Gumersindo Sayago nació en Santiago del Estero el 10 de diciembre de 1893.
Su padre, del mismo nombre, fue un destacado dirigente del Partido Autonomista Nacional, afín a la política del General Roca y su madre fue maestra de escuela (1).
El joven Sayago, una vez recibido de bachiller se fue a Buenos Aires con la intención de iniciarse en la carrera de Medicina. Al mismo tiempo logró emplearse en la farmacia del Hospital Fernández para de tal manera, poder pagarse los estudios.
Cuando estaba cursando cuarto año, la salud le jugó una mala pasada ya que enfermó de tuberculosis. En razón de esta circunstancia, fue que Sayago vino a Córdoba para tratar de curarse, radicándose en las proximidades de Río Ceballos. Una vez felizmente recuperado, optó por quedarse en nuestra ciudad y terminar su carrera en la Universidad Nacional de Córdoba (2).
En marzo de 1918, fue uno de los fundadores del Comité Pro Reforma Universitaria, antecedente inmediato de la Federación Universitaria de Córdoba (F.U.C.).
Los catorce firmantes fueron Ernesto Garzón, Horacio Valdés, Gumersindo Sayago, Ismael Bordavere, Jorge Basante, Alfredo Brandán Caraffa, Luis Argüello, Pedro Gordillo, Antonio Medina Allende, Natalio Saibene, C. Artasa Rodriguez, Roberto Ahumada, Luis Colombo y Manuel Tapia (3).
En la continuidad del compromiso asumido fue delegado de la FUC al Primer Congreso Nacional de Estudiantes Universitarios, desarrollado en Córdoba en aquel histórico año 1918. Ese evento dio forma y contenido a los principios reformistas de autonomía universitaria, cogobierno estudiantil, concursos periódicos de oposición y antecedentes, libertad académica, cátedra libre, extensión universitaria y unidad latinoamericana (4).
Poco tiempo después de estos trascendentales episodios, Sayago se graduó como Doctor en Medicina, exactamente el 16 de abril de 1919. Un año más tarde, reveló con enjundia, la elección de su especialidad. Obtuvo entonces el premio “José M. Alvarez” al mejor trabajo en higiene bajo el título “La Tuberculosis en Córdoba”. Al momento en que Sayago comenzaba su brillante carrera como tisiólogo poco se había logrado en el país en relación a la tuberculosis y otras enfermedades pulmonares. El profesor Tornú había sido el iniciador de la campaña anti-tuberculosa en la Argentina. En su homenaje, el primer hospital orientado en esa dirección, fue puesto en funcionamiento en Buenos Aires a fines del año 1904 con la denominación “Sanatorio Dr. Tornú”, aunque sus mil camas también estaban destinadas a pacientes de diversas dolencias.
En 1909 se agregaron parcialmente a la campaña los hospitales Muñiz y Rivadavia pero las camas resultaban insuficientes para un mal en expansión y una población porteña y suburbana de 1200000 habitantes (5).
En 1910 se iniciaron las actividades del Sanatorio Santa María como establecimiento privado en las sierras de Córdoba, predio cercano a Cosquín y que había pertenecido al Ingeniero Carlos Cassafousth. En relación a los primeros estudios sobre el tema, deben destacarse los trabajos del Dr. Gregorio Aráoz Alfaro, quien en 1904 publicó sus “Estudios clínicos sobre la tuberculosis infantil en la Argentina” y luego otras obras tales como “Estudios clínicos sobre tuberculosis”, “Diversos modos de iniciación de la tuberculosis pulmonar común” y “El comienzo aparente de la tuberculosis pulmonar” (6).
A todo esto, se sabía ciertamente que en Europa se utilizaba el clima de montaña para combatir el flagelo de la tuberculosis como se hacía en Suiza, Francia y Alemania desde mediados del siglo diecinueve. Se entendía ya por entonces, que era fundamental la combinación de tres elementos: acción climática, reposo y acción dietética. En esa inteligencia el Estado Nacional compró el establecimiento privado de Santa María y construyó cuatro pabellones más que se inauguraron en 1917, de modo que el hospital superó entonces las mil camas para la atención de la enfermedad. El escenario para la obra del Dr. Sayago quedó preparado y lo estaba esperando (7).
El joven galeno inició su brillante carrera en el dispensario orientado al tratamiento de la tuberculosis “Tránsito Cáceres de Allende” transformado en hospital en 1921.
Inmediatamente después, accedió al cargo de médico interno del Hospital Nacional de Clínicas. En 1922 creó la Sociedad de Tisiología y en octubre de ese mismo año, presentó al Segundo Congreso Nacional de Medicina una importante comunicación acerca del tema “Accidentes y complicaciones del Neumotórax Artificial”. Ya vinculado al Sanatorio de Santa María, recibió Sayago la influencia de su maestro Antonio Cetrángolo y las enseñanzas sobre el neumotórax artificial creado en Italia por el profesor Carlo Fortalini e introducido en Buenos Aires por otro italiano, el profesor Mainini. Asimismo abrevó Sayago en las enseñanzas del gran tisiólogo de Barcelona, el profesor Luis Sayés quien dictó un celebrado curso sobre la tuberculosis en nuestra ciudad (8).
A comienzos del año 1926, Sayago inició una larga gira por Europa buscando incrementar su experiencia y perfeccionamiento. Todavía en Buenos Aires, días antes de partir dejó instrucciones a quienes eran por entonces algunos de sus colaboradores. Así a Jorge Orgaz le indica que “ordene bien las historias de tuberculinoterapia” y que “haga en cada caso un cuadro gráfico donde estén representadas las curvas de peso del paciente, su temperatura, los accidentes y demás datos como expectoración, tos, dolor, cefaleas”, en síntesis “juntar el mayor número de observaciones” y “la bibliografía adecuada para el caso”. A Tomás de Villafañe Lastra le recomienda “la organización de todas las historias de neumotórax con el cuadro gráfico correspondiente: curva técnica, peso, cantidad de aire, presiones y demás accidentes, la marcha del pulmón colapsado y la bibliografía adecuada”. El 26 de enero de 1926, ya instalado en Madrid, Sayago pronuncia una conferencia invitado por el Decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Madrid, doctor Recasens.
Con una notable recepción del auditorio, Sayago habla sobre dos temas: “Perforación pulmonar” y “hernia mediastínica”. Entre los asistentes, se encuentran dos profesores que luego habrían de residir y enseñar en la Argentina: los doctores Jiménez de Asúa y Ara; éste último, a la postre embalsamador del cuerpo de la Sra. Eva Perón.
Al día siguiente escribe a sus colaboradores desde la capital española impresionado por lo que ha visto en el Sanatorio de la Fuenfría al que identifica “con el estilo de los sanatorios suizos. El establecimiento tiene cuatro pisos con capacitación para los ciento veinte enfermos. En la planta baja están el comedor, la orquesta, el biógrafo (es decir el cine en palabras actuales) y las salas de lectura. Añade que “todas las piezas tienen baño y galería abierta a las sierras”. Le satisfacen los “techos bajos que es lo que yo aconsejaba para el Tránsito Cáceres de Allende ya que esta clase de techos aseguran economía, buena ventilación en verano y buena calefacción en invierno”. Describe con admiración la disciplina que hay en el lugar. “A la hora del reposo el silencio es impresionante”.
Sayago visita también el Hospital de Enfermedades Infecciosas. Le comenta epistolarmente a uno de sus colaboradores: “Se hace anatomía patológica, bacteriología y todo lo experimental que tú puedas imaginar”. Por último anuncia que pasará una semana en Barcelona junto al profesor Sayés, el tisiólogo más importante de España, a quien Sayago ya conoce por la visita que aquel hiciera a Córdoba.
La siguiente carta de Sayago fue enviada desde Firenze el 1º de marzo de 1926. Informa que ha visitado el Dispensario Central de Tuberculosis de Roma donde encuentra “la organización más completa de lucha contra tuberculosis que he visto hasta ahora”.
Allí la visitadora describe la historia social y los antecedentes del enfermo mientras el médico desarrolla la historia clínica. Estas tareas se complementan con un examen radiográfico detenido del paciente y la formulación de su tratamiento. Hay un prolijo estudio de la vivienda, cuidados higiénicos y auxilios necesarios, vigilancia del hogar del paciente y entrevista a todos los ocupantes de la casa. Destaca la existencia de una estadística completa sobre la morbilidad tuberculosa y relata que los médicos escolares están muy atentos a comunicar aquellos casos en los que advierten la predisposición de los niños a la tuberculosis, ya sea orgánicamente o por razones familiares.
La carta se refiere también “a los profesores de las Facultades de Medicina perseguidos por no pertenecer al movimiento fascista como por ejemplo el profesor Caronia creador de vacunas contra el sarampión y la escarlatina que redujeron sustancialmente la mortalidad infantil”.
La tercera carta está fechada en Estocolmo el 19 de marzo de 1926 y allí Sayago narra sus experiencias en Viena, Budapest, Berlín, Copenhague y Estocolmo. Pondera especialmente a Dinamarca al que califica como “el país más avanzado en la lucha contra la tuberculosis”, donde el mal ha retrocedido, afectando a 9 personas cada 10000 habitantes, al parecer una buena situación sobre el control del mal para la época.
La última carta, antes de emprender el regreso, está fechada en Davos el 7 de abril de 1926. Allí Sayago cuenta su experiencia en París con la descripción de las principales clínicas, hospitales y profesores orientados hacia la especialidad (9).
Al año siguiente de esta provechosa gira de Sayago por Europa, tuvo lugar el primer Congreso Panamericano de Tuberculosis que se desarrolló en nuestra ciudad entre el 10 y el 16 de octubre de 1927. Asistieron al evento grandes profesores de todo el mundo: Sanarelli de Roma, Carpi de Milán, Luis Sayés de Barcelona, el Dr. Ferrán de Madrid, Sauerbruch de Alemania, Clementino Fraga y Antonio Cardoso Fontes de Brasil, Leopoldo Negré procedente del Instituto Pasteur de París y Robert E. Plumbelt de los Estados Unidos. Fue Presidente de aquel Congreso el Dr. Juan F. Caferatta, mientras que Sayago fue Secretario de la Comisión Organizadora. Allí, Sayago presentó conjuntamente con el doctor Juan Martín Allende su experiencia sobre “tratamiento quirúrgico de la tuberculosis pulmonar”. En este sentido cabe decir, que la primera experiencia la había desarrollado el doctor Werner en el Hospital de Santa María, pero Sayago en 1920 con el doctor Allende, por entonces Jefe de Clínica de la segunda Cátedra de Clínica Quirúrgica habían realizado una toracoplastia para el tratamiento de la tuberculosis pulmonar. En aquel histórico evento, Sayago expuso y difundió técnicas diversas para el tratamiento de la tuberculosis, fundamentalmente aprendidas en Europa. Preconizó por un lado la técnica de Sauerbruch (presente en el Congreso) la que recomendó por sus resultados: 31,5% de curaciones y 26,3% de mejorías. Elogió también la técnica del neumonólisis intrapleural, método que había aprendido al lado de su creador, el profesor Jacobeus de Suecia.
En el mismo Congreso, Sayago ratificó su mirada sanitarista: la epidemiología como base para un correcto control de la enfermedad y el abordaje de la tuberculosis a través del Estado, la escuela y la sociedad (10).
Durante aquel mismo año 1927 Sayago inició sus famosos Cursos de Posgrado que se repitieron anualmente hasta que fuera separado de su cátedra por razones políticas, como ocurriera con centenares de profesores universitarios en todo el país, cesantes u obligados a renunciar entre 1943 y 1947 (11) .
Entre 1929 y 1931, Sayago fue Presidente de Universitario, el club de sus amores, tan ligado a los estudiantes en general y a los estudiantes de medicina en particular que alentaban al equipo de la “U” revoleando sus guardapolvos que traían de sus casas o del hospital (12).
En septiembre de 1933, a instancias de Sayago, la Universidad Nacional de Córdoba creó el Instituto de Tisiología que funcionó en el Hospital Tránsito Cáceres de Allende. En esa unidad de trabajo e investigación fueron destacados colaboradores de Sayago, los doctores Rodolfo Schwartz, Domingo Palazzo y Alberto Sanguinetti entre otros.
El Dr. José Antonio Pérez, que más tarde fuera sucesor de Sayago como profesor titular de la Cátedra de Tisiología y Enfermedades del Tórax en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Córdoba, ha señalado la importancia de las investigaciones que se desarrollaron en el Instituto. En primer lugar se estudió y divulgó el método para la búsqueda del bacilo de Koch en el contenido gástrico, registrándose la tesis del doctor Abel Cetrángolo sobre el tema.
En segundo término, a través del Instituto se estableció en Córdoba el primer laboratorio para la producción de la vacuna BCG. Con la colaboración de jóvenes pediatras de aquellas épocas, como los doctores Chattás y Degoy entre otros; se divulgó la aplicación de la vacuna mencionada en la población. Esta investigación fue tema de la tesis del doctor Chattás.
También se abordó en el Instituto, la problemática de la fisiopatología respiratoria con la participación del doctor Antonio Sartori, profesor adjunto de Fisiología y Jefe del Departamento de Función Respiratoria que Sayago había organizado dentro del Instituto.
Por fin en 1938, se inauguró formalmente la Cátedra de Tisiología y en la primera clase el profesor Sayago se refirió a la “Función Médico-Social de la Cátedra de Tisiología”. Este título deja ver claramente que Sayago le hacía a su materia un doble abordaje. Uno científico tradicional y otro casi sociológico que habla del contexto social. Afirmaba que “la tuberculosis ataca a las personas que viven en colectividades más o menos densas” y que “las diferencias económicas existentes atribuyen a la epidemiología de la infección características singulares”. Advierte que “estamos ante una enfermedad social. Frente al enfermo tuberculoso no nos está permitido adoptar una posición individualista”.
En su labor de cátedra, Sayago contó con múltiples colaboraciones interdisciplinarias. Tomás de Villafañe Lastra y Héctor Becerra hacían su aporte central desde la cirugía toráxica, Agustín Caeiro desde la clínica médica, Calixto Nuñez y José Piñeiro desde la gastroenterología y el profesor español Juan Gonzáles Aguilar exiliado republicano, desde la perspectiva de los problemas osteo-articulares.
Fueron sus pediatras más cercanos Alberto Chattás, Andres Degoy ya mencionados como también Isaías Naput y Francisco Torres. Además, en la cátedra de Sayago se formaron valiosos especialistas como Enrique Vargas Sivilá de nacionalidad boliviana, Juan Bautista Rocca, luego radicado en Pasco, localidad situada a unos cincuenta kilómetros de Villa María. La nómina sigue con Carlos Quinteros, Julio Escarguel, Domingo Babini y muchos otros (13).
A esta altura de nuestra narración hay que decir que Sayago, además de un médico eminente fue un hombre de la cultura. Cuando el gran escritor austríaco Stefan Zweig visitó nuestra ciudad en 1940, Sayago y Deodoro Roca fueron algunos de los principales anfitriones, acompañando al ilustre huésped en una excursión por las sierras de Córdoba (14).
El empleo de la penicilina a partir de 1941, permitió atacar la enfermedad con la mayor eficacia, pero Sayago, tanto en la cátedra, como en el hospital o su consultorio particular siguió trabajando en el diagnóstico y las causas personales y sociales que provocan la enfermedad, haciéndolo hasta su muerte ocurrida el 21 de marzo de 1959.
Gumersindo Sayago fue uno de los mejores tisiólogos del mundo, reconocido internacionalmente y por sobre todas las cosas un hombre ejemplar.
Referencias
(1) https://es.wikipedia.org/wiki/Gumersindo_Sayago p.1
(2) Pérez, José Antonio. “Gumersindo Sayago y el desarrollo de la tisiología argentina”. En “Anales del Segundo Congreso Nacional de Historia de la Medicina Argentina”. Publicación de “La Semana Médica”. Buenos Aires 1971. p.48.
(3) https://es.wikipedia.org/wiki/Gumersindo_Sayago p.2
(4) https://es.wikipedia.org/wiki/Gumersindo_Sayago p.1
(5) Pérez, José Antonio ob cit. p.44.
(6) Pérez, José Antonio ob cit. p.45.
(7) Pérez, José Antonio ob cit. p.45.
(8) Pérez, José Antonio ob cit. p.48.
(9) La gira del Dr. Sayago por Europa está documentada en su correspondencia con el doctor Jorge Orgaz.
(10) Pérez, José Antonio ob cit. p.51.
(11) Pérez, José Antonio ob cit. p.52.
(12) Club Universitario de Córdoba, Centenario (1909-2007) Libros de Oro, ps.194/195.
(13) Pérez, José Antonio ob cit. p.52.
(14) Argañaraz, Juan Cruz. “El freudismo reformista 1926-1976 en la literatura y en la medicina, la política y la psicología”. Editorial Brujas, Córdoba, 2007, ps.100/101.