Apuntaremos en primer lugar a los aspectos básicos de los números y porcentajes expresados en esta elección.
Comenzaremos por lamentar la alta abstención electoral de nuestros ciudadanos. Un tercio del padrón no fue a votar. Los gobernantes, los partidos políticos y la sociedad en general deben meditar este dato, porque significa que muchas personas están enojadas con la política o al menos no se sienten representadas por ningún partido o coalición.
Computando los dos tercios restantes el pueblo argentino se expresó de la siguiente manera: la Libertad Avanza, sola con el PRO o en acuerdo con algunos oficialismos locales, obtuvo el 40,78% de los votos, el Kirchnerismo y sus partidos aliados reunieron el 31,63% de los sufragios, la alianza Provincias Unidas cosechó el 7,06% de las voluntades y luego el 20% de las boletas restantes, benefició a variados partidos.
Distintas son las causas que llevaron al triunfo del oficialismo, algo impensado apenas un mes antes de los comicios, cuando densos nubarrones amenazaban una tormenta política sobre el país.
En efecto: a la derrota de la Libertad Avanza a manos del kirchnerismo en las elecciones provinciales bonaerenses celebradas en septiembre pasado, le habían antecedido diversos hechos que parecían suficientes para erosionar el crédito con que se iniciara el gobierno libertario.
El éxito cierto que ha tenido el presidente Milei en reducir drásticamente la inflación, reposa en parte en una anomalía. Durante dos años el ministro Caputo operó la macroeconomía a su antojo sin que los presupuestos 2024 y 2025 pasaran por el Congreso.
Ese es el aspecto falso de la política económica. Se usaron libremente en ese lapso, miles de millones de pesos que debieron haber llegado a las provincias (Julián Cañas, La Voz del Interior, 8/11/25 pág. 7). Como puntos positivos de la acción oficial, cabe reconocer, la reducción del número de agentes públicos, que no cumplían funciones concretas o necesarias, aun cuando no han faltado injusticias o casos donde han pagado justos por pecadores.
También es evidente que hubo una drástica ruptura con los jefes piqueteros que venían consagrados como gerentes de la pobreza. Únase a ello la disminución de la tasa de criminalidad y otros delitos, alcanzada en los dos últimos años.
Pero lo que venía dañando al gobierno era esa irrefrenable tendencia a la soberbia y el destrato contra la oposición y al periodismo, al punto de que este mismo aspecto haya sido tratado especialmente en la reunión anual de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).
Han sido maltratadas muy prestigiosas instituciones del Estado, reconocidas en el mundo entero como las universidades de Córdoba y Buenos Aires, el INTA y el CONICET por ejemplo.
Ha habido también situaciones muy turbias, supuestos episodios de corrupción y narcotráfico que deben aclararse. Nos referimos a los “affaires” Libra, Spagnuolo y Espert.
Sin embargo, el resultado de la elección provincial bonaerense y el riesgo de un triunfo kirchnerista en los comicios nacionales, llevó a mucha gente a recordar los desastrosos gobiernos de Cristina y Alberto Fernández que nos llevaban al caos institucional y la inflación sin límites, de manera que todo ello obró en favor de un gobierno libertario con las características que hemos descripto.
Ya sobre la fecha de esta elección nacional de medio término, se sumó la ayuda de los Estados Unidos, invalorable para un gobierno acosado por la volatilidad financiera. Es decir, que el presidente Milei ha obtenido una nueva oportunidad y un crecimiento en su representación parlamentaria.
Veremos si en los próximos dos años se normalizan las relaciones entre la Nación y las provincias y veremos también si las mentadas reformas laborales, tributarias y penales, derivan de un consenso parlamentario razonable o profundizan las grietas en el seno del pueblo argentino. Es necesario que estas reformas constituyan políticas de estado, expresiones de seguridad jurídica y garantía para los inversores.
Más allá del análisis que hacemos acerca del oficialismo, hay que agregar que la derrota del kirchnerismo ha sido absolutamente merecida. Esta variante populista empobreció a los argentinos como nunca antes, robó “a placer”, en un latrocinio que supera cualquier antecedente, convirtió a la familia gobernante en hotelera y terrateniente a través de la caja de la obra pública como lo demuestran las constancias de las causas “Vialidad” y “Cuadernos”.
Por último, el opaco rendimiento de “Provincias Unidas”, habla de un conglomerado hecho de apuro, heterogéneo en su composición y que no tuvo, al menos por ahora, una propuesta clara y realizable. El resto de los votos se dispersó entre algunos partidos de la izquierda dogmática y estatista, de peronismos disidentes (Natalia de la Sota y otros) y diversas expresiones provinciales. En el lote estuvo también un radicalismo fantasmal (Mestre en Córdoba, Loustou en Buenos Aires, reacio a cualquier alianza.
Está vacante el espacio progresista que sepa matizar un Estado presente y eficiente en salud, educación, justicia, seguridad, ciencia y tecnología, con la concurrencia amplia de un mercado competitivo y por fin con estímulos a la genuina economía solidaria que desarrollan las cooperativas y mutualidades ajustadas a sus respectivas leyes.
