo que lo llevó a un merecido desastre electoral. Se debate ahora en tierra de nadie y no merece la confianza de los votantes que tuvo; al pasar en el año 2019 de 57 a 10 escaños, varios de sus dirigentes de primera línea se quedaron sin “empleo”. Posteriores elecciones regionales confirman su camino a la desaparición. Una mezcla de fraude y frustración para sus votantes. Los pocos dirigentes que quedan con escaños están aferrados a sus bancas, que seguramente perderán en las próximas elecciones. No se aprecia dignidad, no renuncian, aunque ya no son nadie; pero no se descarta su incorporación al PP, donde caben todos.
Mientras tanto el PP, a través de su representante madrileña, se presenta con todo desparpajo como la alternativa entre “libertad y comunismo”. Ya se habló anteriormente acerca de la integración en el juego democrático de los comunistas actuales, único medio de supervivencia que disponen en el entorno europeo.
Pero es muy importante aclarar el concepto de libertad de estos señores de la derecha, que tanto manosean la palabra libertad. ¿Para abortar? ¡No! ¿Para la eutanasia? ¡No! También no al aborto, no al matrimonio homosexual ni a la libre elección de sexo, tampoco al divorcio. No a nada de eso.
Dicho esto, hay que hacer hincapié en el hecho de que, en países del entorno europeo, son normales las alianzas entre izquierdas y derechas democráticas; pero en España falta esa derecha democrática, que sí la hubo en la República y que en un momento parecía haber vuelto a existir, pero resultó un fraude; con lo cual hay una parte de la ciudadanía a la que le falta un partido que la represente.
Esto es así porque en la realidad política del conjunto europeo actual, el problema no son los partidos de ultraizquierda o antisistema, sino los partidos de ultraderecha filo nazi-fascista, que están surgiendo en todos los países como consecuencia del descontento popular, fruto de la crisis de 2008 que dejó una sociedad con ricos más ricos y pobres más pobres, que expresan su rebeldía votando a partidos que predican el odio, como es VOX en España y que disponen de fuentes de financiación de esos “ricos más ricos”, incluyendo sectores católicos fundamentalistas entre sus adherentes.
Se ceban especialmente con los extranjeros, que por una parte dicen que viven sin trabajar, mantenidos por el Estado, lo que es una falacia. Pero, además dicen que quitan el trabajo a los nacionales. Una cosa y la contraria al mismo tiempo.
La realidad es que, en todos los países desarrollados, hay trabajos que no quieren hacer los locales por sus duras condiciones y porque tienen alternativas de ayudas oficiales para paliar su situación económica.
Así, son esos extranjeros, mano de obra barata, muchas veces explotados porque son indocumentados, viviendo en condiciones misérrimas, los que garantizan que todos los días haya en la mesa de los hogares europeos productos frescos recién cosechados. Mientras que la extrema derecha se suma a ese discurso del odio y últimamente se centran en los menores inmigrantes. Siempre contra los más débiles, sin ningún tipo de escrúpulos.
Los discursos de VOX, siempre fueron traducción literal de los de Trump, y ahora que ese canallesco personaje no está, acuden a otro espécimen similar, cual es Viktor Orbán, primer ministro de Hungría, un homófobo con vocación de dictadorzuelo.
Dentro de todo ese desafío futuro, todavía colea una pandemia que afecta la economía del país y sume en la incertidumbre a muchos hogares.
Los “socios” nacionalistas catalanes merecen mención aparte. Aunque se definen de izquierda, esto constituye grave contradicción con los principios internacionalistas de la izquierda, ya que en ella no caben los sentimientos supremacistas que encierran los nacionalismos. De allí que esta gente, que votó para llevar al gobierno a Pedro Sánchez, ahora no es fiable, a la hora de necesitar su apoyo frente a la derecha, porque están más preocupados por sus pretensiones individualistas, además legalmente imposibles.
¿Podrá Pedro Sánchez, después de los errores cometidos, convencer a la ciudadanía acerca de esta realidad y sacar adelante su proyecto integrador?
SEVILLA, agosto de 2021.