A comienzos de la década de 1990, cuando faltaban apenas 10 años para la finalización del siglo, en Córdoba apareció una nueva tendencia urbanística que en poco tiempo iba a extenderse a todo el ámbito provincial: el barrio cerrado, comúnmente llamado country por esa cholula costumbre que tenemos los argentinos de usar términos extranjeros. Y si son anglosajones, mejor.
La primera urbanización de este tipo fue Las Delicias, entroncada en el faldeo de las Sierras Chicas, en una zona agreste y de indudable belleza natural. Quienes tuvieron oportunidad de ingresar a ese barrio, como meros visitantes, se maravillaron por la fastuosidad y buen gusto de las construcciones. Es que Las Delicias había sido concebido para una clase social de alto poder adquisitivo deseosa de vivir en un ambiente semi rural, urbanizado inteligentemente, dotado de sectores de amenidad y, especialmente, de seguridad.
Muy pronto la experiencia se multiplicó gracias a la oferta de lotes y viviendas de precio más accesible, lo que permitió el ingreso de la clase media a estas urbanizaciones. Desde entonces, el territorio provincial se pobló de barrios cerrados con una variada gama de costos y exigencias arquitectónicas, pero privilegiando siempre la seguridad, una preocupación constante de los habitantes que, vale decirlo, nunca estuvo ni está plenamente garantizada. Como su nombre lo indica, la cerrazón consiste en altas alambradas, guardias rotativas y permanentes y una estricta vigilancia y control de quienes entran y salen del predio.
Por su proximidad con la Capital, la zona de las Sierras Chicas fue –sin dudas─ el terreno más apetecible para los urbanistas que montaron un negocio millonario a costa del espacio público y profundos cambios en el tejido social. Calles, plazas, bosques nativos y lugares de esparcimiento quedaron vedados para quienes no vivieran en estas urbanizaciones, y, paralelamente, modificaron el contacto vecinal que fue señal distintiva y amigable de otros tiempos. Esta cuestión de los lazos vecinales da para un análisis sociológico que se lo dejo a los especialistas. Me importa sí el aspecto urbanístico como fenómeno que va cambiando paulatinamente el paisaje, pero a la vez –hay que reconocerlo─ soluciona parcialmente el grave problema de falta de créditos accesibles para viviendas sociales, es decir, de casas para las familias de menores recursos.
Si bien no hay un registro catastral fehaciente de la cantidad de barrios cerrados en toda la provincia de Córdoba, se calcula que por lo menos hay doscientas urbanizaciones de estas características, en las que la privatización del espacio público impide el ingreso de quienes, con prejuicio, son llamados “los de afuera”.
En el Departamento Colón es donde se produjo la expansión más notoria; y un simple relevamiento revela la proliferación de estas urbanizaciones.
Veamos: en La Calera no falta mucho para que un tercio de su población viva en barrios privados. En esa ciudad están La Cuesta, La Estanzuela I y II, Jardines y Balcones de la Estanzuela, Altos de La Calera, Los Prados, La Rufina, Cinco Lomas, El Calicanto y La Deseada que se erigirá en el predio de Laguna Azul.
En Villa Allende, contabilizo Chacras de la Villa, Casonas del Golf, Cumbres del Golf, La Herradura, La Paloma, Prados de la Villa Housing, San Alfonso I y II, San Isidro, Solares de San Alfonso, Terrazas de Villa Allende y La Morada.
Y así podríamos seguir con Río Ceballos, Unquillo y Mendiolaza donde uno de los loteos ─El Terrón─ generó enormes controversias porque se deforestaron varias hectáreas de bosque nativo para construir una cancha de golf.
Surge entonces una pregunta obligada: ¿debe impedirse la construcción de barrios cerrados? De ninguna manera, porque en definitiva brindan una solución al grave problema de crisis habitacional. Pero estos emprendimientos deben regularse con inteligencia, racionalidad y sentido común; con respeto al entorno natural; con provisión de servicios que se prometen y no se brindan; y teniendo en cuenta que estas urbanizaciones nacieron y se extendieron bajo un imperativo común: la inseguridad, un azote que las autoridades competentes no han sabido solucionar.
Abril de 2017.
Publicado en Hojas de Cultura. 2020. Compilación de una Experiencia. Capítulo IV. Hojas de Historia. Editorial Brujas. Córdoba. Argentina.