Una imagen que sobra y exclusiones de género
El 8 de marzo de este extravagante año 2024, provocativamente en el día internacional de la mujer, el dúo fraterno temporalmente a cargo de la Casa de Gobierno de la República Argentina, al parecer cada vez más rosada por el pudor que le provoca la desvergüenza de sucesivos ocupantes, reemplazó el Salón de las Mujeres, transformándolo en Sala de los Próceres, con el correspondiente cambio de retratos.
Los próceres de las naciones son las personas, cualquiera fuese su género, cuya altísima distinción, dignidad y servicios prestados a la Patria, entradas a la Historia nacional con reconocimiento general de sus hijos, y como ejemplos de vidas y conductas, merecen el consenso y gratitud unánime, glorificación que presupone el transcurso del tiempo suficiente para atenuar las pasiones y divergencias de opinión a su respecto, en el conjunto de la comunidad, factor temporal que opera de filtro, asegurando la objetividad del juicio de los pueblos.
En el sendero de las aclaraciones semánticas, además de precisar el concepto de procerato, hemos de hacerlo sobre el de moral o Ética, esa parte de la Filosofía y de la Ciencia que trata del bien y de la bondad, distinguiéndolos de la malicia y las diversas formas en que se manifiesta, en las acciones humanas. Ello así puesto que la figura del prócer es a la vez emblemática de una moral de muy elevada magnitud. Inmoral es lo opuesto a la moral. Amoral es la carencia de ella. Malicia es la inclinación a la maldad. Mendaz es el aranero, mentiroso, falaz.
Alguien que se vanagloriaba de su comportamiento licencioso, gustaba exhibirse entre faranduleras y meretrices, refinadas y de las otras, que se enorgullecía de haber llegado a la cúspide del poder político engañando al electorado con ocultamiento de sus verdaderos propósitos de dilapidación del patrimonio nacional –como lo hizo en su gestión-, que simulaba normalidad en su matrimonio cuando en realidad estaba separado definitivamente de la esposa, que fingía profesar la fe católica siendo musulmán, y que con cantos de sirena prometió salariazo dejando desocupación y pobreza, además de ser reciente su gobierno y generalizado el repudio de la población a su paso por el poder público, ese alguien no tiene entrada en el procerato, está además su cuadro.
Es tan evidente y conocida la lejanía entre el jeque riojano y el concepto de prócer, tan ridícula la colocación de su retrato en un salón de gente honorable del pasado, que hemos de preguntarnos el porqué de su inclusión. Será que quien la ordenó ve su propia imagen espejada en ese marco? Será que esta vez la simulación está entre la Torá de los judíos y el catolicismo, en vez de entre esta religión y el Corán? Por lo pronto, confesó su admiración por el rey moro y su vasallo economista mediterráneo cuyo apellido rima con esa condición. Y cuando se le preguntó quién podría contradecirlo y frenarlo en sus propósitos, dijo que sólo dos personas: la hermana y el Rabino.
En definitiva: sobra una imagen, pero no el marco que la sostiene, porque los ocasionales decoradores parecen aspirar a la incorporación de su apellido en la ilustre pinacoteca.
Así las cosas, al mismo tiempo que sueñan con el bronce y se anticipan sus febriles mentes a la gloria eterna aún ni remotamente ganada, padecimiento que en psicología se ha dado en llamar broncemia, eliminaron todo vestigio femenino en la génesis nacional. Ni siquiera las Niñas de Ayohuma, tampoco María Remedios del Valle, conocida como la Madre de la Patria, heroína de las invasiones inglesas y en las huestes de Belgrano. Actitud negacionista consecuente con el estado de soltería prolongada o definitiva. Menos mal que no incluyeron canes vivos, colocados en el podio de hijos o sobrinos de los innovadores, ni a uno muerto cuya alma aconseja y guía desde el cielo, donde aseguran radican las fuerzas en estos tiempos de la política criolla.
Ante la incompatibilidad entre el procerato y la inmortalidad, su con la figura de Facundo Quiroga se propusieron rescatar a los caudillos feudales, teniendo presente que el Tigre de los Llanos riojano intentó despojar de su hacienda al propio padre y que su máximo mérito fue la defensa de los campos familiares que formaban parte de su patrimonio personal, bien podría haberse recordado a Francisco Pancho Ramírez, que sembró de escuelas el territorio entrerriano valiéndose de toda fuerza armada ociosa en tiempos de paz, combatió y rechazó las invasiones porteñas y portuguesas, y que, cuando junto a Estanislao López ató las riendas de su caballo en el mismo centro de la vencida Buenos Aires, las tropas del Litoral sorprendieron por el estricto respeto a las personas y propiedades privadas, en pos de la unidad nacional.
Sin perjuicio del humano derecho de todo desquiciado a considerarse emperador (soy Napoleón, soy Napoleón), y de todo economista a incursionar en terreno reservado a los historiadores, una forma de desagraviar a San Martín, Belgrano y Güemes, de suplir la ominosa omisión de las damas heroicas, y de incluir al noble caudillaje federal, sería bajar los cuadros de los dos riojanos homenajeados por decisiones tomadas tras noches de delirio, y en su reemplazo colocar los de las bravísimas féminas y del líder de las montoneras panzaverdes que aquí hemos traído a la memoria y veneración.
Bell Ville, marzo de 2024.