EL CIUDADANO. ESPECIE EN PELIGRO DE EXTINCIÓN

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En la actualidad, aquí y en el mundo, el ciudadano es una especie que está en peligro de extinción. Ha sido sustituido por la “la gente”.

Veamos cuál es el significado de estos dos términos: ciudadano es toda aquella persona que se desempeña en la ciudad, está relacionado con ella, con lo que los griegos denominaban “la polis”, por  ende está vinculado directamente con la cosa pública, la cosa de todos, es decir, con la política. Es un sujeto político, lo que quiere decir que tiene derechos y obligaciones para sí y en relación  al conjunto de la sociedad.

Por su parte el término gente, es ambiguo, más bien neutro y genérico, no está referido a la cualidad de individuo, no tiene nombre y apellido, no es sujeto propiamente dicho. Diríamos que es  light.

Precisamente esa diferencia en lo que es uno y otro ─que pareciera banal pero que en realidad es sustancial− es lo que ha puesto en peligro de extinción al ciudadano. Es que con la hegemonía del  mercado en detrimento del Estado, va ganando uno y perdiendo el otro; porque el ciudadano piensa en la política, en la sociedad y el Estado; tiene y exige derechos; mientras que “la gente”  compra, cuanto más discute el precio, pero no deja de comprar. En realidad la sociedad contemporánea está constituida por consumidores más que por ciudadanos.

Este es el gran dilema de nuestros tiempos y como todo dilema es la alternativa entre dos concepciones contrapuestas: las políticas públicas versus las políticas de vida. Las primeras pertenecen al  orden social, las segundas al orden privado. El ciudadano piensa y actúa en beneficio de todos para procurar su propio bienestar, mientras que en las políticas de vida cada uno piensa y pretende alcanzar sus aspiraciones en forma individual. Uno pretende ser, el otro gozar, uno pretende mejorar las relaciones sociales para el beneficio individual y colectivo, el otro sólo sigue la práctica de  ir de compras para satisfacer su deseo, aquí y ahora, sin pérdida de tiempo. El ciudadano se ajusta a normas consensuadas socialmente, la gente no tiene normas, solo busca colmar sus ansias de  consumir.

El fenómeno también ha ganado la misma actividad política. Los políticos se han transformado en empresarios y los votantes en clientes. Ninguno se dirige al ciudadano, todos hablan  con la  gente. El voto es una mercancía más que hay que vender y comprar. El marketing ha ganado la actividad política y los políticos tienen que aparecer como “celebrities” del reality show. En lenguaje  común: hay que ser famoso de la televisión y del divertimento, hay que aparecer con un “look” que atrape y no olvidarse del “twitter”.

Esta es una realidad de nuestros días que ha venido para quedarse, de ahí el desafío que tiene la Política con mayúsculas, esa que no busca solamente el voto sino la de alto vuelo, la que piensa y  sueña, no solo en el presente sino también en un futuro mejor. Para la gran política del siglo XXI la tarea es la de compatibilizar las políticas de vida con las políticas públicas, porque tanto unas  como otras tienen sus virtudes y sus defectos: las políticas públicas exageradas nos hacen perder libertad, pero a su vez si solo se atiende las políticas de vida, nos quedamos sin lazo social. El  desafío no parece fácil, pero tampoco será imposible enfrentarlo.

Octubre 2014.

Publicado en Hojas de Cultura. 2020. Compilación de una Experiencia. Capítulo I. Reflexión Política. Editorial Brujas. Córdoba. Argentina.

César Jesús Mussetta

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Abogado por la Universidad Nacional del Litoral (Santa Fé) -
Ejerció la profesión durante más de 30 años en el Fuero Provincial y Nacional - Conjuez Federal en el Juzgado Federal de Bell Ville - Vice Presidente de la Sala Tercera del Tribunal de Disciplina de Abogados de la Provincia de Córdoba - Asesor de convencional constituyente en la reforma constitucional de 1994 en Santa Fe - Escritor de diversas obras de distintas áreas (Política - Cooperativismo - Jurídicas - Novela)