Iniciada ya la tercera década del siglo XXI y teniendo en cuenta el comportamiento tan individualista y consumista de la sociedad contemporánea, creo de interés para el cooperativismo y las cooperativas, formular algunas breves reflexiones que pueden resultar útiles para los desafíos que enfrentan en la actualidad. Particularmente me refiero a la práctica cooperativa y al concepto de solidaridad en el cooperativismo. Nada nuevo bajo el sol. Pero en la realidad de la acción cooperativa, que debe desenvolverse dentro de un mundo exageradamente individualista y consumista que ignora el lazo y la responsabilidad social, muchas veces estos conceptos son descuidados o lisa y llanamente ignorados por los propios cooperativistas. Sin embargo debe recordarse que vienen desde el mismo nacimiento del cooperativismo moderno, en pleno auge del capitalismo del siglo XIX, cuando surgieron desde su seno para buscar una nueva forma de desarrollo personal con contenido social, a través de una forma distinta de entender la práctica económica, y que hoy –ante la globalización hegemonizada por el capitalismo─ merece ser revalorizada por los cooperativistas, porque siendo una práctica solidaria, no por ello deja de perseguir el beneficio individual de los asociados aunque con un sentido distinto, y por lo tanto puede, ─y de hecho lo hace─ actuar en el mercado, pero no con un sentido egoísta sino social.
En primer lugar, quiero recordar reflexiones del Dr. Nicolás Repetto ─distinguido dirigente socialista y cooperativista─, quien en el año 1931 dictando una clase sobre la cooperación y la práctica económica del cooperativismo, explicaba algunos conceptos clásicos del cooperativismo desde sus comienzos, pero que conservan su vigencia. De ellos se desprende con claridad el pensamiento, la idea, el concepto fundamental del cooperativismo. En la oportunidad Repetto decía: “La cooperativa es una asociación voluntaria para la realización de ciertas funciones económicas” y la distinguía de la actividad capitalista, que es una práctica forzada, de coerción, mientras que en la cooperativa es libre, no existe coerción.
También decía que los pioneros de Rochdale (1843-44) abandonaron toda idea de trascendentalismo, que habían seguido todos los iniciadores del cooperativismo (Owen en Inglaterra; Blanc en Francia, y Deizch en Alemania) y orientaron su acción en un sentido genialmente práctico. No se preocuparon en fundar una nueva sociedad, sino en combatir y elevarse con los mismos medios que les ofrecía la misma sociedad en que vivían, que era precisamente la capitalista. “El genio de esa obra fue un tejedor urdidor de apellido Howard”, que era un modesto obrero de Rochdale. Es importante tener en cuenta hoy, en pleno desarrollo de la posmodernidad, este abandono del trascendentalismo y encarar una acción práctica, que se adelante al pensamiento de estos tiempos. El pragmatismo es una concepción que está de moda y ha venido para quedarse. Ya no se piensa en un hombre nuevo o una nueva sociedad. Hoy se pretende una solución inmediata que responda a necesidades insatisfechas. En tal sentido el cooperativismo es una herramienta económica y social útil para lograrlo.
También decía Repetto en aquel entonces, que los pioneros pusieron en acción una aptitud para el trabajo económico. Señalaba que en la producción intervienen siempre dos formas de trabajo: el trabajo técnico y el trabajo económico, siendo el primero aquel que comprende la tarea material más inmediata de fabricar la cosa, mientras que el trabajo económico trata sobre decidir dónde, cómo y para qué la cosa dese ser elaborada. El trabajo técnico lo realiza el obrero mientras que el trabajo económico lo realiza el directivo de la empresa. En consecuencia, lo importante era que los miembros de las cooperativas, los socios y sus directivos comenzaran a realizar el trabajo económico con el fin de satisfacer necesidades comunes de los asociados y no para el lucro. En otras palabras, fueran adquiriendo conocimiento y experiencia sobre el manejo de la economía. Comenzaron a manejar las técnicas de la conducción económica en beneficio de los asociados, con lo cual dieron origen a un sistema de compra organizada, es decir el hábito de la compra en común de acuerdo a las necesidades de los asociados, en contraposición a la compra desorganizada del capitalismo, donde cada cliente o consumidor compraba individualmente. Para ello, continuaba Repetto “la cooperación se ha apoderado de todos los sistemas, de todos los procedimientos del comercio, de todos los recursos técnicos del comercio, pero ha transformado fundamentalmente su espíritu… Al transformar el espíritu del comercio, la cooperación transforma también la esencia de las cosas que ella maneja… en una cooperativa ese mismo artículo ya no es un valor de cambio, (…) Es un valor de uso. La cooperativa no lo tiene para cambiarlo por dinero, no lo tiene para realizar utilidad, la cooperativa lo tiene para satisfacer necesidades reales de los socios….La cooperativa no tiene ningún interés en hacer que los socios compren más de lo que necesitan.” Vemos qué importante es esta idea en la realidad contemporánea, donde el consumismo irracional y compulsivo reina en el mundo, con todos los inconvenientes que ello conlleva, en la desmesura del consumo, la falta de interés en el ahorro y fundamentalmente en la preservación del medio ambiente.
En relación al concepto de solidaridad en la práctica cooperativa, quiero destacar que en el cooperativismo el significado de solidaridad tiene un sentido propio que lo distingue de otros actos o prácticas que también comúnmente se los denomina solidarios. A este concepto de solidaridad se refería Repetto cuando hablaba que transformaba el espíritu del comercio. Primero me referiré al significado preciso de solidaridad desde el punto de vista cooperativo. Palabra que se la utiliza mucho, demasiado, pero no siempre está referida a lo que realmente es, cualquiera sea la actividad que se desarrolle, pero más aun cuando se refiere a una acción o una práctica cooperativa. Conviene entonces aclarar el contenido de dicha expresión para que no se confunda con otras acciones o actos que suelen denominarse solidarios, pero que no responden exactamente al concepto cooperativo. Así, desde el punto de vista político tenemos el asistencialismo; desde un aspecto más social, la beneficencia y desde una idea más religiosa, la caridad. Las tres significan ayuda al necesitado, a aquel que está en una situación de vulnerabilidad. Desde esa visión genérica podemos asimilarla a la solidaridad, pero en el cooperativismo tiene una mayor profundidad y alcance conceptual y práctica que conviene dejar establecido.
La Alianza Cooperativa Internacional define actualmente la Cooperativa como “una asociación autónoma de personas que se han unido en forma voluntaria para satisfacer sus necesidades económicas, sociales y culturales en común, mediante una empresa de propiedad conjunta y de gestión democrática”. Esta definición con ligeras variantes es la misma que se conoció desde sus comienzos y que lleva implícito el concepto de solidaridad cooperativa. De esta definición podemos extraer lo que interesa para el concepto cooperativo de solidaridad, a saber: a) un conjunto de personas que tienen necesidades comunes; b) que voluntariamente deciden hacer un esfuerzo y se obligan a ayudarse mutuamente para satisfacerlas y c) aportan un capital que gestionan en conjunto y en forma democrática. De estos tres aspectos surge implícita, pero claramente, la idea de igualdad entre los asociados, que lo distingue de las otras solidaridades de que hablábamos anteriormente, donde el que ayuda está en una situación superior, ya sea de poder, económico o social, que el que recibe la ayuda, y además nunca hacen un esfuerzo mutuo, ni se ayudan mutuamente, ni se gestionan en conjunto y democráticamente. En estos tipos de solidaridades la desigualdad entre el que ayuda y el que recibe la ayuda es evidente, manifiesta. Esta condición de igualdad y de ayudarse mutuamente es lo que otorga a la acción solidaria cooperativa ese poder de transformación del espíritu del que hablaba Repeto. Esa transformación espiritual del cooperativista significa una aptitud de compañerismo, empatía y responsabilidad, de falta de interés en el lucro que enaltece la acción que realizan y le otorga un sentido ético de dignidad a la persona capaz de superar el egoísmo individualista de la actividad económica capitalista, sintiéndose parte activa de una acción conjunta a través de una empresa económica que les pertenece.
Otros conceptos que debemos tener en cuenta son los siguientes: El cooperativismo no debe transformarse en una empresa capitalista, tampoco en una ideología política. EL COOPERATIVISMO LO ES SI ES LIBRE Y PRESERVA SUS VALORES Y PRINCIPIOS. Digo esto porque muy a menudo para adaptarse a la realidad de la actividad económica de nuestros tiempos, tan dinámica, cambiante, veloz y tecnológica, hay dirigentes de cooperativas que confunden los fines del cooperativismo con los de las empresas capitalistas y en lugar de apropiarse de los sistemas, de los procedimientos que utilizan estas empresas con el objeto de hacer más eficiente la actividad, tal como lo decía Repetto, hacen suyo el fin del sistema capitalista, que es el lucro, olvidando que el fin de las cooperativas es muy distinto: es la ayuda y el esfuerzo mutuo para satisfacer necesidades del conjunto y al mismo tiempo hacer el bien común de la comunidad donde se desempeñan. Con esa actitud equivocada, las cooperativas no logran diferenciarse de las empresas capitalistas y los socios pierden interés y el sentido de pertenencia.
Por otra parte, muchos políticos, enredados en conceptos ideológicos, no comprenden que la función del cooperativismo es esencialmente económica y no política, y si bien tienen un sentido social no tienen una función ideológica y política, porque su función no es la transformación de la sociedad, sino realizar una práctica económica solidaria. Para producir transformaciones sociales se necesitan decisiones políticas que escapan a lo específicamente cooperativo. Esto no quiere decir que el accionar del cooperativismo no sea importante para un cambio ético-cultural que ayude a una transformación del paradigma social que supere el egoísmo consustancial al sistema capitalista; asimismo, que el mantenerse alejado de los gobiernos y entidades políticas, lo sea en cuanto implica la conquista del poder, pero no en lo que hace lograr que se legislen y elaboren planes tendientes a favorecer el desarrollo del cooperativismo y las cooperativas.
Tener en claro la función económica de las cooperativas es de suma importancia para el cooperativismo, ya que a través de estrategias de desarrollo local, regional y global, pueden contrarrestar el poder económico de las empresas capitalistas. No es lo mismo que el cooperativismo tenga una participación del 10% del Producto Bruto, a que tenga el 40 o el 50 %. En el primero de los casos su peso en las decisiones políticas y económicas será escasa, pero en el segundo caso ni el poder político ni el poder económico capitalista podrá ignorar la realidad cooperativa y necesariamente les será necesario consensuar políticas que promuevan el desarrollo humano. Para lograrlo las cooperativas deberán competir con las empresas capitalistas y para ello requieren de organizaciones eficaces y eficientes, con alto grado de aplicación de conocimiento, el trabajo en redes y colaboración entre ellas, elaborar estrategias de desarrollos de emprendimientos sustentables, y de acciones tendientes a dar solución a los sectores socialmente más vulnerables. Deberán también lograr una profundización democrática de la gestión a través de una mayor participación de los asociados, una adecuada capacitación de sus dirigentes, posibilitar su renovación periódica y llevar adelante una permanente renovación tecnológica, de manera de estar en condiciones de desarrollar esos nuevos emprendimientos que satisfagan las necesidades de sus asociados y de la comunidad donde se desenvuelven y se posicionen con mayor poder económico local, regional y planetario. Liderar emprendimientos tendientes a la protección del ambiente, resulta fundamental para estos objetivos. En tal sentido la ACI está trabajando conjuntamente con la ONU en los programas de desarrollo humano.
Estos aspectos, mencionados sucintamente, escapan a la posibilidad de desarrollarlos en un trabajo periodístico de esta naturaleza, pero quedan planteados como una inquietud que deberá discutirse en serio, responsabilidad y urgencia. Es el gran desafío y a la vez la gran esperanza, que tiene el cooperativismo para las próximas décadas.