- Integra y se convierte en mentor de la “Generación del ’37”, conjunto de pensadores que llama a hombres y mujeres a instruirse y participar de la vida institucional. El socialismo erigido en partido político por Juan B. Justo y Nicolás Repetto enarboló desde su fundación las banderas de la igualdad y derechos de la mujer en todos los órdenes de la vida, instándola a su activa participación cívica.
- En lo filosófico, adhiriendo al lineamiento de Juan Bautista Alberdi, los jóvenes integrantes de esa generación ilustrada, desde el Salón Literario en la Librería Argentina de Marcos Sastre hasta la Asociación de Mayo en el exilio montevideano, sostuvieron que el desarrollo no es obra del azar, sino signo evidente de que la humanidad progresa por su propia impulsión, obedeciendo a una suerte de ley general propia, y cada pueblo lo hace en base a una ley particular. Hay que conocerlas y actuar en consecuencia, teoría y acción, pensamiento en ejercicio sobre la realidad social. Para no actuar de cualquier forma, sino pensando. La misma posición explicitada por Juan B. Justo en su magistral obra “Teoría y práctica de la Historia”. El socialismo sembró el país de bibliotecas obreras y en cada centro socialista se fomentaron debates y conferencias sobre las cuestiones de interés ciudadano, con la activa participación de mujeres y hombres. Nace y comienza a expandirse el feminismo en la Argentina.
- El desarrollo de la humanidad y de los pueblos implica el de cada individuo y el social. Es la impronta de Pierre Leroux, continuador del sansimonismo en Europa. El conde Henri (Enrique) de Saint Simon (1760-1825) fue un filósofo francés profundamente dedicado al estudio de la marcha del espíritu humano y, como consecuencia de ello, al perfeccionamiento de la civilización. Destacó la necesidad de analizar científicamente la sociedad y la forma de organizarla, en pos del mejoramiento de la humanidad y en especial de la clase mas numerosa, compuesta por trabajadores del físico y el intelecto. Proponía nuevas bases para la religión, la moral, la familia y la propiedad, aludiendo a un “nuevo cristianismo”, título de una de sus obras. Esta corriente de pensamiento fue denominada sansimonismo o saintsimonismo, también se la catalogó como socialismo utópico. En el Río de la Plata, esa tendencia estuvo representada por Echeverria. Alberdi no fue ajeno a estos avances del pensamiento europeo de alta cultura, siguiendo el camino trazado por los primeros profesores de filosofía del país: Juan Manuel Fernández de Agüero y Diego Alcorta, y ellos a la vez tomando las enseñanzas de Juan Crisóstomo Lafinur: “Es menester pensar para la acción” (en el orden de la praxis, primero el pensamiento y luego la actuación). Alberdi decía que aquí sucedió lo contrario: urgidos por concretar la independencia, los próceres de mayo encararon la hora de la espada, y una vez terminado el poder español con la batalla de Ayacucho (1824), había llegado el tiempo de la reflexión, del pensamiento, para determinar el fin político que se perseguía, con la ayuda de la filosofía. Mayo impuso el dogma de que el poder reside en el pueblo, faltaba determinar cómo se ejercería dicho poder. Reinaba el despotismo y era necesario encarrilarse por el sendero republicano y democrático. El socialismo en nuestro país asumió plenamente el camino del orden institucional para bregar por las transformaciones que venía a proponer, considerando ab initio descartada la vía de las revueltas armadas.
- El progresismo, con el cual siempre se identificó el socialismo en la Argentina, estaba grabado a fuego en el discurso de Echeverría: “La ley franca de la condición de la sociedad es el progreso, porque la sociedad para él y por él existe”. Es el progresismo como antítesis del conservadurismo del estilo y los privilegios heredados de la colonia virreinal, no el rótulo que en los últimos tiempos han adoptado muchos demagogos por tratarse de un término de moda que no les cabe asignarse cuando en el ejercicio del poder político han sido gatopardistas a ultranza, aparentando cambios para que todo siga igual, conservadores en definitiva.
- El pronunciamiento de Echeverría en favor de los desposeídos, del trabajador sufrido y explotado, del productor rural, es claro y se refleja en la propuesta del socialismo cuando irrumpe en la política nacional, postrimerías del siglo 19. Dijo y escribió Echeverría, con romántica pluma y férreo sustento intelectual: “Los habitantes de nuestra campaña han sido robados, saqueados, se les ha hecho matar por millares en la guerra civil. Su sangre corrió en la de la Independencia, la han defendido y la defenderán, y todavía se les recarga con impuestos, se les pone trabas a su industria, no se les deja disfrutar tranquilamente de su trabajo, única propiedad con que cuentan, mientras los ricos huelgan”. “Se ha proclamado la igualdad y ha reinado la desigualdad más espantosa; se ha gritado libertad, y ella sólo ha existido para un cierto número; se han dictado leyes, y éstas sólo han protegido a los poderosos. Para los pobres no han hecho leyes ni justicia, ni derechos individuales, sino violencia, sable, persecuciones injustas. Ellos han estado siempre fuera de la ley”. Criticó a los propietarios de campos que viven en la “comodidad de la mediería” y sostuvo claramente “la propiedad territorial por parte de los labradores, con garantía de éxito”.
- En su libro “Las ideas democráticas y socialistas de Esteban Echeverría” -Editorial La Vanguardia, 1937-, Rómulo Bogliolo describe un itinerario filosófico-político a partir de la Revolución Francesa de 1789 -con su proclama de libertad, igualdad y fraternidad-, las teorías sansimonianas que mas influyeron en la revolución de 1848 en Francia (Saint Simon y su continuador Leroux), ideas nobles y de profundo humanismo conocidas como “socialismo utópico”, y la Generación de 1837 en el Río de la Plata, con su mentor Esteban Echeverría -sostenedor de la seriedad del método científico aplicado a la política para el progreso colectivo, en especial del pueblo trabajador-, virtuoso camino que desemboca en la fundación del Partido Socialista en la República Argentina (1896). Novedoso en cuanto como partido representa agrupación en función de ideas e intereses (sin lo cual sería simple facción), y socialista porque introduce en la política los procedimientos, objetivo y método largamente reclamados por Echeverría. Eso y no otra cosa era su “Dogma socialista”. Después de Echeverría, las ideas socialistas argentinas se nutren con la evolución del pensamiento social universal, en la corriente de Jean Jaurés (1859-1914), desde Francia, en pos de la paz y el humanismo, contrario a las guerras, posición que se vinculó con su asesinato a manos de fanáticos nacionalistas. Y con el método del socialismo científico de Carlos Marx y Federico Engels, la dialéctica, etcétera. Todo un desarrollo histórico merecedor de estudios profundos y del cotejo de similitudes y diferencias, pero sin duda la llama extraordinaria habrá de buscarse en Esteban Echeverría, un adelantado en esta propuesta política para nuestro país.
- En “Ideario de Nicolás Repetto”, compilación de Guillermo Canessa, Buenos Aires 1982, páginas 289/290, citando publicación de La Vanguardia año 1955, se puede leer, de aquel líder y maestro: “El socialismo argentino no es sólo un aspecto del socialismo universal; es, al mismo tiempo, el continuador del pensamiento y de los afanes de los fundadores de la nacionalidad argentina, que también hallaron inspiración en el Dogma Socialista de Esteban Echeverría, nacido al calor de las ideas revolucionarias que sacudieron a la Francia de la primera mitad del siglo XIX.”
- Esteban Echeverría abiertamente pregona que el país naciente necesitaba un partido político que abrazara el ideario de los jóvenes de la nueva generación, como paso superador de las facciones seguidoras de determinados generales. Ese partido fue precisamente el socialismo de Justo y Repetto, aunque recién viera la luz rayano al fin del siglo XIX.
- El término “dogma” fue tomado como precepto, norma, reglamento, objetivos, principios, credo si se quiere. El gran pensador que lo formula y su grupo generacional tienen como norma esencial la tolerancia, el debate, la discusión, para que resulten de allí las mejores propuestas. De ninguna manera pretenden ser exclusivos poseedores de la verdad, como interpretó el uso de la palabra “dogma” su crítico Groussac, confundiendo con la ortodoxia religiosa.
- Ahora bien, Echeverría no habla de cualquier partido, sino de uno con doctrina social, es decir para el progreso del colectivo, sin cercenar individualidades. A Groussac le espanta también el vocablo “socialista”, porque lo asocia con estatismo y revolución, como palabra antagónica de individualismo. Craso error y desconocimiento en la materia. Primero, porque el socialismo aspira a que el hombre, fin en sí mismo y no medio, regule la marcha de las cosas, en lugar de estar sometido a ellas. Segundo, atendiendo al encono que al crítico le inspira Marx en 1882, sistema al cual el argentino no podía referirse en 1837, ante todo por razones cronológicas. Tercero, el socialismo es lo contrario a la reivindicación por el Estado de todos los derechos individuales. Cuarto, Echeverría no usó la palabra “socialista” como antagónica de individualista, ya que el antagonismo lo ve entre personalismo y transpersonalismo. Ver Palacios Alfredo Lorenzo, Estevan Echeverría, albacea del pensamiento de Mayo, Editorial Claridad, 1951, páginas 504/506.
- Dijo y escribió Palacios: “…el socialismo quiere que el estado, que no es un fin sino un medio, no se cruce de brazos frente a la anarquía de la producción y la injusticia de la distribución, que destrozan la dignidad y despiritualizan al hombre en su trágica lucha contra la miseria. Ahí está la diferencia con el liberalismo económico.” “…quienes siguen la trayectoria socialista de Echeverría quieren que el ideal argentino sea la propagación de la justicia por todos los pueblos; el amor a la libertad vale más que la vida, y la tolerancia, que amplía el pensamiento y permite percibir la nota de verdad que vibra en el fondo de toda convicción sincera.”