Un barrio suburbano,
una esquina cualquiera.
Un farol que desgrana
su luz amarillenta.
La luna dibuja la silueta
de casas herrumbrosas,
de gente quejumbrosa,
que vibra en la emoción……
tal vez la noche oscura,
simplemente la noche
que oculta miseria y dolor.
Un bar o un cafetín,
algunas mesas viejas,
el piso de madera,
testigos de ilusiones,
romances, soledades y fracasos.
El malevo y su grela,
el compadrito y su paica,
un pucho en la oreja,
un tajo en la pollera,
reto sensual de cortes y quebradas.
En el centro de la escena
un bandoneón que se queja
un cantor con voz enronquecida
por el cigarrillo y el alcohol.
Una atmósfera densa.
En un rincón, algún curda lunfardea
confusas historias de coraje
enredos, cuchilladas y peleas.
Con lápiz y papel en la otra esquina
el poeta rumea
versos de angustias, dolor,
de barro, miseria, injusticia,
algún amor que no se dio.
Allí en ese escenario de suburbio
el tango adquirió experiencia
amasó su adolescencia
hasta que fue mayor.
Enaltecieron su presencia
Gardel, Cadícamo, Contursi, Discépolo,
Le Pera y cuántos más.
De barrio arrabalero
maridaje de malevos, compadritos y cirujas
de un tranco y por tranvía,
sin smoking y sin guantes
copó los salones elegantes
de una nube presumida.
En el cordaje de guitarras
en la voz melodiosa de un cantor
viajaron por el mundo
sus versos, acordes y armonías
y el mundo lo aplaudió.
Hoy………
es tarjeta de presentación
de un pueblo, de una época.
Cultura con rango y pretensión,
el tango es nombre propio,
identidad de una nación.