Quien desee adentrarse en la historia del tango, encontrará en los anaqueles de cualquier librería abundante material para ilustrarse sobre un compás que mixtura acordes de diferentes culturas, desde la nostalgia de inmigrantes europeos hasta ritmos caribeños, potenciado por el excelso bandoneón importado de Alemania.
En ese devenir del tango, con todas sus variantes y expresiones creativas al paso de un largo siglo, numerosos autores, letristas, cantores y orquestas dejaron su impronta para el recuerdo, y mencionarlos a todos, o a algunos de ellos, podría herir la susceptibilidad de quienes se inclinan por uno u otro. De Gardel a Julio Sosa pasando por Goyeneche; de Roberto Firpo a Osmar Maderna pasando por Héctor Varela y Mariano Mores, hay para todos los gustos; sin olvidar el “fuelle” de Aníbal Troilo, “Pichuco”, el bandoneón mayor de Buenos Aires, maestro de un discípulo que revolucionó el tango, cosechó admiradores y detractores por igual, pero del que no se puede negar su maestría para el bandoneón y una creatividad fuera de todo límite: Astor Piazzolla.
Dotado de una sensibilidad especial, Piazzolla compuso piezas de incomparable belleza y sensibilidad, como es el caso de “Adiós Nonino”, en homenaje a su padre, Vicente Piazzolla, conocido como Nonino, admirador fanático de Gardel y Julio de Caro. Nonino le regaló al pequeño Astor su primer bandoneón con el que inició la imparable aventura musical, uno de cuyos eslabones fue “Balada para un loco”, una pieza que revolucionó una época (año 1969) en la que el hombre pisaba la Luna y Woodstock marcaba a la generación hippie.
“Balada…” nació de la inspiración del poeta uruguayo Horacio Ferrer, quien junto a Piazzolla y una Amelita Baltar de sólo 29 años y novia de Astor, conformaban un trío que hacía las delicias de los habitués de Michelangelo. “Un día de ese año –cuenta Amelita en nota del periodista Gabriel Plaza publicada en La Nación el 23 de noviembre de 2019– Horacio llegó entonando la frase ‘ya sé que estoy piantao’ que fue el disparador de Balada…” Músico y poeta estuvieron semanas armando el tema. “Yo escuchaba todo lo que estaban haciendo –continúa Amelita– y un día me dijeron: ‘estamos escribiendo una que no sabés lo que es; cuando la terminemos la vas a grabar’. Era un tema rareli, con un recitado y un valsecito, pero me gustaba”. La cantante reconoce que le costó acomodar su voz a una música y recitado que se nutría también del espíritu roquero de la época que tenía a Manal y Almendra, entre otros, como a los principales exponentes. “Esos versos del comienzo pegaron fuerte; era algo casi teatral cuando dicen: ‘Las tardecitas de Buenos Aires tienen ese qué sé yo, ¿viste?/ Salgo de casa por Arenales, lo de siempre, en la calle y en mí/Cuando, de repente, de atrás de ese árbol, se aparece él/ Mezcla rara de penúltimo linyera y de primer polizonte en el viaje de Venus’. Era algo psicodélico, pero tenía mucho de lo cotidiano. Yo salía todos los días de mi casa en la calle Arenales…” Y agrega: “Hay otra estrofa ligada a aquellos momentos cuando dice: ‘No ves que va la Luna rodando por Callao (…) y un corso de astronautas y niños con un vals me baila alrededor’; allí Horacio (Ferrer) cuenta cómo lo impactó la visita que hizo a Buenos Aires el astronauta que pisó la Luna (Neil Armstrong), y fue paseado en caravana en un auto descapotable por Callao mientras los chicos y sus mamás gritaban y aplaudían”.
Después de un tira y afloja con la compañía grabadora, el tema se estrenó en el Luna Park el 16 de noviembre ante más de mil personas y un jurado integrado, entre otros, por Horacio Malvicino, Vinicius de Moraes y Chabuca Granda. Amelita Baltar rememora aquella jornada: “No disfruté nada. Por momentos me iba del tono porque la orquesta estaba en el foso y no la escuchaba de tanto que chiflaba el público; algunos aplaudían y otros nos tiraban monedazos. Escuché que me insultaban, pero seguí adelante y terminé la canción. Fue la locura total”. El jurado dio su veredicto a favor de la “Balada para un loco”, pero la gente se enardeció; entonces se convocó a diez mujeres para un “voto popular” que dio ganadora a “El último tren” cantada por Jorge Sobral, tema que nunca trascendió. “Aquello fue un blef ”, sentencia Amelita.
Pasado el mal trago del Luna Park y pensando que “Balada…” era sólo un mal recuerdo transcurrieron algunos días donde cada miembro del trío masticaba su bronca y hacía el duelo sin saber que el sello grabador había lanzado el tema apenas después de la noche del Luna. Amelita recuerda aquellos momentos: “Cenábamos en el departamento de Astor cuando sonó el teléfono. Era Aníbal Troilo. ‘¿Ustedes se dieron cuenta de que escribieron la segunda Cumparsita?’ Astor quedó helado. Nunca se había esperado un elogio semejante de su maestro. Le pegó bien, pero quedó boquiabierto varios minutos”. Y remata: “Esa misma semana nos llamó el gerente de Columbia (el sello grabador). Yo pensé que nos iban a despedir por lo del Luna Park; pero no, nos dijo que pensaba que algún lío se iba a armar, pero nunca pensaron que en una semana se iban a vender 200 mil placas. Fue una locura para el tango”.
Así nació y se consagró una pieza musical memorable.
Publicado en la revista n° 15 – Editorial Brujas. Córdoba. Argentina.